La diabetes gestacional es un mal que ataca a entre el 5% y el 7% de las mujeres embarazadas. Durante los meses de gestación pueden aparecer dificultades para mantener los niveles normales de glucosa en la sangre, por eso los especialistas siempre aplican una prueba que descarte la presencia de esta enfermedad. El tratamiento, por lo general, consiste en una dieta especial rica en carbohidratos, proteínas y grasa. Sólo en casos especiales se requiere la inyección de insulina. Si no se trata bien la diabetes gestacional, el riesgo para el bebé consiste en pequeñas complicaciones durante el parto y unas horas después del nacimiento. La madre, en cambio, puede llegar a convertirse en diabética unos años después.
Antecedentes familiares y obesidad
Los estudios indican que en España entre un 10% y un 12% de la población adulta tiene diabetes del tipo II, es decir, una enfermedad que no supone dependencia de la insulina y que puede tratarse con fármacos. En lo que respecta a la diabetes gestacional, se llama así porque aparece durante el embarazo. La padecen entre un 5% y un 7% de las mujeres embarazadas, aunque esta incidencia, según explica la endocrinóloga Ana Chico, de la Fundació Sardá Farriol de Barcelona, es poca si se compara con otros países. La mayor prevalencia, señala la doctora, se produce en Estados Unidos y tiene mucho que ver con el alto nivel de obesidad de su población.
Cuando una mujer decide quedarse embarazada por primera vez, los médicos aconsejan bajar de peso, hacer ejercicio físico y llevar a cabo una dieta saludable. Estos factores, si bien no impiden del todo la aparición de la diabetes, sí pueden aminorar el riesgo, sobre todo porque cuanto más madura es la futura madre, más posibilidades tiene de desarrollar la diabetes gestacional. De hecho, a veces ocurre que una mujer no padece este mal durante su primer embarazo pero sí durante el segundo o el tercero, pues la edad es un elemento a tener en cuenta.
Es mucho más probable que las mujeres con antecedentes familiares de diabetes o con problemas de obesidad presenten esta enfermedad en el proceso de gestación. Pero con antecedentes familiares o sin ellos, es “indispensable” una prueba que determinará los niveles de glucosa en la sangre.
La prueba de la glucosa
La prueba de la glucosa, según explica Luis Felipe Pallardo, Jefe del Servicio de Endocrinología del Hospital de La Paz, en Madrid, se conoce con el nombre de test de O`sullivan. El examen se lleva a cabo entre las semanas 24 y 28 del embarazo (entre el sexto y el séptimo mes) y consiste en la ingesta de glucosa en forma de solución oral. Una hora después, según explica la doctora Chico, se llevan a cabo extracciones de sangre a la embarazada para comprobar los niveles de azúcar. Si la glucosa es superior a los 140 miligramos por decilitro, esta paciente tiene probabilidades de desarrollar la diabetes.
Una vez se sabe que los valores de glucosa en la sangre son elevados (más de 140 miligramos de azúcar por decilitro de sangre), se procede a un segundo paso que es obligatorio. Esta fase es “más larga y pesada” y consiste, según explica la doctora Chico, en una especie de curva o test de tolerancia oral. La paciente tiene que ingerir 100 g de glucosa. Una hora después se le hace un primer examen de sangre, dos horas después otro, y tres horas más tarde otro más. Esas muestras de sangre se analizan para comprobar los niveles de azúcar. Cada segmento horario tiene unos valores que, si son superados, indican la presencia de diabetes gestacional.
Lo normal es que sea el ginecólogo el que pida la prueba cuando se alcance el sexto o séptimo mes de embarazo. Si se comprueba que hay diabetes, el especialista remitirá a la embarazada al endocrinólogo, quien se hará cargo de su tratamiento. Lo primero y fundamental es empezar una dieta “normocalórica”, es decir, no baja en calorías. Las comidas se dividen en 5 ó 6 tomas al día y tienen que incluir un 50% de carbohidratos y el resto de proteínas y grasas. Lo que se recomienda son azúcares de absorción lenta como el pan, las patatas y el arroz. Se descarta por completo la bollería.
Ambos especialistas, el doctor Pallardo y la doctora Chico coinciden en que, por lo general, con la dieta es suficiente para controlar los niveles de glucosa. “Sólo hay un 10% de pacientes para los que la dieta no funciona y tienen que inyectarse insulina, entre otras cosas porque las pastillas durante el embarazo están contraindicadas”, asegura la especialista Ana Chico.
Problemas para la madre
Una mujer a la que se le diagnostica diabetes durante el embarazo debe hacerse un examen riguroso de sus niveles de glucosa. Además de los estudios médicos, deben llevarse a cabo pruebas que determinan la cantidad de azúcar en la sangre. Los endocrinólogos les enseñan a llevar a cabo ese test, que consiste en pincharse en un dedo y poner la gota de sangre en una máquina especial que mide la glucosa. Este aparato lo suministran en algunos centros y en otros lo prestan con el compromiso del retorno. Esta prueba debe hacerse una hora después de cada comida. Un solo valor por encima de lo normal supone que la diabetes no se está controlando debidamente. Si es necesario la inyección de insulina, los médicos también explican a la paciente como debe hacerlo por su propia cuenta. La aplicación de esta hormona no tiene ningún efecto secundario para el bebé.
Los especialistas aseguran que existen más riesgos para la madre con diabetes gestacional que para los bebés. De hecho, según afirma el doctor Pallardo, existen posibilidades de que las madres puedan convertirse en diabéticas en el futuro, pues en un lapso de entre 10 y 15 años la enfermedad podría aparecer aunque no haya embarazo. Ello ocurre, dice este especialista, en un 75% de los casos.
La diabetes gestacional se suele curar una vez que se acaba el embarazo, pero aún así es “imprescindible” que la madre se repita las pruebas para comprobar que realmente ha desaparecido la diabetes. Además, es necesario tener en cuenta que si ya se ha padecido esta alteración, es bastante probable que durante el embarazo siguiente se vuelva a presentar y por eso es muy importante extremar las medidas. Otro de los aspectos en los que insiste el doctor Pallardo es que la madre puede amamantar a su hijo después del parto sin ningún temor.
Los riesgos para el bebé
Si bien no está demostrado que la diabetes gestacional incrementa el riesgo de muerte intrauterina sí está claro que el feto se ve directamente afectado por esta enfermedad. El exceso de glucosa en la sangre es absorbido por el bebé a través de la placenta. Ello hace que su organismo produzca más insulina y lo haga engordar más de lo normal. Es lo que se denomina macrosomía o aumento del peso corporal por encima de los 4 kilos.
Ante una macrosomía se podría complicar el parto y por eso algunos especialistas recomiendan la cesárea. Después de las primeras horas del nacimiento, según explica la doctora, también pueden existir pequeñas complicaciones para el bebé como hipoglucemia (una bajada de azúcar) hipocalcemia (bajada de calcio) y una tendencia a la ictericia severa. Todos estos trastornos metabólicos se producen si la glucosa no ha sido bien controlada, pero como las pruebas son indispensables, es poco frecuente encontrarse ante casos así.
Chico hace énfasis en que un bebé de madre diabética gestacional no nace con esta enfermedad. “El recién nacido no tiene riesgo de ser diabético”, afirma tajantemente esta especialista. Lo que puede ocurrir es que al crecer desarrolle la diabetes tipo II o que si es una mujer, también padezca diabetes durante el embarazo.
Durante la diabetes gestacional los especialistas también advierten de la importancia de que la madre sea disciplinada en el cumplimiento de las dietas y el tratamiento.