Los pacientes psiquiátricos fuman más que el resto de los ciudadanos, aunque hasta hace poco no se ha prestado atención a esta realidad. La relación entre tabaco y los problemas mentales es tan importante que se ha comprobado que sirve como predictor del desarrollo de futuras patologías psiquiátricas. Además, más del 40% de las personas que piden ayuda para dejar de fumar -EROSKI CONSUMER facilita la Escuela Cómo dejar de fumar– registran síntomas psiquiátricos, aunque no padezcan un trastorno mental discapacitante, según explica Javier Ayesta, presidente de la Sociedad Española de Especialistas en Tabaquismo (SEDET), profesor titular de Farmacología y Farmacodependencias de la Universidad de Cantabria y director del máster de Tabaquismo PIUFET, impartido en Madrid por la Universidad de Cantabria.
Sí, es uno de los aspectos que llama mucho la atención. Hace unos 50 años fumaban casi todos los varones y, por lo tanto, no se había detectado esta relación. Hoy se sabe que las personas con síntomas psiquiátricos y quienes sufren un trastorno mental fuman más. A su vez, quienes fuman tienen mayor probabilidad de padecer trastornos psiquiátricos en el futuro.
No se sabe con seguridad en todos los casos. Las personas con alguna enfermedad o síntoma psiquiátrico consumen más sustancias psicoactivas, entre ellas las adictivas, como el tabaco y la cafeína. Una de las razones, pero no la única, es que les puede “aportar” más, ya que debido al propio trastorno o la medicación estos individuos se muestran más ansiosos, deprimidos y tienen menores gratificaciones personales o sociales que el resto de los ciudadanos.
“Las personas con síntomas psiquiátricos y quienes sufren un trastorno mental fuman más”
Podría decirse así, pero no es la única razón. A muchas personas les cuesta cambiar sus conductas. Una vez que hemos aprendido a responder de una manera concreta frente a una situación, tendemos a repetirla y la cambiamos cuando se aprecian dificultades o cuando se decide que no compensa. Bien por el propio trastorno o por cómo se aborda éste, a las personas con algún trastorno mental les resulta más difícil cambiar, desarrollar una estrategia alternativa para afrontar de otra manera las diversas circunstancias. Esto es aplicable al campo cognitivo, afectivo y relacional. Por este motivo, los profesionales sanitarios deben dedicarles más tiempo y tener más habilidades para ayudarles a cambiar sus conductas, en este caso, las adictivas. Aunque a menudo se entiende que estas personas son más adictas, no es así: sólo les cuesta más dejarlo, que no es exactamente lo mismo.
Es común cuando se diagnostica una depresión y en otras adicciones, pero tiene un papel destacado en la esquizofrenia. Casi todos los pacientes fuman (al menos cinco de cada seis, es decir, el 85%), un porcentaje entre tres y cuatro veces más alto que el de la población general. Además, lo hacen en mayor cantidad y con más intensidad; fuman más de 40 cigarrillos al día. La razón hay que hallarla tanto en los factores biológicos como en los sociales ya que, con frecuencia, estos individuos disponen de más tiempo libre y de menos responsabilidades personales. No es raro que quienes fumen se gasten en tabaco la mitad o más de la pensión no contributiva que perciben. Pero ellos también pueden dejar de fumar y cuando lo consiguen sienten una mejoría general, así como de su autoestima, sus expectativas y, sobre todo, su calidad de vida. Igual que ocurre al resto de la población, también les compensa casi siempre dejar de fumar.
“Los fumadores tienen mayor probabilidad de sufrir trastornos psiquiátricos en el futuro”
Por norma general, no. Es cierto que en algunos casos puede descompensarse la conducta o sus trastornos de base, aunque no es lo más habitual. Hay quien utiliza el consumo desmesurado de tabaco u otras sustancias para paliar síntomas cuando la enfermedad no está controlada. Es más frecuente el propio consumo de la sustancia, que deteriora la conducta del paciente, aunque no es un aspecto que se tenga demasiado en cuenta. También puede ocurrir que no haya una asociación clara entre consumos y un trastorno concreto. Por último, otras personas recurren al tabaco para paliar algunos de los efectos secundarios de la medicación que toman.
Somnolencia o rigidez, entre otros. Algunas medicaciones, como los fármacos antipsicóticos típicos, provocan una rigidez característica, diferente a la rigidez muscular. Es como si se llevara una carga pesada encima, parecida a una mochila de 40 kg. Para estas personas, la cafeína y la nicotina son herramientas de “supervivencia”, ya que les permite estar mínimamente despiertos o conectados con el mundo.
