La fibrosis quística es la enfermedad hereditaria minoritaria más frecuente en la Unión Europea: afecta a una de cada 3.500 personas. Se caracteriza porque ataca los sistemas del organismo que producen secreciones, sobre todo, pulmones y sistema digestivo. A pesar de que no hay un tratamiento curativo, el desarrollo de nuevos fármacos ha permitido aumentar la supervivencia de los afectados y ha pasado a ser una enfermedad crónica cuyas medidas terapéuticas, además de las medicinas, son la fisioterapia respiratoria y el soporte nutricional. En este artículo se describe la fibrosis quística, dolencia que suele manifestarse en la infancia aunque, a veces, la variabilidad de los síntomas retrasa el diagnóstico hasta entrada la edad adulta.
La fibrosis quística es una enfermedad crónica degenerativa. Según la Federación Española de Fibrosis Quística, en España afecta a uno de cada 5.000 nacidos vivos, a pesar de que uno de cada 35 habitantes son portadores sanos de la enfermedad. Desde la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica, SEPAR, estiman que su prevalencia varía en los distintos países y que la media en Europa es de un caso cada 3.500 individuos.
Esta enfermedad minoritaria por su baja incidencia ataca los sistemas del organismo que producen secreciones y causa un espesamiento del contenido de agua, sodio y potasio que obstruye los canales de eliminación y produce inflamaciones e infecciones. Por ello, se ven afectados hígado, pulmones, páncreas y sistema genitourinario.
Aunque los avances científicos en este campo son notorios, todavía no se ha descubierto un tratamiento curativo y, a menudo, cuando esta dolencia está muy evolucionada, se hace necesario someterse a trasplantes de pulmón e hígado. En los últimos años, debido al diagnóstico precoz y a la instauración del tratamiento, ha pasado de ser una enfermedad infantil mortal a una enfermedad crónica que afecta a múltiples órganos. Aun así, la esperanza de vida ronda los 40 años.
Tratamiento de la fibrosis quística
El tratamiento de la fibrosis quística se debe coordinar desde un equipo multidisciplinar que aglutine a distintas personas, como médicos, enfermeras, fisioterapeutas, nutricionistas y psicólogos, entre otros profesionales.
Se centra en tres pilares: la profilaxis y tratamiento de las infecciones con antibióticos; la fisioterapia respiratoria y el entrenamiento físico para mantener la capacidad pulmonar y prevenir deformidades de la caja torácica; y el soporte nutricional, ya que estos pacientes son susceptibles, por la propia enfermedad, a sufrir problemas de malnutrición y hay que lidiar con las alteraciones del apetito, digestivas y pancreáticas secundarias.
Se utilizan también fármacos mucolíticos, antiinflamatorios, broncodilatadores, oxigenoterapia y ventilación respiratoria no invasiva.
Cuando la enfermedad evoluciona y pone en peligro la vida del enfermo, hay la alternativa del trasplante de pulmón y de hígado.
Terapia génica para la fibrosis quística
La investigación con terapia génica aporta resultados esperanzadores para revertir la fibrosis quística
Un consorcio británico formado por investigadores y médicos del Imperial College London, la Universidad de Oxford y la Universidad de Edimburgo ha invertido diez años en la investigación de una terapia génica que pueda curar la fibrosis quística. Aunque el estudio parece que va por buen camino, los expertos avisan de que aún faltan años para que este tratamiento esté disponible.
La terapia consiste en producir un fragmento de ADN con el gen afectado por la enfermedad pero sin la mutación que hace que la fibrosis se manifieste. Mediante liposomas, se introduce en la membrana de las células del epitelio pulmonar, para que produzca la versión correcta de la proteína afectada y reviertan los síntomas.
Ejercicio físico en la fibrosis quística
Una revisión, publicada por ‘The Cochrane Collaboration’, de J. Bradley y F. Moran, sobre el entrenamiento físico para mejorar la capacidad de ejercicio en los afectados por fibrosis quística, aporta algunas pruebas que indican que los beneficios del entrenamiento se mantienen incluso después que haber finalizado, aunque los especialistas no tienen claro por cuánto tiempo. Pero sí creen que es poco probable que la práctica habitual realizada durante menos de un mes aporte beneficios. En la revisión se incluyeron siete estudios con 231 participantes.
Según concluyen los autores, la actividad física aeróbica (ciclismo o carrera a distancia) y anaeróbica (pesas o carrera a gran velocidad) tiene el objetivo de mejorar la fuerza muscular y cardiovascular. Hay algunas pruebas que señalan que el entrenamiento físico produce beneficios y que estos dependen del tipo de programa de entrenamiento. No obstante, los expertos apuntan que no se disponen de suficientes datos para comparar el entrenamiento aeróbico con el anaeróbico ni tampoco con una mezcla de ambos.
Sin embargo, se sabe que la falta de actividad física regular puede provocar empeoramiento de la enfermedad respiratoria y una capacidad física y respiratoria menor, que impida realizar las tareas diarias habituales. Por otro lado, en la revisión también se observaron efectos secundarios como la deshidratación, el daño muscular o fracturas óseas en los pacientes con densidad mineral ósea baja (es frecuente que los adultos afectados presenten alteraciones en la desmineralización ósea como osteopenia y osteoporosis).
De hecho, hoy, la actividad física ya forma parte de las medidas de atención que se ofrece a la mayoría de afectados. Desde el documento «Controlando la Fibrosis Quística», realizado por el Área de de Enfermería y Fisioterapia a propósito del Año SEPAR de las Enfermedades Respiratorias Minoritarias, los especialistas recomiendan realizar ejercicio físico durante aproximadamente 40 minutos, dos o tres días a la semana, escogiendo un deporte adaptado a la capacidad de cada uno; y, cuando se sufra una crisis, aconsejan andar durante 10 minutos, seis días a la semana.
La publicación “Controlando la Fibrosis Quística” es un documento para afectados que instruye sobre las manifestaciones clínicas, medidas de prevención de exacerbaciones, tratamiento y control nutricional y educación del paciente entre otros. Otro de los aspectos importantes que subraya el documento es el soporte a la familia. Para los progenitores no es fácil aceptar un diagnóstico de este tipo y el impacto emocional es importante: es una enfermedad crónica que devalúa la calidad de vida de los afectados, tanto por la propia patología como por las medidas terapéuticas que hay que tomar. Por este motivo, desde la SEPAR insisten en buscar ayuda psicosocial mediante grupos de apoyo a familiares, trabajadores sociales e, incluso, especialistas en salud mental.