El juanete o “hallux valgus” es una protuberancia ósea del primer dedo del pie (dedo gordo), que se asocia a deformaciones de éste. Debería tratarse al mínimo síntoma para evitar tanto una intervención quirúrgica como posibles complicaciones en otras partes del cuerpo. Su gravedad determina la vida cotidiana de los afectados, por lo que son esenciales tratamientos que vayan más allá de los aspectos sintomáticos, garanticen la calidad de vida de los pacientes y minimicen el daño. Por géneros, los juanetes son más frecuentes en mujeres de edad avanzada. Los antecedentes familiares, así como utilizar tacones altos o zapatos demasiado estrechos están relacionados de forma directa con su desarrollo.
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Cuanto más grave sea el juanete, mayor es la probabilidad de que otras partes del cuerpo desarrollen también alteraciones. Mujeres y ancianos son los más proclives a sufrir juanetes graves y, por tanto, quienes más deberían prevenir esta afección, debido a la mala calidad de vida (tanto en la salud general como en las extremidades inferiores) e intenso dolor que a menudo provocan. No obstante, si bien es frecuente sobre todo en estos dos grupos, la consecuencia de la severidad afecta a todos por igual, con independencia de la edad, el sexo, el índice de masa corporal o el dolor en otra zona del organismo.
Molesta protuberancia ósea
El juanete es una prominencia en el lado externo del primer dedo del pie, que se forma a medida que éste se inclina hacia el segundo dedo, en lugar de señalar hacia delante. Se desarrolla con el paso del tiempo e implica dolor en el tejido blando y protrusión ósea. A medida que la deformidad progresa, el desplazamiento lateral del dedo interfiere con el alineamiento y el funcionamiento de los dedos menores, una situación que comporta mayores deformidades, como la superposición de los dos primeros dedos, dedos en «martillo» o en «garra», alteración de los sistemas de sostén del peso corporal y desarrollo de hiperqueratosis o callos.
El uso cotidiano de tacones, pasar muchas horas de pie y una mayor edad son aspectos que predisponen al desarrollo de juanetes
Un equipo internacional de investigadores de la Universidad de La Trobe (Australia) y de Keele (Reino Unido) han estudiado esta dolorosa deformidad y han publicado sus conclusiones en la revista «Arthritis Care & Research». Los científicos evaluaron a cerca de 2.900 personas a partir de 56 años de edad, que participaban en un proyecto de investigación sobre la osteoartritis en Reino Unido. Un tercio de ellos padecía un cierto grado de juanetes.
Las conclusiones generales demostraron que, además de ser causa de dolor y discapacidad física, afectaban a la salud general, la vitalidad, el funcionamiento social y la salud mental. En consecuencia, los investigadores reclaman que el tratamiento de esta afección, reumática y discapacitante, tenga en cuenta, además del alivio de los síntomas y el dolor local, otros beneficios respecto a la calidad de vida de los afectados. Entre los tratamientos deben incluirse la corrección o el enlentecimiento de la progresión de la deformidad.
Rodillas, caderas y vértebras
Un juanete tiene distintas consecuencias, como la formación de durezas en varias zonas alrededor del dedo y la imposibilidad de calzarse con los zapatos que, con toda probabilidad, agravaron la deformidad. Pero los resultados más preocupantes son las complicaciones en rodillas, caderas o vértebras lumbares, que provocan un importante deterioro de la calidad de vida. Más del 70% de las mujeres españolas tiene problemas en pies y espalda, sobre todo, quienes practican deporte, según un estudio realizado por la Universidad Complutense de Madrid.
La encuesta «Patologías de pies y espalda de las mujeres españolas», ha establecido en más de 1.600 mujeres la relación del ejercicio, el sedentarismo o el uso de tacón con diversas patologías localizadas en pies y espalda. Los principales factores han resultado ser el uso cotidiano de tacones, las horas que se pasan de pie en el trabajo y una mayor edad. Estos motivos provocan que un 44% de las mujeres sufran una patología relacionada con los pies y un 20% de ellas, dos. Los problemas más habituales son las durezas (59%) y los juanetes (20%). El aumento de problemas en espalda y pies también se ha asociado al incremento considerable de obesidad.
Respecto a la práctica deportiva, el 77% de las mujeres que practican ejercicio cada día tienen durezas en los pies y el 20%, dolor cervical. A tenor de estas cifras, los investigadores reclaman sentido común y una planificación al llevar a cabo una actividad física de forma rutinaria. Del estudio se extrae también que si aumenta el gasto en el tratamiento de patologías del pie, también lo hace, de forma proporcional, el relacionado con las enfermedades musculoesqueléticas de la espalda. Las dos se solapan con frecuencia.
La intervención quirúrgica de juanetes representa alrededor de un 30% de las operaciones relacionadas con la especialidad de traumatología. Pero, ¿es siempre conveniente la cirugía? Para valorar la necesidad de una intervención es conveniente diferenciar entre la deformación que duele y la que no. En el primer caso, será necesario operar. En el segundo se prefiere no hacerlo, aunque se debe seguir un control de la evolución. La intervención siempre se ha considerado complicada y dolorosa, pero en los últimos años se han registrado avances respecto a técnicas muy poco invasivas. Éstas permiten, incluso, tratar los daños paralelos al propio juanete (afección de otros dedos, en “martillo” o en “garra”).
En cualquier caso, siempre es preferible evitar el paso por el quirófano, por lo que se recomienda acudir al especialista al detectar el mínimo síntoma, en estadios iniciales. A tiempo, se pueden tomar diversas medidas preventivas, como el uso de plantillas que ayudan a corregir el daño y evitan males mayores.
Ciertos factores influyen en el desarrollo de juanetes. Uno de los más importantes, además de la predisposición hereditaria, es el uso prolongado de un calzado inadecuado (estrecho, de punta y con tacón alto). Por esta razón, la clave de la prevención está en utilizar un formato adecuado, incluso desde la infancia. Es posible disminuir el desarrollo de esta deformidad si se utilizan zapatos cómodos y amplios para que los dedos no estén comprimidos ni se limite su movilidad. Una suela flexible, a poder ser de cuero, un contrafuerte -borde posterior- que no impida el movimiento del tobillo ni sea demasiado rígido, un empeine cubierto y un tacón entre 2 y 6 centímetros son otras características del calzado idóneo.