El 80 % de los niños menores de seis meses tiene fimosis, un problema que en la mayoría de los casos se resuelve de forma espontánea con el tiempo. Se trata de una enfermedad que impide retraer el prepucio sobre el glande y que puede tener consecuencias negativas para el niño a corto y largo plazo, como infecciones o dificultades en las relaciones sexuales en la edad adulta. Los urólogos han conseguido reducir al mínimo el número de operaciones quirúrgicas por fimosis gracias a un nuevo tratamiento tópico con corticoides que está dando muy buenos resultados. Para los casos que persisten no queda otro remedio que pasar por la cirugía. Pero, ¿a qué edad es conveniente operar? ¿Cuál es el método más eficaz para solucionar la fimosis?
Qué es la fimosis y qué consecuencias tiene
La fimosis consiste en la estrechez de la abertura del prepucio -la piel que cubre la punta del pene-, lo que impide la retracción o despegamiento del mismo sobre el glande. Este problema es fácil de detectar por los padres del menor, sólo tienen que observar si pueden bajar la piel del prepucio y dejar al descubierto el glande de su hijo durante las operaciones de higiene habituales.
La mayoría de los niños recién nacidos tiene este problema, en concreto la fimosis afecta al 80% de los lactantes menores de seis meses, pero es una característica fisiológica natural, según confirma Carlos Marina, doctor en Medicina y Pediatría y profesor de la Universidad Europea de Madrid, quien señala que muchos de los casos no son auténticas fimosis, sino adherencias balanoprepuciales simples que se resuelven de forma espontánea con el paso del tiempo sin necesidad de recurrir a maniobras traumatizantes para el niño.
Si el problema persiste y el médico confirma que se trata de fimosis, es necesario solucionarlo porque puede tener consecuencias para el paciente a corto y largo plazo, como explica Carlos Miguélez, jefe de Urología Pediátrica del Hospital Materno Infantil Carlos Haya de Málaga. “La principal consecuencia a cualquier edad es que impide una adecuada higiene del glande, lo que favorece la aparición de infecciones en la zona genital debido a la acumulación de una sustancia llamada esmegma que se infecta con facilidad. Además, se ha comprobado que tiene propiedades cancerígenas cuando se infecta, de forma que los niños que han tenido infección de repetición por fimosis tienen más probabilidades de desarrollar cáncer en la vida adulta, aunque no hay que alarmarse porque es algo excepcional”, detalla el urólogo.
En el paso de la edad infantil a la adolescente puede ocurrir que éste problema provoque dificultades en las relaciones sexuales, porque al no retraerse el prepucio correctamente hacia atrás puede causar penetraciones o erecciones dolorosas. Por último, el doctor Marina apunta que una fimosis intensa puede llegar a dificultar la micción o hacerla muy incómoda para el niño.
Aunque es una enfermedad propia de la infancia, en ocasiones puede aparecer en la edad adulta, bien como resultado de una fimosis no detectada de niño y que suele sobrevenir coincidente con las primeras erecciones, o bien por otras causas, como enfermedades relacionadas con el prepucio. El urólogo Carlos Miguélez explica que hay personas mayores que nunca han tenido este problema, pero que con la edad se les va haciendo el prepucio más estrecho y menos elástico, convirtiéndose en una fimosis que hay que tratar. Asegura que antes era más habitual operar a adultos porque los controles médicos no eran tan habituales, pero hoy en día afirma que prácticamente todos los casos se solucionan en la niñez o adolescencia.
Qué tratamientos existen y cuándo se deben iniciar
Lo primero que deben hacer los padres si sospechan que su hijo tiene fimosis es acudir al pediatra, que determinará si son sólo adherencias balanoprepuciales, fimosis o si se trata de un niño normal al que simplemente hay que ir dilatándole poco a poco el prepucio. En este último caso- según señala Miguélez- el médico les explicará cómo deben hacerlo porque si se hace sin conocimiento se corre el riesgo de dar tirones. “Cada día deben ir intentando bajar el prepucio poco a poco pero sin ocasionarle molestias, sangre, ni grietas. Es muy recomendable que lo hagan juntos el padre y la madre, porque el niño se puede mover y dificultar la maniobra y porque, además, de esta forma pueden convertirlo en una especie de juego, para que no sea en absoluto traumático”.
Si este método no funciona, es el momento de plantearse la necesidad de tratar la fimosis. Hasta hace pocos años las alternativas que ofrecían los médicos pasaban siempre por una intervención quirúrgica, bien con la circuncisión o con la prepucioplastia. Pero desde hace unos siete años aproximadamente la cirugía ha pasado a un segundo plano, gracias a la aparición de un nuevo tratamiento tópico de corticoides, que todos los médicos consultados consideran muy eficaz. El doctor José María Garat, jefe de la Unidad de Urología pediátrica de la Fundación Puigvert de Barcelona, fue uno de los primeros que introdujo este tratamiento en España, y considera que su eficacia roza el 100%. “Antes operábamos unas 80 fimosis al año y en los últimos tres años no hemos hecho ni una sola operación porque tratamos los casos con la crema de corticoides”, revela.
Este tratamiento médico para la fimosis consiste en la aplicación diaria de una pomada anti inflamatoria en la punta del pene, en las zonas de adherencias entre prepucio y glande. Los padres deben aplicarlo varias veces al día durante uno o dos meses, según les recomiende su médico, y colaborar diariamente en la retracción del prepucio cuando se trata de un niño pequeño. El doctor Garat subraya que se debe hacer de forma muy progresiva porque el tirón puede provocar una pequeña herida. “Siempre se enseña bien a la familia cómo tiene que hacerlo, sin traumatismo ni dolor”. El único inconveniente es que no se puede hacer mientras el pene está infectado porque tardaría aún más tiempo en curarse la infección. A juicio del pediatra Carlos Marina la tasa de éxito es superior al 87%, mientras que el urólogo Carlos Miguélez prefiere ser más cauto y habla de excelentes resultados en porcentajes superiores al 50% de los casos.
