Epilepsia

Una enfermedad tan común como desconocida
Por María Rodríguez 20 de septiembre de 2004

La epilepsia es una de las enfermedades cerebrales más comunes en nuestra sociedad. Estudios llevados a cabo por la Organización Mundial de la Salud y el Buró Internacional de Epilepsia estiman que entre un 1% y un 2% de la población sufre esta enfermedad, siendo los más afectados los niños, jóvenes menores de 20 años y ancianos. Uno de los principales problemas a los que se enfrentan los epilépticos viene dado por el desconocimiento que existe de este mal en la sociedad. Se trata de una enfermedad malentendida que provoca miedo, secretismo e incluso la marginación de quienes la sufren.

¿Qué es la epilepsia?

A finales de la década de los 90, en la Declaración Europea de Epilepsia, firmada por la OMS y más de un centenar de profesionales, se calculaba que al menos 40 millones de personas sufrían epilepsia, de las cuales 6 millones eran europeas. Además, se estimaba que las cifras aumentarían considerablemente en los próximos años.

Aunque puede ser considerada una enfermedad común, son muchas las incógnitas y los falsos mitos que la rodean. “Uno de los más comunes es el que confunde la crisis epiléptica con la epilepsia: la primera es resultado de una descarga neuronal incontrolada de manera aislada. Cualquier persona en determinadas circunstancias puede sufrirla sin que ello signifique que se es epiléptico. Por ejemplo, una bajada de glicemia en una persona diabética puede provocarle una crisis. Como también la pueden provocar algunos fármacos, el abuso de drogas o una infección cerebral”, explica el doctor Eloy Elices, neurólogo de la Clínica Sagrada Familia de Barcelona y especialista en el diagnóstico y tratamiento de epilepsias.

¿Qué es la epilepsia y a quién afecta? Se trata de un trastorno del sistema nervioso central, provocado por un aumento de la actividad neuronal en el cerebro. Afecta a todas las edades, aunque se produce sobre todo en la infancia, adolescencia y edad madura, y en los países en vías de desarrollo su aparición se debe a los problemas obstétricos y las infecciones del sistema nervioso. “Sin embargo, la posibilidad de desarrollar una epilepsia nunca es cero”, explica el doctor Elices.

¿Cuáles son sus causas? Son múltiples. Sin embargo, “entre el 30% y el 35% son desconocidas, mientras que en un 70%-75% de los casos se deben a factores perinatales”, explica el doctor Francisco Villarejo, jefe del Servicio de Neurocirugía del Hospital Niño Jesús de Madrid. Las más comunes hacen referencia a problemas en el parto, enfermedades metabólicas, traumatismos craneales importantes, tumores cerebrales, meningitis o aneurismas.

¿Son diferentes las causas según la edad? Sí. En edades maduras es más habitual que se desencadene la epilepsia como consecuencia de problemas vasculares cerebrales, mientras que en la infancia viene provocada por problemas durante el embarazo, el parto o enfermedades del metabolismo. “Lo que se debe tener en cuenta es que no todos los casos son iguales. Por ejemplo, existen casos en los que la enfermedad es hereditaria y otros en lo que no”, aclara el doctor Julio Albisua, miembro de la Unidad de Epilepsia de la Fundación Jiménez Díaz.

¿Cuáles son los síntomas de la epilepsia? Los síntomas se pueden presentar en forma de sensaciones, llamadas auras que sólo el paciente puede notar, y también de desconexiones del medio ambiente, mareos, risa nerviosa o episodios en los que el enfermo habla sin que apenas se le entienda. “Sólo un 40% de las crisis son del tipo generalizadas tónico clónicas con episodios de caídas bruscas al suelo, convulsiones o rigidez generalizada de todo el cuerpo”, comenta el doctor Elices.

¿Cuáles son los tipos de crisis o ataques más comunes? Las crisis se dividen en dos grandes grupos: las crisis parciales o focales y las crisis generalizadas. Las primeras pueden ser crisis parciales simples en las que no hay alteración de conciencia y sus signos son motores, sensoriales y psíquicos; crisis parciales complejas en las que se produce una alteración de la conciencia; y crisis parciales que progresan a secundariamente generalizadas. El segundo gran grupo es aquel donde se incluyen las crisis tónico-clónicas (con convulsiones), crisis de ausencia (sobre todo, se dan en la infancia), crisis tónicas y atónicas.

¿Cuánto dura un ataque? “La duración oscila entre uno y tres minutos”, explica el doctor Villarejo, aunque después del mismo, el paciente puede permanecer más tiempo dormido o confuso.

