En apenas sesenta años de la existencia de los antibióticos ha cambiado radicalmente la forma en que la humanidad se enfrenta a las infecciones causadas por bacterias. Pero este avance tiene un punto débil derivado precisamente de su éxito: la aparición de microorganismos resistentes a su acción. Hoy en día casi todos los tipos de bacterias que combaten los antibióticos han desarrollado versiones que resisten los tratamientos. Pero no todo son malas noticias: según un estudio presentado recientemente por la Sociedad Española de Quimioterapia (SEQ), las pautas de utilización de los antibióticos están mejorando, algo esencial para reducir el avance de las resistencias.
Una de las normas esenciales de la evolución puede resumirse en hecha la ley, hecha la trampa. Cada vez que alguien toma un antibiótico se eliminan las bacterias patógenas, pero también aumentan las posibilidades de que aparezcan nuevas cepas resistentes al fármaco. Las bacterias acumulan constantemente mutaciones de forma aleatoria, y al hacerlo pueden adquirir la capacidad de sobrevivir al antibiótico. Los tratamientos actuales están diseñados para evitar que estas versiones resistentes proliferen.
Pero si se incumple el tratamiento, en cuanto a número y frecuencias de las dosis, o si éste no es correcto, es como si hubiera echado a andar una máquina de selección inducida por la presión selectiva del propio antibiótico: las bacterias supervivientes, ahora sin compañeras con las que competir por recursos energéticos, proliferan. Así, el puro azar combinado con un uso inadecuado de los antibióticos hizo que se detectaran cepas de bacterias resistentes menos de una década después de la comercialización de los primeros antibióticos en los años cuarenta.
Patógenos y fármacos
Hoy en día se producen más de 30.000 toneladas de antibióticos en todo el planeta. Tienen principios de actuación distintos, pero todos están basados en una quincena de compuestos. Gran parte de las variantes son resultado del esfuerzo de la industria farmacéutica por dar una respuesta a las resistencias, en una especie de imparable escalada bélica. Pero las fases de esta lucha permanente entre patógenos y fármacos no se han desarrollado a un ritmo constante. La mayoría de los antibióticos actuales se introdujeron entre 1940 y 1962.
Sólo dos nuevos antibióticos han llegado al mercado en los últimos cinco años. ¿Se quedará la industria sin nuevas armas? Lo cierto es que el actual parón fomenta una conciencia de crisis. Jordi Vila, jefe de Sección de Bacteriología del Hospital Clínic y miembro del Grupo de investigación en salud pública, epidemiología y salud Internacional del IDIBAPS, habla de un cierto desencanto: «Se pensaba que con la genómica se podría encontrar nuevas dianas en las bacterias, genes importantes para la resistencia a antibióticos, pero no ha sido así».
«El almacenamiento, la automedicación y el incumplimiento son el auténtico círculo vicioso de la antibioticoterapia en España»
Los genomas de las bacterias más importantes desde el punto de vista sanitario «se conocen desde hace unos cuantos años y las expectativas no se han cumplido». Vila es el coordinador en España del proyecto europeo MOSAR (Mastering Hospital Antimicrobial Resistance and its spread into the community), el primero a escala europea dedicado al control y estudio de la resistencia bacteriana a antimicrobianos en los hospitales. Coordinado por el INSERM (Instituto Nacional de la Salud y de la Investigación Médica), MOSAR reúne cerca de 20 laboratorios públicos y privados (PIME) y más de 50 hospitales repartidos por Europa e Israel.
Proyecto MUSA
A menor escala se ha realizado el proyecto MUSA (Mejora del Uso de los Antimicrobianos), de la Sociedad Española de Quimioterapia (SEQ). Su objetivo ha sido averiguar cómo han ido cambiando los patrones de uso de los antibióticos en la población española en la última década, con el fin último de «fomentar el uso racional, razonable y razonado de los antimicrobianos», indica el Presidente de la SEQ y director del proyecto, José Ángel García Rodríguez.
El estudio ha sido realizado por el Instituto de Estudios del Medicamento (INSEMED) en colaboración con GlaxoSmithKline (GSK). Han participado 855 médicos (450 médicos de familia y médicos generales; 210 pediatras; 105 especialistas en medicina interna; 45 geriatras y 45 médicos de urgencia), y se han analizado más de 1.400 prescripciones realizadas para el tratamiento de las infecciones comunitarias en el ámbito de la Atención Primaria.
El proyecto MUSA «centra principalmente su atención en problemas de abandono o incumplimiento terapéutico, de resistencias bacterianas y uso inadecuado, así como en aquellas cuestiones relacionadas con la mejora en la calidad de la prescripción», explica José González, director del Instituto de Estudios del Medicamento. «El almacenamiento, la automedicación y el incumplimiento son el auténtico círculo vicioso de la antibioticoterapia en España». La SEQ ya promovió entre los años 1996 y 1998 «el mayor y más completo estudio realizado, tanto en España como en el extranjero, sobre la correcta utilización de los antimicrobianos», afirma esta organización. Ahora han comparado los resultados de ambos estudios.
Mejor prescripción y menos automedicación
Su conclusión es que «se ha mejorado el patrón de prescripción y los criterios de elección de los antimicrobianos por parte de los médicos, especialmente en el ámbito extrahospitalario», destaca José González. Otra buena noticia es que «se ha observado una reducción importante de los pacientes que acuden a la consulta habiendo tomado antibióticos sin la indicación del especialista.
Esto se puede relacionar con la reducción de las tasas de automedicación que se han experimentado en los últimos años, pasando del 25 al 15 por ciento», prosigue este experto. No obstante, entre el 20% y el 30% de los pacientes sigue abandonando el tratamiento antes de tiempo, una de las conductas que más fomenta la aparición de resistencias. La razón del abandono, en opinión de los participantes en el estudio, es la percepción de «la propia mejoría clínica».
España uno de los países europeos más afectados por el fenómeno de las resistencias, según afirman Edurne Lázaro, de la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios, y Jesús Oteo, del Centro Nacional de Microbiología, en un reciente artículo en la revista bimestral Información terapéutica del Sistema Nacional de Salud. «En un mundo globalizado como el actual, tanto el movimiento de personas como de alimentos facilita la diseminación de resistencias. En esta línea hay estudios que revelan que varios patógenos multi-resistentes aislados en los países escandinavos han sido importados desde el área mediterránea», escriben los autores.
El consumo de antibióticos en España ha seguido una evolución irregular. Tras alcanzar su máximo histórico en 1995 (22,1 dosis diaria definida, DDD, por 1.000 habitantes y día, DHD), fue bajando hasta 2001 (18 DHD), pero luego volvió a subir (19,3 DHD en 2005). Además, estos datos se refieren sólo a los antibióticos adquiridos dentro del Sistema Nacional de Salud, no en la medicina privada. Tras diversas estimaciones, Lázaro y Oteo creen probable que España esté «a la cabeza del consumo de antibióticos en Europa». Así se explicaría el hecho de que España tenga la mayor prevalencia de resistencia a penicilina en Streptococcus pneumoniae después de Francia.