La psoriasis es una enfermedad inflamatoria de la piel que se caracteriza por lesiones bien definidas, con escamas típicas blanco-nacaradas, y que, en un 30% de los casos, también afecta a las articulaciones (artritis psoriásica). Sin embargo, las consecuencias psicológicas son tan importantes como las lesiones físicas. El 40% de los afectados consideran que no volverían a ser los mismos aunque se curaran, debido a las repercusiones que la enfermedad tiene en su vida personal y laboral.
No es sólo un problema estético
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La psoriasis es una enfermedad inmunológica en la que se desarrollan lesiones en la piel debidas a una renovación acelerada de sus células. En lugar de cada 28 días, se renuevan cada tres o cuatro. Las lesiones pican y duelen y, en ocasiones, terminan por agrietarse y sangrar. Aunque en muchas personas se concentran en zonas poco visibles, es una patología caracterizada por su gran impacto psicológico y, a menudo, se diagnostica junto con una baja autoestima, problemas sociales y laborales. Según un estudio avalado por la Federación Internacional de Asociaciones de Pacientes con Psoriasis, uno de cada cuatro afectados asegura que ha sufrido discriminación laboral. Otro de los datos relevantes que se desprenden del trabajo es que hasta un 40% cree que no se recuperaría psicológicamente aunque se curara de la enfermedad.
Los nuevos tratamientos biológicos se administran por vía subcutánea, son muy eficaces y mejoran la calidad de vida de muchos pacientes
Mercè Vilanova tiene 35 años y sufre psoriasis desde los 15. Gracias a un tratamiento biológico que sigue en el Hospital de la Santa Creu i Sant Pau de Barcelona, está «limpia» desde hace dos años, pero tiene miedo porque siente que cada vez es más probable que la enfermedad se desarrolle de nuevo. «La repercusión psicológica puede ser muy importante -señala María Dolores Sánchez Aguilar, presidenta de la sección gallega de la Academia Española de Dermatología- porque, aunque la persona tenga pocas lesiones, si están en la cara o en los brazos son muy visibles. Muchas personas con psoriasis se sienten rechazadas por los demás». Mercè Vilanova llegó tener afectado el 70% de su cuerpo. Las lesiones supuraban y le costaba mucho moverse. Pero no es sólo un problema estético. «Si hay muchas lesiones, la vida cotidiana es muy complicada», explica Sánchez.
Muchas personas limitan su vida laboral y social. El citado estudio apunta que si la enfermedad se diagnostica antes de los 24 años, las secuelas emocionales y los problemas académicos y en el trabajo pueden ser más graves. Mercè Vilanova estuvo un año sin acudir al colegio durante la adolescencia, sólo cogió una baja en toda su vida laboral, cuando ingresó en el hospital con 22 años, y tuvo dificultades para relacionarse con sus parejas porque no se sentía a gusto consigo misma. En ocasiones, los afectados sufren el modo severo de la enfermedad y/o no responden bien al tratamiento. Si además trabajan de cara al público, la situación se complica.
Tratamientos
La enfermedad, que no es infecciosa ni contagiosa, se clasifica en función de su gravedad: es leve si afecta al 2% o menos del cuerpo; moderada si afecta a entre el 2% y el 10%; y grave si afecta a más del 10%. Uno de cada cinco enfermos la sufre en grado moderado o grave. En cuanto al tipo, la más habitual es la psoriasis de placas, con lesiones rojas infladas y cubiertas por escamas blancas, sobre todo en codos, rodillas, cuero cabelludo y torso. La forma más grave es la eritrodérmica, que afecta a casi todo el cuerpo y es muy inflamatoria. A pesar de que esta enfermedad no tiene cura, se pueden reducir en gran medida las lesiones y las consiguientes molestias.
Los tratamientos han mejorado en los últimos años al conocerse mejor sus bases moleculares. Si hay pocas lesiones, se opta por productos tópicos, derivados de la vitamina D o breas (por sus propiedades antiinflamatorias y antidescamativas). Si el número de lesiones es elevado, se sigue un tratamiento con fototerapia UVB, fotoquimioterapia (asociación de rayos ultravioleta A con psoraleno -PUVA-, siempre bajo supervisión de un dermatólogo), baños de sol y medicamentos orales como los retinoides (derivados de la vitamina A) y la ciclosporina (agente inmunosupresor). Sánchez señala la importancia de los nuevos fármacos para lesiones graves o resistentes a la terapia tradicional: «Son tratamientos biológicos que se administran por vía subcutánea, son muy eficaces y mejoran la calidad de vida de muchos pacientes».
Gracias a ellos, muchas personas han mejorado el estado de su piel y su vida ha recuperado la normalidad. Más de la mitad de los enfermos se visten en función de las heridas e intentan tapar todas las zonas de piel alteradas. Ante un brote, incluso tienden a aislarse. Los afectados reconocen que, a pesar de no tener lesiones, siempre se tapan «más de la cuenta» porque tienen la sensación de que son objeto de miradas. El 58%, además, evita hacer ejercicio en público. Por todo ello, los dermatólogos trabajan en colaboración con psiquiatras y psicólogos para tratar las repercusiones de la enfermedad.
A los problemas físicos y psicológicos se suma la incomprensión y el rechazo. Uno de cada tres ciudadanos desconoce que la psoriasis no es contagiosa y el 5% cree que se puede transmitir por un beso. Casi la mitad de los enfermos siente que los demás les tratan de forma distinta debido a su patología. Sánchez insiste en que es fundamental tomar conciencia de que la psoriasis no supone peligro de contagio ni impide relacionarse con los afectados con total normalidad.
Los menores también sufren psoriasis, sobre todo en la adolescencia, a partir de 15 años. Está comprobado, por otro lado, que si un progenitor tiene la enfermedad, el hijo tendrá más probabilidad de padecerla. Este porcentaje aumenta si los dos padres sufren la patología. Un tercio de las personas con psoriasis tienen antecedentes familiares. En niños y adolescentes se desarrolla, en general, la forma guttata o en gotas, con puntos rojos que se alargan como gotas en el torso, las extremidades y, con menos frecuencia, en el cuero cabelludo. María Dolores Sánchez Aguilar, presidenta de la sección gallega de la Academia Española de Dermatología, señala que en los niños son frecuentes los brotes en gotas “después de una infección faringoamigdalar” y subraya la importancia de “tratarla lo antes posible para combatir mejor la enfermedad y evitar repercusiones psicológicas”.