Enfermedades inflamatorias intestinales en aumento

Sean de origen genético o a partir de factores medioambientales, estas dolencias intestinales tienen consecuencias graves, sobre todo, en los más pequeños
Por Núria Llavina Rubio 27 de junio de 2011
Img enfermo
Imagen: Judi Cox

Diarreas, dolores abdominales, de espalda, musculares y articulares, problemas dermatológicos o pérdida importante de peso son algunas de las señales que pueden indicar una patología inflamatoria intestinal, como la enfermedad de Crohn o la colitis ulcerosa. Son patologías incurables, crónicas y degenerativas. Para concienciar a la sociedad, el pasado 28 de mayo se celebró el día mundial dedicado a estas afecciones que cada vez se relacionan más con población infantil y que tienen un gran impacto clínico, social y emocional.

El pasado 28 de mayo se celebró el Día de la enfermedad inflamatoria intestinal (EII), un grupo de trastornos inflamatorios, de causa desconocida, que afectan al aparato gastrointestinal y engloban dos patologías definidas: la enfermedad de Crohn y la colitis ulcerosa. Aunque hasta el 25% de los pacientes conocen el diagnóstico entre los 15 y los 20 años, a menudo se considera una afección de adultos que rara vez se tiene en cuenta en pediatría. En España, en los últimos 20 años se ha duplicado la incidencia y se ha pasado de 10,5 casos a 21 por cada 100.000 habitantes.

Entre estas cifras figuran cada vez más menores de 5 años, de acuerdo con investigadores del Johns Hopkins Children’s Center (EE.UU.). Además, debido a que a menudo los indicios de alerta tardan en detectarse, muchos niños acuden a los gastroenterólogos después de meses de repetidas visitas a sus médicos de atención primaria, con síntomas que se atribuyen por error a una gastritis viral u otras patologías gastrointestinales.

Síntomas tardíos con efectos emocionales

Frecuentes diarreas con múltiples deposiciones diarias (en ocasiones, con sangre y mucosidad); incontinencia fecal; dolor abdominal constante, de espalda, renal, muscular y articular; problemas dermatológicos; fístulas anales y vaginales muy molestas y resistentes al tratamiento; y pérdida de apetito que provoca disminución de peso y estado general de debilidad, que se agrava por anemia, fiebre y absorción deficiente de los nutrientes esenciales.

Algunos pacientes requieren fármacos de forma constante y nunca alcanzan una remisión completa de su enfermedad

Estos son los síntomas principales que alertan de una EII, bien sea enfermedad de Crohn o colitis ulcerosa, dos de las principales enfermedades englobadas en el concepto, ambas causadas por la inflamación de parte del tubo digestivo. Se diferencian sobre todo en la localización del daño. La primera afecta más al final del intestino delgado (el ilion) y el principio del intestino grueso (el colon), aunque también puede afectar a cualquier parte del sistema digestivo. Por otro lado, la colitis ulcerosa se limita al colon.

La sintomatología es recidivante, es decir, alterna períodos en los que el afectado se encuentra mal (brotes) con otros en los que los síntomas remiten. Esto ocasiona que haya días en que el paciente no tiene molestias y otros en los que es incapaz de llevar a cabo actividades cotidianas. Los brotes son impredecibles y generan, en ocasiones, angustia y miedo. Pueden limitar las tareas cotidianas del enfermo y afectar a su vida social.

En cuanto al tratamiento, algunos pacientes requieren fármacos de forma constante y nunca alcanzan una remisión completa. Incluso, en algunos casos resistentes al tratamiento farmacológico, debe recurrirse a la cirugía, irreversible, que obliga a una ostomía (abertura entre dos órganos).

Graves consecuencias a largo plazo

Estas enfermedades inflamatorias, sean de origen genético o a partir de factores medioambientales, pueden tener consecuencias graves a largo plazo, algunas de ellas limitantes, sobre todo en edades infantiles. Los pacientes pediátricos pueden realizar menos ejercicio, según un estudio reciente publicado en la revista «The Journal of Pediatrics» bajo el título «Exercise Capacity in Pediatric Patients with Inflammatory Bowel Disease».

Además, los afectados tienen el doble de riesgo de desarrollar tromboembolismo venoso, en comparación con la población general, según un reciente estudio estadounidense publicado en la revista «Gut» y llevado a cabo a finales de 2010 en casi 50.000 personas. En este trabajo también se corroboró la idea de que los niños que la padecen muestran un deterioro de la capacidad de ejercicio aeróbico y anaeróbico, incluso cuando están en remisión.

Avances importantes

En el Día mundial de la EII se ha hecho hincapié en la necesidad de dar apoyo a la investigación de estas patologías. Aunque, de momento, no hay tratamiento curativo, los programas de investigación y educación disponibles mejoran la salud y la calidad de vida de los afectados. Investigadores de la Universidad de Yale (EE.UU.) han publicado en la revista «Cell» un artículo en el que descubren (en ratones) un «sensor» hasta ahora desconocido, que regula la composición de la flora intestinal (conjunto de bacterias localizadas en el intestino).

Una alteración de esta regulación provoca una modificación drástica en el equilibrio del ambiente intestinal, lo que permite el crecimiento de bacterias concretado en forma de colitis ulcerosa o la enfermedad de Crohn. Según los investigadores, el descubrimiento podría tener profundas implicaciones en la comprensión sobre cómo se inician las EII y cómo la microflora interviene en su génesis, además de las posibilidades hacia nuevos enfoques para la prevención y el tratamiento.

ÚLCERAS RECURRENTES

Entre las muchas intervenciones de los especialistas, con motivo del reciente Día mundial de la salud digestiva, una de ellas relacionó las úlceras bucales o aftas con las enfermedades inflamatorias intestinales. Las aftas se generan ante cualquier problema digestivo, en general por una bajada de las defensas. Tanto como síntoma inicial de patologías que cuesta diagnosticar, como por ser una afectación que puede empeorar cualquier otra afección subyacente (caries, vómitos…), los especialistas recomiendan realizar una analítica en sangre para discernir las causas de su desarrollo. La justificación es que cualquier tipo de patología bucal influye a largo plazo en el aparato digestivo a todos los niveles. Una mala oclusión dental (no morder bien) o la falta piezas dentales impactan en la digestión y en todo el sistema digestivo.

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