La detección a tiempo de un escape de gas puede salvarnos la vida. ¿Cómo logramos captarlo? Evidentemente, a través del olfato. Pero, ¿qué ocurre cuando este sentido está deteriorado o ausente del organismo? Es lo que los médicos denominan anosmia, es decir, la reducción máxima o desaparición de la percepción de los olores. Es una dolencia desconocida que puede acarrear graves consecuencias físicas y psicológicas a las personas que la padecen.
Un problema difícilmente detectable
El olfato es uno de los cinco sentidos que conectan al ser humano con la realidad que le rodea y, quizás, el más infravalorado de todos ellos. Su función nos permite degustar los alimentos y mantenernos alerta ante peligros evidentes como escapes de gas, incendios u otras circunstancias similares. La alteración del mismo incapacita al individuo que la sufre para relacionarse con su entorno. En este sentido, el principal trastorno es la total ausencia de la percepción olfativa. Lejos de parecer una disfunción anecdótica, la anosmia afecta hasta al 2% de la población. Esta cifra no puede despreciarse, pues otras anomalías sensoriales aparentemente más comunes, como la ceguera o la sordera, afectan al 2,2% y al 2,3% de la población, respectivamente, según desvelan desde el servicio de otorrinolaringología del Hospital de Txagorritxu, en Vitoria.
Históricamente, esta patología ha afectado en mayor medida a hombres que a mujeres. La explicación a esta circunstancia se debe buscar en el reparto de roles que aún perdura en la mayoría de las sociedades. El varón dominaba el mundo laboral y, precisamente por eso, sufría en mayor medida los efectos de sustancias -polvo o elementos químicos, entre otros- que afectaban al buen funcionamiento del olfato, según explica Enrique Rodríguez, responsable del servicio de otorrinolaringología del Hospital Txagorritxu. Sin embargo, la mujer sufría -y sufre- tipos de anosmia relacionados con cambios hormonales, circunstancia que en los hombres no se da.
Sea como fuere, el principal problema que presenta esta enfermedad es que se trata de una dolencia totalmente desconocida que no recibe la importancia y la atención que merece, si la comparamos con otras similares. De hecho, no es extraño encontrar fundaciones, centros y clínicas para ayudar a personas con problemas de visión, sordera o de habla, por citar algunas minusvalías. Sin embargo, los pacientes que viven la ausencia de olfato no cuentan con este tipo de ventajas. Al respecto, el doctor Rodríguez señala que “todo lo relacionado con el mundo de la nariz era considerado hasta hace poco como la Cenicienta de la especialidad. De hecho, es la rama que menos aportaciones médicas ha experimentado”.
Pese a lo que puede parecer a simple vista, esta patología es de carácter grave y provoca serios problemas emocionales y nutricionales a los enfermos que la sufren. No hay que olvidar que el olfato es un sentido químico, íntimamente relacionado con las funciones de defensa y de alimentación en los mamíferos. Por lo tanto, resulta fundamental por la información que aporta constantemente al organismo y de la que habitualmente no somos conscientes. Se puede afirmar sin reparos que el olor es parte de la comida misma, ya que los sentidos del olfato y del gusto están íntimamente desarrollados a la hora de comer y beber. Por lo tanto, un enfermo con anosmia no podrá degustar lo que come, perdiendo la sensación de placer que se produce cuando se huele un alimento. Esta patología puede resultar especialmente perjudicial en los ancianos, ya que la pérdida de olfato progresiva (a causa de la edad), y por ende, de parte del gusto, les puede llegar a provocar deficiencias inmunológicas, afectando directamente a su alimentación. Estas circunstancias devienen de la sensación de que toda la comida resulta insípida y siempre sabe igual. Además, el miedo a no apreciar el estado de los alimentos provoca que se eliminen de la dieta huevos, leche, carne y pescados, provocando una ingesta pobre en proteínas.
