Con la llegada de la época otoñal muchas personas sienten tristeza y cansancio. En este cambio, que viene propiciado por el paso de las vacaciones a la rutina, tiene también un papel importante la reducción en la intensidad y las horas de luz. Así como la luz del sol, según las estaciones, interviene en las actividades de los animales, también puede afectar a los seres humanos y modificar su reloj biológico e influir en la vida cotidiana. En este artículo se explica qué es el trastorno afectivo estacional y qué otras enfermedades pueden rebrotar en los meses otoñales.
Trastorno afectivo estacional, algo más que melancolía
Ya lo decía Hipócrates: «En todas las estaciones aparecen enfermedades de toda especie, pero hay dolencias que son más frecuentes y graves en unos tiempos que en otros». Con el otoño llega la melancolía y la reagudización de problemas de salud que habían permanecido latentes. Esta alteración en el ánimo, conocida como trastorno afectivo estacional (TAE), está relacionada con cambios a nivel de la melatonina, una hormona que participa en una gran variedad de procesos neuroendocrinos, como el ritmo de sueño-vigilia y los estados de ánimo. Una de las características más relevantes de la Helicobacter pylori, una bacteria cuya erradicación permite curar la mayoría de los casos. Es en estas situaciones, en que la úlcera está relacionada con la presencia de la bacteria, cuando se producen los brotes estacionales.
Aunque se desconoce el motivo, los pacientes con úlcera péptica también sufren recaídas sintomáticas durante la primavera y el otoño
La ingestión de antiinflamatorios es la segunda gran causa de úlceras pépticas, con fases de actividad que coinciden con los momentos de ingestión de los fármacos.
En general, cuando una úlcera evoluciona con brotes de exacerbación después de una temporada sin síntomas, los pacientes intentan relacionar estas recaídas con estrés o con el consumo de algunos alimentos o bebidas, pero no puede afirmarse que sean factores desencadenantes de los brotes ulcerosos, aunque sí pueden provocar una mayor percepción de los síntomas.
Hace años se consideraba que la dieta constituía uno de los pilares fundamentales del tratamiento de la úlcera péptica. Sin embargo, no parece tan importante; lo que sí influye es el hábito tabáquico, que retrasa la curación e influye en las recidivas.
La evolución de enfermedad ulcerosa puede llevar consigo ciertas complicaciones potencialmente graves. Una de las más frecuentes son las hemorragias, que se estima que las padecen el 25% de los afectados en algún momento de la evolución de la enfermedad, ya sea de forma aguda o crónica.
La técnica de elección para el diagnóstico y el seguimiento de la enfermedad ulcerosa es la endoscopia digestiva. Dado que el 90% de las úlceras son positivas a Helicobacter pylori, si se confirma el diagnóstico, hay que realizar tratamiento con antisecretores y antibióticos para erradicar la bacteria. En la actualidad, la enfermedad ulcerosa tiene muy pocas indicaciones de cirugía.
Muchos piensan que con el fin de la primavera y del verano se acaban las pesadillas para los alérgicos, pero la realidad es muy diferente. Alérgenos como los ácaros del polvo no solo no desaparecen con la llegada del otoño, sino que es precisamente en los meses otoñales cuando las condiciones de humedad y temperatura facilitan su proliferación. El inicio de las lluvias con el consiguiente incremento de la humedad ambiental, la puesta en funcionamiento de las calefacciones y una menor ventilación de las viviendas hacen posible que los ácaros mantengan su ciclo vital y agudicen los procesos alérgicos.
Los ácaros son unos organismos microscópicos que viven en el polvo doméstico, en concreto, en sábanas, edredones, mantas, sillones, almohadas, alfombras, cortinas, tapicerías, peluches y colchones. Sus excrementos se encuentran inicialmente solidificados y unidos a las fibras del tejido pero, con el tiempo, se deshacen en partículas más pequeñas que se localizan en el polvo de la casa.
Aunque los ácaros son inofensivos para el ser humano, sus residuos fecales poseen un elevado poder alergénico. La inhalación de partículas proteicas, presentes en sus heces y en menor medida en su cuerpo, son causa de rinitis y asma alérgicas. Se estima que los ácaros son el agente ambiental que con más frecuencia provoca alergia respiratoria en el mundo.
Para reducir su presencia y disminuir los síntomas de rinitis y asma, así como las necesidades de medicación y las enfermedades asociadas, es importante una limpieza exhaustiva sin levantar polvo (y, sobre todo, en ausencia del afectado), la ventilación diaria (en particular del dormitorio) y evitar todo lo que puede facilitar la acumulación de polvo (moquetas, alfombras y peluches).