La menopausia no viaja sola. Cuando llega, alrededor de los 50 años, lo hace acompañada de alteraciones y trastornos que influyen negativamente en la calidad de vida de la mujer y que incrementan el riesgo de aparición de enfermedades osteoarticulares, cardiovasculares, neurodegenerativas e incluso psíquicas. Para este grupo de mujeres, que en España rondan ya los ocho millones, los expertos están valorando la oportunidad de emplear la terapia hormonal sustitutiva como mecanismo de prevención y mejora de calidad de vida. Por lo que parece, el uso de hormonas, aunque no está exento de riesgos, podría contribuir a reducir la sintomatología climatérica y a prevenir la eventual aparición de enfermedades.
Según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) correspondientes a 2005, en España hay algo más de 14,5 millones de mujeres. De ellas, unos ocho millones están llegando a la menopausia o bien ya la han superado, algo que ocurre, de media, alrededor de los 50 años de edad. Bien sea en la etapa previa, durante o en la postmenopausia, el cuerpo de la mujer se ve sometido a cambios que van mucho más allá de los evidentes sofocos, sudoraciones, palpitaciones o cambios de humor súbitos. Los expertos hablan de transformaciones «en lo físico y en lo psíquico» que no sólo comprometen la calidad de vida de la mujer postmenopáusica sino que incrementan el riesgo de aparición de diversas enfermedades. A todo ello debe asociarse, insisten, la pérdida de capacidad reproductiva.
Aunque el proceso no se da igual en todas las mujeres y el riesgo o molestias asociados pueden variar en grado sumo, la prevalencia de enfermedad osteoarticular, cardiovascular, cáncer ginecológico, patología neurodegenerativa y trastornos psíquicos y emocionales, tiene suficiente entidad en este grupo de edad como para que los expertos traten de encontrar mecanismos -farmacológicos, dietéticos o de estilo de vida- que palien sus efectos.
Recientemente, la Asociación Española para el Estudio de la Menopausia (AEEM) ha presentado los resultados del mayor estudio epidemiológico efectuado hasta la fecha en España sobre los eventuales beneficios de la terapia hormonal sustitutiva en mujeres postmenopaúsicas con sintomatología climatérica. De acuerdo con los resultados, «un 70% de las mujeres que al inicio del tratamiento padecían un deterioro importante de su calidad de vida mejoraron notablemente tras los seis meses». En el estudio han participado 3.412 mujeres de 45 a 64 años. De ellas, el grupo de 45 a 49 años, según el estudio, es el que experimenta una «mayor mejoría».
Luces a corto plazo
El aporte de estrógenos ayuda a mantener una vida sexual satisfactoria en la mujer y contribuiye a una mejor relación de pareja
La terapia hormonal sustitutiva viene recomendándose a mujeres perimenopáusicas desde los primeros años noventa. Su objetivo principal es prevenir algunos de los síntomas más molestos provocados por la retirada de la menstruación y que se acompañan de la pérdida de producción de hormonas sexuales. La administración de estrógenos o de la combinación de estrógenos y progestágenos, se considera, según una amplia revisión publicada por la Fundación Cochrane, una solución eficaz para reducir la severidad y la frecuencia de sofocos y sudoración nocturna, además de la pérdida de masa ósea. Ese mismo estudio advierte, sin embargo, que se carece todavía de evidencias científicas sobre los efectos de la sustitución hormonal a largo plazo.
Las conclusiones del trabajo de la prestigiosa fundación británica coinciden, al menos en su primera parte, con los que aporta el estudio español, aunque este último va un poco más lejos. En sus conclusiones señala «una mejoría» respecto a condiciones de calidad de vida, comportamiento emocional, sexualidad y relación de pareja. Las mejoras se observan ya de forma notable a los seis meses de iniciado el tratamiento y se amplían al año.