Dicho en otras palabras: el olfato enriquece la vida sensitiva de los humanos de forma sutil y emocional. Se han documentado casos de personas que han perdido su olfato en algún momento de su vida y han descrito su situación como una “sensación de vacío”. Además, esta patología va asociada a episodios de depresión ligados a la reducción de las salidas con amigos, familia, etc. Esto ocurre porque el olfato es un sentido ligado a la conducta y que influye en estados de ánimo. Puede no ser prioritario para la supervivencia humana, pero carecer de él es una tara evidente.
Problemas para relacionarse
Además de lo dicho, existen estudios que certifican otras dificultades evidentes. Por ejemplo, la preocupación que experimentan los enfermos por su higiene, olor y aliento ante su incapacidad para identificar olores. De hecho, hay casos de pacientes que jamás comen a media luz -pues no pueden ver el estado de los alimentos que consumen- o que limitan el contacto interpersonal, evitando la cercanía con personas que no son de su entorno íntimo o cercano. También se han documentado muchos casos de anósmicos que sufren una compulsiva necesidad de lavarse y cambiarse de ropa numerosas veces al día. El miedo que tienen estos pacientes a oler mal provoca que se duchen varias veces cada jornada, que se muden de ropa interior continuamente, cambien sábanas y mantas con profusión, ventilen sus casas durante todo el día o consuman más papel higiénico de lo habitual.
Los especialistas revelan que uno de los comentarios más habituales es el siguiente: “no sé si huelo bien”, lema que les retrae a la hora de relacionarse con otras personas. Cuando lo hacen se topan con otra tara. No son capaces de descifrar cómo huelen los desodorantes o perfumes que usan. En general, los utilizan de forma discreta y sólo si son conscientes de que han acertado con la elección, a través de terceros, por ejemplo.
Es evidente que los enfermos de anosmia no pueden comprobar su olor corporal ni otros que les rodean. Por ejemplo, no podrían vivir solos en casas con cocinas de gas o con animales de compañía, ya que serían incapaces de detectar los orines de su mascota. También lo tienen complicado a la hora de cocinar, ya que no detectan si se queman los alimentos o si éstos se encuentran en óptimas condiciones.
Orígenes y tipos
La anosmia puede ser una afección en sí misma o bien reflejo de otras patologías. Existen diferentes causas que provocan la pérdida del olfato. También para la hiposmia (oler poco) y la hiperosmia (oler en exceso), otras variantes de los trastornos que afectan a las fosas nasales y a su sentido principal. A juicio de Enrique Rodríguez, esta patología se produce por todo aquello que pueda provocar la obstrucción de la entrada de aire a la parte superior de la nariz, lugar en el que reside el nervio olfativo y, en consecuencia, el sentido del olfato. Según el origen del trastorno, los expertos médicos consultados diferencian dos tipos de enfermedad. Son la congénita y la secundaria, provocada por otras disfunciones.
La congénita es incurable porque se debe a la falta de desarrollo del nervio olfativo. Su aparición puede deberse a un traumatismo cerebral o a problemas de diversa naturaleza desde el nacimiento. Es irreversible, ya que deviene de problemas en la parte del cerebro en la que se encuentra la memoria. Al no estar habilitada esta zona, o al estar dañada, es imposible que el paciente pueda reconocer olor alguno. Según datos extraídos de un estudio médico, sólo el 3% de los casos de anosmia responden a estas características. El principal problema que presenta esta patología es su difícil detección. Suele presentarse cuando el paciente ya ha cumplido los 10 años y se detecta en personas que tienen problemas por su falta de apetito y que son incapaces de sentir nada ante los diferentes olores. Dentro de este tipo de anosmia, existen los casos idiopáticos. Aquéllos cuyo origen es desconocido para los facultativos.
