Francisco Javier Chorro compagina su actividad asistencial e investigadora como médico adjunto del Hospital Clínico Universitario de Valencia con su tarea corporativa como vicepresidente de la Sociedad Española de Cardiología (SEC) y la labor docente en la Facultad de Medicina de la Universidad de Valencia. Por ello, desde su experiencia, este cardiólogo considera de máxima importancia una intervención precoz en materia de sobrepeso, con mayor hincapié en las etapas infantil y adolescente. Para este experto, es crucial convencer a la sociedad de que hay muchas enfermedades que se pueden evitar con una alimentación saludable y una vida activa. Unos 30.000 fallecimientos anuales en España tienen relación con el exceso de peso, uno de los principales factores de riesgo para desarrollar enfermedades cardiovasculares.
La fibrilación auricular es una arritmia característica cardiaca del envejecimiento. Sin embargo, su tratamiento quirúrgico es muy eficaz, por lo que la mayoría de los pacientes operados envejecen como el resto de la población.
Tras una primera intervención, que tiene un porcentaje de éxito entre el 70% y el 80%, la situación cambia. En los pacientes con antecedentes cardiacos, la eficacia de la intervención desciende a un 50%.
“Los niños ya sufren manifestaciones clínicas impropias de su edad: hipertensión, arteriosclerosis y, sobre todo, obesidad”
La fibrilación auricular no es tan grave como un ataque isquémico, pero deja secuelas que merman la calidad de vida del paciente. Mientras las arritmias congénitas se mantienen en cuanto a prevalencia, las fibrilaciones auriculares siguen en aumento. Las arritmias ventriculares malignas afectan, sobre todo, a pacientes que han sufrido infartos previos y, en muchos casos, llevan a una muerte súbita.
Ése es el problema. Un antecedente cardiovascular es siempre un aviso de mal pronóstico y no debe tomarse a la ligera, como si nada malo hubiera ocurrido tras la operación. Los cardiólogos ponemos tanto énfasis en la necesidad de prevenir como en la de curar. Controlar los factores de riesgo asociados a las enfermedades cardiovasculares, como la obesidad, la diabetes, las tasas elevadas de colesterol, la hipertensión arterial, el tabaquismo, el sedentarismo o el estrés, se ha convertido casi en el primer mandamiento de la medicina. No podemos evitar el envejecimiento, pero sí todos estos otros factores de riesgo.
Hay que consultar con el especialista ante los primeros síntomas, como palpitaciones o deterioro de la capacidad de esfuerzo, y acudir a los servicios de urgencia hospitalarios cuando se sienta un dolor torácico o una pérdida súbita del conocimiento.
“Controlar los factores de riesgo cardiovasculares se ha convertido en el primer mandamiento de la medicina”
Son datos algo desconcertantes que la Sociedad Española de Cardiología analiza, pero que tampoco deberían suscitar ninguna alarma. Nuestra red pública hospitalaria está equipada con un amplio arsenal de opciones terapéuticas y tanto los especialistas hospitalarios como los profesionales de atención primaria saben cómo prevenir y tratar las enfermedades cardiovasculares. Tengo la impresión de que este sesgo descrito en las regiones citadas se corregirá con el tiempo y a partir de nuevas indagaciones.
En los pacientes con insuficiencia cardíaca se aplica una nueva terapia que recupera su estado cardiológico como estaba dos o tres años antes del desarrollo de su enfermedad.
Podrían compararse. Se implantan unos dispositivos que estimulan el corazón de una forma más ordenada (rítmica) y permiten rentabilizar la cantidad de músculo cardiaco que queda operativo para que trabaje de manera más eficiente.
“El sobrepeso y la obesidad son los principales factores de riesgo para desarrollar enfermedades cardiovasculares”
No lo niego, pero de esta forma mejora la calidad de vida del paciente, en general muy limitada, y sus numerosas visitas al médico disminuyen. Esto reporta al paciente un mejor bienestar y, al sistema sanitario, una descarga. Lo triste es cuando el paciente no es consciente del beneficio y recupera viejos hábitos: gana peso, vuelve a fumar o deja de hacer ejercicio.
Sólo el exceso de peso causa una de cada once muertes en España, es decir, 30.000 fallecimientos al año. Esta estremecedora cifra, seis veces más alta que el número de muertes en accidentes de tráfico, confirma que nos hallamos ante una de las epidemias más graves del siglo XXI. Junto a la hipertensión, el tabaquismo, el sedentarismo o la hipercolesterolemia, el sobrepeso y la obesidad son hoy los principales factores de riesgo para desarrollar enfermedades cardiovasculares.
La desproporción abruma a los cardiólogos. Un perímetro abdominal, de muñeca, tobillo o antebrazo excesivos, y un índice de masa corporal desorbitado, ponen más nerviosos a médicos que a pacientes. En su inquebrantable búsqueda de medidas acertadas para combatir las enfermedades del corazón, los cardiólogos apuestan por una mejora en el conocimiento de los factores que determinan cómo una persona desarrolla obesidad.
Al margen de su herencia genética, los factores ambientales (escasez de infraestructuras para la práctica de deporte, sistemas de transporte público deficitarios, alimentación inadecuada o estrés emocional) han pasado a considerarse sospechosos habituales y están bajo el punto de mira de la Sociedad Española de Cardiología (SEC) y de la Fundación Española del Corazón (FEC). Francisco Javier Chorro considera crucial la intervención precoz en materia de sobrepeso, sobre todo durante la infancia y la adolescencia. “Los niños han empezado hace tiempo a sufrir manifestaciones clínicas impropias de su edad: hipertensión, arteriosclerosis y, sobre todo, obesidad; en consecuencia, los profesionales de la medicina debemos hacer un esfuerzo para explicar a la población que los trastornos cardiovasculares, metabólicos y de otra índole, generados por el sobrepeso, pueden afectar de manera muy grave a la salud de los menores”.
Lo más importante, según Chorro, es convencer a la sociedad de que estas dolencias se pueden evitar con una alimentación saludable y una vida activa en este particular segmento de población. Ocurre, sin embargo, que la complejidad del problema va más allá de lo estrictamente médico, ya que exige la implicación de responsables políticos, psicosociales e, incluso, urbanísticos. La SEC celebra que algunos arquitectos tengan en cuenta en sus proyectos de urbanización sostenible la salud física y cardiovascular de los ciudadanos y propicien la vida al aire libre.