Donde mayor es la mejoría, según el estudio, es en los aspectos vasomotores y psicológicos, especialmente en el periodo que abarca desde el inicio de la retirada de la menstruación hasta casi un año después. Entre las alteraciones psicológicas más frecuentes, y que mejor parecen responder a la administración de estrógenos, destacan cambios de humor, irritabilidad, angustia o depresión.
Del mismo modo, el estudio señala que el aporte de estrógenos facilita la posibilidad de mantener una vida sexual satisfactoria en la mujer y contribuir, de ese modo, una mejor relación de pareja. La mejoría se observa en un 26% de las mujeres al año de iniciado el tratamiento.
Sombras a largo plazo
Pero si algo preocupa de verdad a los expertos es determinar con tanta precisión como sea posible qué puede ocurrir cuando el tratamiento hormonal se prolonga más allá de lo que cabría entender como razonable. Y ahí es donde no hay consenso. Si bien se admite que la administración continuada de estrógenos y progestágenos tiene un efecto protector frente a cáncer de colon y la fractura de cadera y que no hay diferencias significativas en cuanto al riesgo de cáncer endometrial o enfermedad coronaria respecto de las mujeres que optan por no seguir el tratamiento, no ocurre lo mismo con otras patologías.
Según un metanálisis publicado por The Lancet en el que se consideran cuatro grandes estudios que incluyen a un total de 20.000 mujeres controladas durante más de cinco años, la administración de terapia hormonal sustitutiva puede asociarse a un «riesgo relativo mayor» de cáncer de mama, embolismo pulmonar e ictus cerebral. En mujeres sanas mayores de 50 años, reza el estudio, la sustitución hormonal podría ser la causa de alguna de estas enfermedades en seis de cada mil mujeres.
Dada la controversia y la práctica inexistencia de estudios a largo plazo, los expertos se inclinan por la prudencia. O eso deberían. Desde la AEEM se recomienda la terapia hormonal siempre y cuando los síntomas del climaterio remitan o mejoren ostensiblemente al poco tiempo de iniciado el tratamiento. Del mismo modo, se insiste en tener en cuenta riesgos y beneficios antes de tomar una decisión. La opinión generalizada es que la terapia hormonal reporta «más beneficio que riesgo en un periodo menor a cinco años».
Uno de los principales problemas con el que se enfrentan los médicos cuando se habla de terapia hormonal es el delicado equilibrio entre los beneficios potenciales y los riesgos a largo plazo. De un lado, es conocido que enfermedades cardiovasculares, osteoporosis, tumores ginecológicos y enfermedad de Alzheimer son patologías cuyo riesgo de aparición aumenta con la llegada de la menopausia. Y las estadísticas indican que en el 85% de las mujeres españolas el deterioro de su calidad de vida está marcado por la aparición de estas enfermedades. Pero no sólo la menopausia es su responsable. En sentido estricto, a la retirada de la menstruación hay que referirse como un factor de riesgo que puede verse potenciado por unos malos hábitos alimenticios o un estilo de vida inadecuado.
La patología osteoarticular, en especial la osteoporosis o pérdida progresiva de calidad y densidad ósea, es, no obstante, caso aparte. La suplementación hormonal con estrógenos o progestágenos, además de reducir los síntomas del climaterio, también ayuda a mantener el hueso en parámetros razonables. A cambio, el riesgo de ictus o de cáncer de mama puede crecer si la terapia se mantiene más allá de los cinco años.
El equilibrio es difícil, puesto que el riesgo de fractura ósea, especialmente de cadera, se incrementa notablemente con los años. Y la pérdida de movilidad tras una fractura es un factor que incrementa de forma clara los índices de mortalidad. De ahí que se recomiende personalizar tanto como sea posible los tratamientos a administrar y valorar cada caso de acuerdo con factores de riesgo asociados. Por ejemplo, tomando en consideración si existe o no sobrepeso, hipertensión, diabetes, niveles de colesterol HDL, trastornos psíquicos o pérdida de calidad ósea. Éstos y otros factores deben condicionar, según apuntan los expertos, el tiempo y las dosis de la terapia hormonal.