Muchos estudios ya han demostrado la influencia de la contaminación atmosférica urbana en el desarrollo de enfermedades, sobre todo las del sistema respiratorio y del cardiovascular. Sin embargo, ante un incendio como el acaecido hace pocas semanas en el cementerio de neumáticos que comparten Seseña (Toledo) y Valdemoro (Madrid), el humo que se genera por la quema de caucho libera sustancias cuya inhalación puede repercutir de forma seria en la salud, sobre todo de ancianos, bebés y embarazadas. A continuación, se detallan qué consecuencias tiene para la salud inhalar humo procedente de los incendios o la contaminación atmosférica.
A principios del mes de mayo saltaba la alarma en un municipio cercano a la ciudad de Madrid. El incendio en un gigantesco cementerio de neumáticos situado entre Valdemoro (Madrid) y Seseña (Toledo) ha provocado uno de los desastres ecológicos más importantes de los últimos años. La magnitud de las llamas y del humo llevaron a que los gobiernos de las comunidades afectadas, Castilla-La Mancha y Madrid, activaran los niveles de alerta 2 y 1, respectivamente, se cortaran durante horas los accesos por carretera y, por el potencial peligro que suponía la nube de humo generada por la quema de tal cantidad de caucho para los habitantes de las zonas cercanas, se cerraron escuelas y desalojaron a los vecinos con más riesgo de verse afectados.
Los posibles efectos a corto plazo que puede producir un fuego como este, son: molestias oculares, irritación de las vías aéreas, sobre todo en personas que sufran alergias, asma u otras enfermedades respiratorias crónicas, como EPOC (enfermedad pulmonar obstructiva crónica), que pueden ver agravada su patología, el desarrollo de neumonías e, incluso, trastornos digestivos. Sin embargo, si la exposición ha sido muy intensa, también pueden tener repercusiones a largo plazo en población vulnerable.
Quema de neumáticos: un humo peligroso
La quema de caucho libera hollín e hidrocarburos aromáticos policíclicos (HAPs o PAHs).
La contaminación atmosférica está relacionada con el infarto agudo de miocardio, el ictus y la descompensación de la insuficiencia cardiaca
El hollín es un subproducto de la combustión incompleta de materiales orgánicos -que contienen carbono- como la madera, el aceite de combustible, los plásticos y otros desechos provenientes de los hogares. El Instituto Nacional del Cáncer de EE.UU. (NIH) advierte de que este polvo fino de color oscuro puede contener carcinógenos como arsénico, cadmio y cromo, que se introduce en el cuerpo por inhalación, ingestión o absorción a través de la piel.
Los HAPs son un grupo de más de un centenar de sustancias químicas que se forman también por la combustión incompleta del carbón, gasolina y basuras, pero también por la de sustancias orgánicas -como tabaco y alimentos cocinados en la parrilla con fuego directo-, según la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos. También se pueden encontrar en el alquitrán, el petróleo crudo y en la creosota (un aceite viscoso y cáustico que se utiliza para proteger la madera o en procesos de metalurgia, aunque también para fabricar tinturas y pesticidas), entre otros. De entre los más de 100 HAPs, algunos, como los benzopirenos, se ha demostrado que tienen relación con el desarrollo de cáncer y están clasificados como «probable carcinogénico» por la Agencia Internacional de Investigación sobre el Cáncer (IARC).
Repercusión de los incendios sobre la salud
También los fuegos que arrasan bosques y montes, además de la pérdida de masa forestal, fauna, cultivos y, a veces incluso, vidas humanas, tienen repercusiones en la salud. Un estudio publicado llevado a cabo por expertos de la Universidade de Santiago de Compostela, publicado en Environmental Health en 2011, ya advertía de las enormes consecuencias que puede suponer el humo de la combustión para las personas, según su grado de exposición.
Tras los incendios que quemaron el 11% de la masa forestal de Galicia en 2006, se observó un incremento del 10% entre los hombres y del 12% entre las mujeres de medicamentos para el tratamiento de diversas patologías respiratorias (asma, EPOC, bronquitis). Este aumento se relaciona con la vulnerabilidad de las personas mayores que sienten mayor dificultad para respirar, sobre todo, si en el aire sube la concentración de partículas finas (PM 2,5).
La polución afecta más allá del sistema respiratorio. Las denominadas partículas finas -las PM 2,5, que son las más pequeñas y más nocivas, permanecen en el aire más tiempo y se pueden trasladar a mayores distancias- pueden afectar a otros sistemas del organismo. Se las relaciona con el infarto agudo de miocardio, el ictus y la descompensación de la insuficiencia cardiaca.
Hace unos años, un equipo del Centre for Environmental Sciences de la Hasselt University (Bélgica) publicaba en The Lancet los resultados de un estudio que concluía que, entre todos los factores conocidos que pueden favorecer un evento cardiaco, en primer lugar se encontraba la contaminación urbana, seguido de los esfuerzos físicos y el consumo de alcohol.
En la misma línea, un informe presentado este mismo año en la Asociación Estadounidense para el Avance de la Ciencia en Washington (EE.UU.) señala datos alarmantes sobre la asociación de la contaminación del aire y la mortalidad: la polución -en el aire libre y en los espacios interiores- es el cuarto factor de riesgo de muerte en el todo mundo, por detrás de la hipertensión, la alimentación inadecuada y el tabaquismo. En este sentido, la Organización Mundial de la Salud (OMS) advierte de que cada año fallecen más de cuatro millones de personas de manera prematura por enfermedades atribuibles a la contaminación de los espacios cerrados -como los hogares- a consecuencia del uso de combustibles sólidos. También apunta que cerca del 50% de las muertes en menores de cinco años están provocadas por partículas inhaladas en interiores contaminados.