Qué hacer ante un ataque

Tanto los profesionales como los pacientes y familiares de los mismos coinciden en subrayar que es fundamental mantener la calma, aunque en algunas ocasiones, sobre todo en los primeros ataques, no suele ser fácil. “Si para los enfermos ya es duro, para los familiares aún lo es más”, explica Ana Isabel, epiléptica desde los dos años y presidenta de la Asociación Aragonesa de Epilepsia.

Ante un ataque los expertos recomiendan:

  • No asustarse. Mantener la calma.
  • Tumbar al enfermo en el suelo, colocarle de medio lado y desabrocharle cuello de la camisa o corbata para evitar que le opriman. “Durante muchos años se dijo que había que meter un trapo en la boca para que el enfermo no se mordiera la lengua. Pero es falso”, explica el doctor Albisua.
  • Asegurarse que tiene la vía aérea libre (sin comida).
  • Si tiene dentadura postiza, retirársela.
  • No sujetarle, puesto que se pueden producir lesiones como luxaciones de hombro y fracturas óseas.
  • Cuando finalice la crisis, limpiar las secreciones respiratorias y permanecer con el paciente hasta que se haya recuperado.

Se debe acudir a un hospital si…

  • El enfermo sufre varias crisis seguidas: ‘estatus epiléptico’.
  • Si es la primera crisis.
  • Si la paciente está embarazada.
  • Si el paciente ha tenido un traumatismo importante.

Con el fin de minimizar al máximo estos ataques, los enfermos epilépticos deben ser extremadamente rigurosos con el tratamiento que les imponen los profesionales y con el estilo de vida. “Deben dormir al menos siete horas diarias, preferiblemente por la noche, no tomar drogas, alcohol ni bebidas estimulantes”, aconseja el doctor Villarejo. Siguiendo estas pautas, “la mayoría de los enfermos pueden y deben llevar una vida normal”, recalca el doctor Elices.

Fármacos y cirugía

Vivir una existencia ‘normal’ es posible en el 80% de los casos gracias a los fármacos, “el tratamiento más habitual de la enfermedad”, explica el doctor Albisua, quien añade que con ellos (hay muchos y no siempre los resultados se consiguen a la primera) la gran mayoría de los epilépticos se controlan y no sufren crisis. El otro 20% restante padecen lo que se denomina epilepsia fármacorresistente.

“Como todos los medicamentos, los utilizados para controlar las crisis epilépticas también tienen efectos secundarios, de ahí que los enfermos no podamos en muchos casos conducir y tengamos otras limitaciones. Por lo que necesitamos aún más ayuda social de la que existe en estos momentos”, explica Luis Ors, de la Sociedad Andaluza de Epilepsia. Además, debido a estos efectos secundarios conviene que las mujeres embarazadas recurran a una monoterapia, según explica el doctor Francisco Villarejo; a la toma de un solo medicamento y de suplementos vitamínicos como el ácido fólico.

En el caso de que la medicación no ayude a evitar la crisis, la solución puede encontrarse en la cirugía.”Entre un 50% y un 70% de los pacientes intervenidos quedan libres de crisis tras la cirugía. Especialmente favorable es el pronóstico postquirúrgico en aquellos pacientes con epilepsia temporal fármacorresistente, donde ya se ha demostrado la superioridad de la cirugía frente al mantenimiento único del tratamiento farmacológico”, asegura el doctor Elices.

Hasta hace unos años, la media de duración de la epilepsia antes de la valoración quirúrgica superaba los 10 ó 15 años, sin embargo, en esos momentos, los profesionales abogan por que la valoración se realice en cuanto al paciente se le reconozca la epilepsia resistente a los medicamentos (entre dos y cuatro años). Además “no hay un límite de edad, aunque lógicamente éste es un factor que también se valora durante el estudio del paciente”, indica el doctor Albisua.

Las pruebas a las que debe someterse el enfermo antes de operarse son muchas, aunque cada caso concreto precisa de un estudio diferente. “Las más comunes son una resonancia de alta definición, el estudio vídeo-EGG; el registro por medio de vídeo y EGG simultáneo de las crisis del paciente a fin de localizar el foco originario de las crisis epilépticas”, explica el doctor Elices, y un estudio neuropsicológico específico.

Con este exhaustivo estudio previo se obtienen los siguientes resultados:

  • Confirmar que el paciente sufre crisis epilépticas. “Hasta un 20% de los pacientes que se considera que tienen una epilepsia fármacorresistente tienen otra patología que se asemeja a las crisis epilépticas”, detalla el doctor Elices.
  • Localizar con la mayor precisión posible el origen de las crisis.
  • Valorar que la resección de esa región cerebral no le supondrá problemas al paciente.
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