“Cuando un paciente tiene un problema psiquiátrico agudo no tiene sentido tratarle de ningún trastorno de consumo”
La regla de oro es empezar cuando el paciente está controlado, aunque sea de forma mínima. Muchos enfermos mentales son, además, enfermos crónicos. Cuando un paciente tiene un problema psiquiátrico agudo carece de sentido tratarle de un trastorno de consumo. Tratar una adicción requiere que el paciente cambie de conducta y, en fase aguda de un trastorno psiquiátrico, el paciente está poco operativo. Ocurre algo similar en fumadores sin trastornos psiquiátricos: no tiene sentido intentar dejar de fumar cuando se muda de casa, se casa un hijo u otras situaciones que generen gran estrés.
De la misma forma que en cualquier otra persona con dependencia tabáquica, aunque también depende del trastorno. Ante una adicción, la clave es abordar un cambio de conducta. Para ello, se deben analizar los factores que predisponen al consumo de tabaco. Es decir, consistiría en analizar los factores que en psicología se denominan antecedentes y consecuentes. En ocasiones, parece que el tabaco puede aportar poco, pero si el enfermo mental piensa que fumar es lo único que sabe hacer bien, puede que éste sea para él el único modo de sentirse como el resto de la población. Por lo tanto, hay enseñarle a que se sienta bien de otra manera.
“Fumar a los 13 ó 14 años aumenta la posibilidad de una enfermedad psiquiátrica en el futuro”
En los últimos 25 años se ha percibido de manera más clara, a pesar de que sigue sin ser una percepción general de los profesionales de la psiquiatría. Se ha minusvalorado esta asociación, pero hoy se sabe que fumar es un factor que predice una patología psiquiátrica: si un menor empieza a fumar a los 13 ó 14 años, es más posible que padezca una enfermedad psiquiátrica en el futuro. Esto no quiere decir que fumar sea la causa, sino que ambos fenómenos se asocian. En la actualidad, más del 40% de las personas que solicitan ayuda para dejar de fumar registran síntomas psiquiátricos. El año que viene se celebrará un Congreso Mundial de Patología Dual (enfermedades mentales y adicciones) y el tabaco será uno de los asuntos importantes que se tratarán.
Hay una cuestión que es fundamental transmitir, relacionada con el hábito tabáquico de personas sin patología psiquiátrica grave. Son casos leves de personas que quizá hayan experimentado uno o dos baches depresivos en la vida o que toman ansiolíticos, pero que no se clasifican como “enfermos psiquiátricos”. Por lo tanto, no sólo hay que prestar atención a los pacientes psiquiátricos, sino también a las personas que tienen síntomas psiquiátricos durante el consumo o cuando lo dejan. Creo que es bueno que, tanto la población general como los profesionales de Atención Primaria piensen en este aspecto.
El tratamiento del tabaquismo en los enfermos mentales se afronta, en líneas generales, de la misma forma que en el resto de la población. En la actualidad, tres moléculas aprobadas, de primera elección, constituyen una forma de ayuda eficaz para dejar de fumar. Se trata de la nicotina no fumada, que se aplica por vía intravenosa y que permite realizar terapia sustitutiva con nicotina, la variniclina y el bupropión. “Las tres son muy eficaces a largo plazo para dejar de fumar”, insiste Ayesta, quien advierte de la necesidad de ser cauto con los mensajes publicitarios ya que, en ocasiones, se promete un 95% de éxito con terapias como la hipnosis. “Pero esto no es cierto -puntualiza-. Con los programas de cesación tabáquica se considera un éxito que más del 40% de los fumadores hayan dejado el hábito de fumar al cabo de un año”.
El uso de fármacos siempre se debe entender como un apoyo o ayuda en este proceso, que también comprende terapia psicológica conductual, puesto que igual que cualquier otra persona, los enfermos mentales que fuman deben realizar cambios en su comportamiento. “Toda adicción comporta el aprendizaje de una conducta y, por lo tanto, hay que desaprender y reaprender. Este proceso lleva su tiempo, ya que no se aprende de un día para otro”, advierte Ayesta. No hay contraindicaciones para los enfermos mentales respecto a la administración de tratamientos antitabaco, salvo en casos concretos como el de los afectados por el trastorno bipolar o trastorno maníaco-depresivo, que no pueden tomar bupropión, ni cualquier antidepresivo, porque favorecen la activación de la fase maníaca.
Otro aspecto particular que psiquiatras y profesionales de la salud deben tener en cuenta es que, dado que algunas de estas personas utilizan el tabaco como un factor estabilizador en su vida, puede que dejar de fumar les perturbe. Por lo tanto, sus médicos deben hacer un seguimiento más minucioso. Por último, puesto que toman otras medicaciones, pueden darse interacciones. “En cualquier caso, no quiere decir que no deban intentar dejar de fumar si quieren, ni que no les compense hacerlo”, aclara Ayesta.