¿Cuándo debe iniciarse este tratamiento? Todos los médicos consultados coinciden en que no es recomendable iniciarlo hasta que el niño haya conseguido el control de esfínteres, es decir que no moje la cama y no utilice ya los pañales. Esto suele conseguirse entre los dos y los tres años. La razón para retrasar el inicio de este tratamiento es que podría ser perjudicial el contacto de las pequeñas grietas que aparecen en la piel con la orina o las heces, ya que esas fisuras podrían cicatrizar cerrando aún más el prepucio, con lo que el trabajo sería mucho más difícil. En cuanto a la validez de este tratamiento para los adultos con fimosis, los médicos consultados reconocen que apenas se ha probado y no se puede garantizar su eficacia como en el caso de los niños.
Cirugía para la fimosis: circuncisión o prepucioplastia
Para los casos en los que el tratamiento tópico no funciona los médicos optan por la cirugía, que puede realizarse con dos métodos diferentes: circuncisión o prepucioplastia. En la circuncisión se quita la parte de la piel del prepucio que está mal y queda el glande al descubierto parcial o totalmente. Esta operación suele hacerse con anestesia total en los niños por la necesidad de que estén totalmente quietos, y anestesia local en los adolescentes o adultos.
Existen varias culturas en el mundo que apuestan por realizar la circuncisión a todos los varones. Se trata de un ritual que a menudo responde más a creencias religiosas que a motivos de salud o higiene. Es el caso de algunos países árabes o de los judíos, que practican la circuncisión a todos los recién nacidos. Sin embargo, el doctor Carlos Marina recomienda esperar hasta los cinco años, excepto complicaciones, para tratar quirúrgicamente la fimosis que no se ha conseguido reducir por otros métodos.
Esta operación, según confirma Marina, no tiene riesgos si se practica de forma adecuada y en las debidas condiciones, siempre previo estudio de posibles problemas de coagulación, anestesia local, etc. También el urólogo José María Garat opina que la intervención no tiene por qué dejar consecuencias físicas. “El problema es que a veces puede tener resultados estéticos que no son satisfactorios, pero no suele haber dificultades anatómicas”.
La prepucioplastia es otra técnica quirúrgica que puede solucionar la fimosis sin quitar toda la piel. Se realiza una pequeña incisión transversal al anillo del prepucio y se vuelve a coser. Carlos Miguélez, miembro de la Asociación Española de Urología, explica cómo se practica: “Se hace una incisión de arriba hacia abajo en el anillo, se corta como si fuera una goma de pelo, se abre el anillo y luego se cose transversalmente para dar mayor diámetro al prepucio, de forma que no hace falta quitar piel”. Este tipo de operación no se puede realizar en todos los casos de fimosis, sólo en los que el prepucio está bien. Además, los padres deben ser muy conscientes de el glande va a quedar tapado y que durante el postoperatorio tienen que asegurar una adecuada higiene todos los días.
¿Qué operación es más recomendable? No todos los médicos consultados opinan lo mismo sobre esta cuestión. El urólogo José María Garat considera que la elección depende del criterio que tengan los progenitores sobre las ventajas de la conservación o no del prepucio. “Yo me inclinaría más por la prepucioplastia porque creo que el prepucio es un sector de piel beneficioso para el organismo del paciente. En algunos casos se elige por razones estéticas, religiosas o culturales”.
El doctor Miguélez también cree que la decisión la deben tomar los padres, pero él suele optar por la circuncisión. “Hay muchos padres que una vez que se opera prefieren que se quite definitivamente el prepucio para que no se pueda volver a pegar. Sin embargo, otros opinan que es mejor no dejar el glande al descubierto si el problema se puede solucionar de otra forma. Las dos posturas son válidas, pero siempre hay que explicarles muy bien que con la prepucioplastia la ventaja es que el glande queda tapado y no se nota que está operado, pero como contrapartida tienen que asegurar una adecuada higiene todos los días, no sólo durante el post operatorio sino durante toda la vida. También tienen que trabajar con el niño para ir bajándole la piel poco a poco para que no se pegue al glande”.
No obstante los dos tipos de cirugía requieren cuidados similares durante el post operatorio, que no suele ser muy largo. Durante una semana aproximadamente el paciente necesita atenciones diarias y cuidados específicos porque es una zona dolorosa, donde es fácil que se formen costras o hematomas. A los adultos se les aplica un vendaje pero en los niños es complicado porque se les cae, así que los padres deben hacerle curas cada día, además de suministrarle fármacos para el dolor.
En general en Europa se apuesta más por operar sólo cuando existe un problema. Sin embargo, en Estados Unidos la postura es más preventiva, porque consideran que la fimosis favorece la infección de orina en el niño y prefieren reducir riesgos desde el principio. Por eso se opera prácticamente a la mayoría de los recién nacidos, aunque allí se utiliza otro método no muy difundido en España. Cuando los niños nacen se les coloca un dispositivo de aros que se enroscan sobre el prepucio, que se deja unos días hasta que se desprende sólo y el prepucio queda cortado. Es un método muy antiguo, según explican desde la Asociación Española de Urología, que se practica sin anestesia porque no hay que cortar ni dar puntos como en la circuncisión. Según parece, esta filosofía profiláctica está cuestionándose durante los últimos años y las posturas norteamericanas se van acercando más a las europeas.