La halitosis se caracteriza por un olor desagradable del aliento. En un 90% de los casos, su origen radica en la cavidad bucal, pero hay un pequeño porcentaje que se debe a problemas de las vías respiratorias altas o dolencias estomacales. El mal aliento puede provocar que las personas se alejen de quien lo sufre, con las consiguientes consecuencias psicológicas y sociales muy negativas. La falta de información y la barrera psicológica al tratarla convierte la halitosis en uno de los problemas bucales que más afecta a la vida diaria. Conocer el origen de la dolencia es básico para poder solucionar el problema.
Imagen: Son of Groucho
Caries, alimentos picantes, hábito tabáquico, consumo de alcohol o enfermedad de las encías. Son los factores principales que pueden provocar halitosis, un síntoma común que se caracteriza por un olor desagradable del aliento. Es tan habitual, que hasta un 60% de la población adulta la padece alguna vez en su vida, cerca de un 30% de las personas mayores de 60 años. Otros aspectos que influyen en su desarrollo son: tener la boca seca, ayunar o realizar una dieta hipocalórica, una higiene oral deficiente, reconstrucciones dentales deterioradas o determinados fármacos.
Halitosis: orígenes dispares
Según la Sociedad Española de Periodoncia y Osteointegración (SEPA), su origen radica en la boca en el 90% de los casos, de los cuales, el 70% se deben al cubrimiento lingual (las bacterias que habitan en la parte posterior de la lengua) y el resto, a afecciones en las encías. Apenas un 8% se debe a una causa extrabucal, como dolencias en el estómago o en las vías respiratorias altas, como la debida a una sinusitis. Toser o estornudar en estos casos puede agravar el problema, ya que las partículas atraviesan por fuerza amígdalas y lengua. Por último, en el 2% de los pacientes, el mal aliento es psicológico, ya que tienen la sensación de sufrirlo, pero en realidad no lo padecen.
El 90% de los casos de halitosis tienen su origen en la cavidad bucal
La halitosis puede indicar también otras patologías severas que necesitan diagnóstico y tratamiento específicos. No obstante, es un campo desconocido y con pocos ensayos clínicos disponibles, pese a que tiene una gran relevancia socioeconómica, no solo por los problemas sanitarios implicados, sino por la gran cantidad de dinero que gastan los afectados en productos de limpieza oral.
Las bacterias anaeróbicas, culpables
Cuando la causa del mal aliento está en la boca, son las bacterias anaeróbicas productoras de azufre las principales responsables. Otras sustancias que pueden participar son los ácidos grasos volátiles de cadena corta, cuyo papel no está bien establecido: la putrescina y la cadaverina. Estas bacterias habitan en la superficie de la lengua y en la garganta. Su función es ayudar al organismo en la digestión al romper las proteínas presentes en los alimentos.
Dos de los aminoácidos que forman estas bacterias anaeróbicas (cisteína y metionina) contienen azufre en su composición. El mal olor se origina, sobre todo, cuando las bacterias descomponen estos aminoácidos y se forman compuestos sulfúricos, denominados compuestos volátiles sulfurosos (CVS), responsables del mal olor. Si el proceso no se controla, puede empeorar.
Factores desencadenantes del mal aliento
El desarrollo de la halitosis depende de varios factores, tanto patológicos como no patológicos. Las causas patológicas se relacionan con la higiene oral deficiente (si no se cepilla ni se usa el hilo dental cada día, las partículas de alimentos se quedan en la boca y causan mal aliento), caries, sarro, reconstrucciones dentales deterioradas, gingivitis y enfermedad periodontal crónica, absceso dentario, úlceras, infección por hongos (candidiasis oral), afecciones en la faringe, disfunción de las glándulas parótidas, algunos fármacos (como los anticolinérgicos) o necrosis por quimioterapia y radioterapia, entre otras.
Infección en nariz, garganta, tráquea o pulmones, sinusitis crónica, bronquitis crónica o diabetes también pueden provocar halitosis
Entre las causas no patológicas figuran el mal aliento matutino, causado por la reducción del flujo de saliva durante la noche, que facilita el crecimiento incontrolado de bacterias gram negativas y anaeróbicas y la posterior generación de productos sulfurados malolientes; la edad, que se corresponde con cambios en la saliva y el aliento se vuelve más áspero; las prótesis dentarias, si no se limpian los restos de comida; la propia saliva, ya que el nivel de halitosis es inversamente proporcional al flujo de saliva; y otros factores como el tabaco, el hambre y ciertos alimentos.
Es probable que, ante una boca sana con mal aliento, el origen se encuentre en algún trastorno subyacente. Los más habituales son una infección local en las vías respiratorias (nariz, garganta, tráquea, pulmones), sinusitis crónica, bronquitis crónica, diabetes, trastornos gastrointestinales o enfermedad del hígado o de los riñones, entre otros.
Un tratamiento para cada origen
El tratamiento de la halitosis de origen bucal, si se descartan otras afecciones simultáneas, implica, en primer lugar, la visita al odontólogo para una exploración. En este paso se solucionan los posibles problemas dentales, como caries, sarro o piezas en mal estado. Otras recomendaciones de los expertos abogan por el uso de seda dental para eliminar restos de comida incrustados entre los dientes (después de las comidas y antes del cepillado dental); limpiarse los dientes y el dorso de la lengua un mínimo de tres veces al día, o después de cada comida principal, con un cepillo suave y pasta con alto contenido en flúor; complementar el cepillado con colutorios bucales
Al respecto, un estudio realizado en la Escuela de Odontología de la State University of New York (EE.UU.) determinó que cepillarse dos veces por día con una pasta con triclosán y limpiar la superficie de la lengua solucionaba en un alto porcentaje el problema del mal aliento. También mascar chicle entre comidas y beber mucha agua para favorecer la producción de saliva, cuando el problema está en su deficiencia. Sin embargo, los especialistas advierten de que, en ningún caso, ni el chicle ni los colutorios deben sustituir al cepillado de los dientes.
Para un buen tratamiento, se recomienda también corregir todas las afecciones orales, si las hubiera. El profesional debe instruir al paciente en cómo realizar la higiene oral y el cepillado de forma adecuada. Si el origen de la halitosis no está en la boca, debe remitirse al paciente al médico de cabecera o a un especialista para el diagnóstico de la enfermedad de fondo.
Saber que oler mal puede generar el rechazo de otras personas hace que en ocasiones algunas se preocupen en exceso. Los estudios disponibles afirman que un 25% de quienes dicen padecer halitosis, de hecho, no la padecen. Esta reacción se convierte en problema cuando el miedo al rechazo genera la búsqueda incesante de un aliento agradable. La halitofobia se debe, por tanto, a una aprensión exagerada a sufrir este problema bucal: el paciente cree que ésta persiste incluso tras el tratamiento adecuado.
La fobia puede impulsar a que los afectados revisen de forma constante su olor bucal, eviten actos sociales (fobia social), se laven los dientes muchas veces al día y masquen una gran cantidad de chicles o caramelos, mantengan una distancia de seguridad al hablar (unos 40 cm) y observen las reacciones de las personas con quienes conversan para identificar si el otro se ha percatado de su mal olor. En los casos extremos, se llega al aislamiento social, a interrumpir la vida laboral o académica o bien a someterse a procedimientos médicos invasivos innecesarios. Como cualquier otra fobia, algunos autores creen que esta halitosis imaginaria puede ser un síntoma de otros síndromes psiquiátricos.