La lluvia, el frío o las bajas presiones ocasionan ciertos malestares en muchas personas, sobre todo, si padecen alguna enfermedad reumática. Muchos señalan que les provoca aumento del dolor o de la rigidez de las articulaciones. Los dos procesos más afectados por los fenómenos atmosféricos son el fenómeno de Raynaud y los cuadros de dolor miofascial. En este artículo se explica cómo influye la meteorología en las patologías reumatológicas y se aportan algunos consejos para sobrellevar mejor los días de mal tiempo en caso de sufrir síndrome de Raynaud o dolor miofascial.
Meteorología y enfermedades reumáticas
El frío, el viento, la lluvia, la variación de las temperaturas, las bajas presiones, el calor extremo, la densidad del aire… son multitud los fenómenos atmosféricos que tienen cierta influencia en la salud y el bienestar de las personas. Quienes son muy sensibles pueden notar que se avecina un cambio de tiempo, porque les duele una antigua fractura o una cicatriz. Cada vez son más los expertos que le dan más importancia al influjo de la meteorología sobre la salud y la enfermedad. Incluso, aunque la Real Academia Española no la contempla, algunos psicólogos utilizan el término «ciclonopatía» para describir la sensación de malestar que se experimenta por cambios de tiempo o de la presión atmosférica.
Quienes son muy sensibles pueden notar que se avecina un cambio de tiempo, porque les duele una antigua fractura o una cicatrizDe la misma manera, se conoce que hay factores atmosféricos que agravan los síntomas de ciertas enfermedades, como sucede en las dolencias reumatológicas. No obstante, la Sociedad Española de Reumatología (SER) advierte que no son la causa de estas patologías, sino que las personas sienten más síndrome de Raynaud se caracteriza por comprender tres fases (palidez, morada y roja) consecuencia de los cambios vasculares. «El fenómeno de Raynaud es una alteración de la coloración de la piel de los dedos de manos y/o pies desencadenada por las bajas temperaturas. En las personas que lo padecen, cuando bajan las temperaturas, las arterias que llevan la sangre a los dedos se cierran, en un mecanismo exagerado de guardar el calor corporal y, como consecuencia de la falta de riego sanguíneo, la piel se pone pálida», explica el Dr. Jesús Tornero, portavoz de la Sociedad Española de Reumatología y jefe de Sección de Reumatología del Hospital Universitario de Guadalajara. «Después, por el estancamiento y la falta de oxigenación, la sangre acumulada se vuelve muy oscura y el dedo se pone azulado. Cuando se recupera la temperatura y la sangre llega de nuevo a los dedos, la piel de estos se torna roja», añade este experto.
En más de la mitad de los casos el fenómeno de Raynaud es primario; es decir, que no está relacionado con otra enfermedad. Suele darse en mujeres jóvenes. «Si la persona se abriga bien, no fuma y evita la exposición a temperaturas extremas, no tiene mayor repercusión. No se aconseja que los afectados trabajen en cámaras frigoríficas ni a la intemperie, o que viajen a latitudes extremas o suban a picos altos de montañas en invierno», señala el especialista, que añade que tampoco son demasiado recomendables la práctica del esquí ni del patinaje u otro deporte que se realice sobre hielo.
El dolor miofascial es habitual en la zona que corresponde a la espalda, el cuello y los hombros. Se caracteriza por un dolor constante que puede darse en la zona cérvico-craneal, la zona de la escápula y la zona lumbar, y que puede alcanzar incluso el músculo del glúteo. Su origen hay que buscarlo en tendinitis, bursitis y otros síndromes que pueden afectar a tejidos blandos (músculos, tendones, grasa o vasos sanguíneos) o a una mezcla de ellos. Las causas más frecuentes son una mala postura, ejercer movimientos repetitivos que incluyan esta área, tensión en los tejidos blandos debido a una articulación o hueso mal posicionado, u otras dolencias como artritis reumática o gota e, incluso, por reacción alérgica a un medicamento.
El tratamiento se basa en aliviar el dolor y la inflamación y evitar las recurrencias. El especialista suele indicar una combinación de descanso, antiinflamatorios, aplicación de frío (las primeras 48 horas) y calor (a largo plazo). En ocasiones, también recomienda aparatos ortopédicos que permiten descansar el área afectada hasta que disminuya el dolor, aunque no hay que abusar de ellos, ya que si no, a la larga, se ven afectadas la movilidad y la fuerza.