El dolor crónico es uno de los fenómenos más complejos de la medicina. Lo es tanto que en su abordaje participan especialistas de muchas áreas, desde la anestesiología hasta la psiquiatría. En su origen y evolución intervienen muchos factores que los profesionales han de tener en cuenta para encontrar el tratamiento preciso en cada persona. Según los especialistas, los medicamentos son solo una parte de la terapia. La implicación del paciente para corregir hábitos de vida que inciden mucho en el dolor, como el sobrepeso o el sedentarismo, son fundamentales para, al menos, aliviarlo. Los profesionales que lo tratan han actualizado esta semana sus conocimientos en el XVII Congreso de la Sociedad Española del Dolor (SED) que se ha celebrado en Bilbao. La anestesióloga María Luisa Franco, jefa de la Unidad del Dolor del Hospital Universitario Cruces (Barakaldo, Bizkaia), ha sido su presidenta.
La covid-19 ha dejado el dolor como secuela en muchas personas. ¿Se conoce ya el porqué?
No, se está investigando ahora. Muchas personas que han sufrido una infección generalizada o estrés postraumático suelen presentar después dolor. Parece que está relacionado con una sensibilización en el cerebro, el ordenador central que controla cualquier información buena o mala que recibimos.
La Organización Mundial de la Salud ha pasado a considerar el dolor como una enfermedad en sí misma. ¿Qué pronóstico tiene?
No es una enfermedad mortal, pero genera mucho sufrimiento porque afecta al individuo y a todo su entorno. El dolor crónico repercute en el ambiente familiar, social y laboral.
Un estudio reciente de la Sociedad Española del Dolor dibuja un perfil de la persona que sufre dolor crónico: una mujer, de edad media y estudios elementales. ¿El dolor tiene un sesgo de género?
Sí, por cada hombre que tiene dolor crónico hay tres mujeres que lo sufren. Afortunadamente, ahora ya se obliga por ley a que todos los estudios científicos se realicen también en ratones hembras. Hasta hace muy poco todas las investigaciones, incluidas las del dolor, se hacían en animales machos. Esto es muy importante porque no tiene nada que ver la fisiopatología y la fisiología masculina con la femenina. Sin duda, hay un sesgo de género por falta de investigación del dolor específicamente en mujeres.
La Asociación Internacional para el Estudio del Dolor lo define desde hace un año como “una experiencia sensorial y emocional”. ¿Hasta ahora se valoraba poco al factor emocional?
Es un pilar fundamental y es cierto que hasta hace muy poco se le daba escasa importancia. El aspecto emocional estaba muy minusvalorado, y esto se ha corregido. De hecho, las unidades de dolor avanzadas cuentan con profesionales de salud mental. Hay que tener en cuenta que la respuesta que da el cerebro a toda la información que le llega depende de muchos factores y deben ser tenidos en cuenta. En esa respuesta intervienen la memoria, las experiencias pasadas, la personalidad y también los aspectos emocionales.
¿Por qué son importantes las unidades del dolor en los hospitales?
Porque se investiga y se trata el dolor crónico. Es un problema complejo y disponer de unidades multidisciplinares para tratarlo es muy importante. Disponen de especialistas en neurología, fisioterapia o salud mental, entre otras, porque hay muchas ramas de la medicina que ayudan a la investigación y el tratamiento del dolor.
¿Qué es lo más difícil en el abordaje del dolor crónico?
El diagnóstico. Los pacientes tienen dolor, pero a veces no se sabe la causa. Es clave llegar a un diagnóstico para poner un tratamiento que sea eficaz. Remedios tenemos muchos, pero el problema es acertar con el remedio que le vaya bien a ese paciente.
Hay personas que conviven mucho tiempo con el dolor crónico. ¿Pueden albergar la esperanza de que llegue a tener cura?
La esperanza no se puede perder nunca. Que la desesperanza se instale en una persona ya es un factor de cronificación para que el dolor se perpetúe. Hay que mandar un mensaje positivo, pero también nos hemos pasado un poco diciendo que en pleno siglo XXI nadie tenía que tener dolor. Para abordar el problema el paciente tiene que implicarse en todos los sentidos. El tratamiento no es pasivo. En el dolor no oncológico, que es el mayoritario en las unidades especializadas, la implicación del paciente es una pieza fundamental en el tratamiento.
En el congreso hay una sesión titulada ‘Quien mueve las piernas, alivia el dolor’. ¿Es tan clara la influencia del ejercicio físico?
En el dolor no oncológico, sí. Cuanto antes se active el paciente y se incorpore a su vida ordinaria, mejor. En el dolor musculoesquelético, si la persona que lo sufre no se mueve, es muy difícil que se cure. El ejercicio continuado es una parte imprescindible del tratamiento.
En otra de las sesiones se aborda el papel del cannabis en el tratamiento. ¿Qué efecto tiene y cuál es su potencial?
El uso del cannabis es un tema estrella, pero está todavía en pañales. De hecho, la marihuana tiene cientos de componentes con efectos en el organismo, creo que van por mil, pero solo se ha investigado sobre unos pocos.
En EE. UU. el abuso de los medicamentos más potentes, los opiáceos, ha generado problemas de adicción. ¿Hay un uso cada vez más irresponsable de determinados medicamentos?
Sí. El uso de los opiáceos ha sido muy importante porque ha permitido a muchos pacientes liberarse del dolor, sobre todo oncológico, pero también del dolor crónico no oncológico. El problema es que se le perdió un poco el respeto y empezó una prescripción masiva en algunas especialidades. Hay sustancias que tienen un poder adictivo mayor que el de la morfina y, sin querer, se ha abusado de ellas.
Hasta el 20 % de la población mundial sufre dolor y el porcentaje sigue creciendo. ¿Nuestros antepasados toleraban más el dolor? ¿Somos ahora más quejicas?
Vivimos una vida acomodada donde priman valores como el placer y la idea de que no hay que sufrir. Por otra parte, los medios de comunicación nos han bombardeado con la idea de que en el siglo XXI no hay que tener dolor y que en las unidades de los hospitales te pueden dar medicación que resuelvan el problema. Eso es cierto, pero solo en parte, porque se ha creado una corriente de que cualquier cosa se puede tratar con medicación.
¿Los analgésicos han sido uno de los grandes inventos de la medicina?
Sin duda. Solo un ejemplo: acabamos de celebrar el centenario del descubrimiento de la anestesia epidural que ha tenido una influencia decisiva en el desarrollo de los procedimientos quirúrgicos. Por cierto, su descubridor fue un médico militar de Huesca, Fidel Pagés.
El exceso de peso es un factor determinante en el dolor crónico. Hay una razón científica detrás, como explica María Luisa Franco: “En la obesidad cada bolita de grasa, cada adipocito, es una fábrica de sustancias tóxicas que influyen en muchos procesos como el dolor”. Por eso una de las primeras medidas para abordarlo es intentar que el paciente adelgace. “Siempre que un paciente con sobrepeso u obesidad pierde peso, mejora su dolor crónico”, apunta la especialista.
La ventaja del exceso de peso es que es un factor sobre el que se puede intervenir. Hay otros que juegan un papel muy importante que requieren una intervención multidisciplinar. “Es muy difícil cambiar todos los condicionantes de la vida. Tratamos a pacientes que han sufrido agresiones, que están en paro o se les ha muerto un hijo. Eso no está en nuestra mano cambiarlo. Por eso es tan importante la intervención de los especialistas en salud mental”, apunta la doctora Franco.