Respecto a la anosmia secundaria, conviene diferenciar entre la que se puede remediar y la que no. En este sentido, se puede hacer la siguiente clasificación:
- Pasajera. Sus causas más habituales son el resfriado común, tras padecer alguna enfermedad viral, y las alergias. En este caso, se puede denominar anosmia respiratoria o gustativa, según aclara el diccionario médico Roche. Este tipo se da en la mayoría de los casos.
- Temporal. La actuación de virus o bacterias sobre el nervio olfativo o las lesiones de éste por traumas -desviación del tabique nasal, por ejemplo-, pólipos o tumores son sus principales causas. También puede ser indicio de otros trastornos neuronales o de patologías comunes de las fosas nasales -sinusitis o rinitis, entre otras- o como efectos de otras afecciones graves como Parkinson, Alzheimer o la enfermedad de Resum. También se da en fumadores.
- Permanente. Las causas descritas con anterioridad pueden complicarse o ser de carácter irreversible, si es que dañan definitivamente el nervio olfativo. Entonces, la anosmia no remitirá jamás. A juicio del prestigioso doctor Pablo Bravo, “a medida que la edad del paciente sea más avanzada, habrá una mayor posibilidad que la afección sea permanente”. De hecho, al igual que sucede con el resto de los sentidos, el olfato se deteriora con los años.
Los expertos advierten que muchos medicamentos -anfetaminas, estrógenos, nafazolina, fenotiazina, reserpina o algunos descongestionantes nasales, entre otros- tienen como efectos secundarios el cambio o disminución en la capacidad para detectar olores. La consecuencia de esto -no identificar olores- influye directamente en otro sentido, el del gusto. Sin olfato, el paciente podrá distinguir los sabores dulce, salado, agrio y amargo, ya que se perciben desde la lengua. Sin embargo, el resto no serán distinguibles, ya que dependen de sensaciones olfativas.
Otros tipos de ausencia del olfato son la anosmia tóxica, provocada por el consumo de estupefacientes por vía nasal y la hormonal, ya explicada con anterioridad. También puede estar provocada por envenenamiento con plomo, radioterapia o cirugía en la zona nasal.
En todos los casos descritos, conviene tener en cuenta que el olfato es un sentido con una capacidad de percepción enorme, mucho más alta que la del gusto. Tiene un umbral de percepción muy rápido, aunque se fatiga con igual celeridad. El doctor Rodríguez señala que esta circunstancia es trascendental para determinar si una anosmia es pasajera o permanente. Todos hemos detectado en alguna ocasión el ‘olor a humanidad’ que se experimenta cuando entramos un poco más tarde a una reunión ya iniciada, percepción que se disipa al poco tiempo de permanecer en ella y que pasa desapercibida para los reunidos. Este ejemplo sirve para ilustrar un hecho conocido por los médicos: si el nervio olfativo no se utiliza en periodos prolongados, puede perder su capacidad. Así, lo que era una trastorno leve, si no se diagnostica a tiempo, puede convertirse en una anosmia permanente.
Cómo detectarla y combatirla
Para detectar esta enfermedad, el Hospital de Badalona, entre otros, ha diseñado una prueba que permite determinar si la función olfativa de una persona es normal. Se trata de que el paciente identifique 20 olores comunes de la vida cotidiana. Así, se logra saber si la persona puede oler e identificar lo que huele. Es el primer paso para comprobar la evolución de los enfermos y para diseñar los tratamientos adecuados.
Enrique Rodríguez reconoce que los métodos utilizados “están poco desarrollados aún”. Entre las actuaciones que se llevan a cabo para detectar anosmia se encuentra la estimulación con olores fuertes. Consiste en que el paciente detecte olores como el café o el alcanfor. Si no los llega a oler, quiere decir que padece esta anomalía. También hay olfatómetros eléctricos que detectan la capacidad de percibir olores. Independientemente del origen de esta enfermedad, lo cierto, según avanza el doctor, es que los tratamientos son muy prácticos. “No obstante, la eficacia de cualquier actuación dependerá de la rapidez de la detección de la patología y de la edad del paciente”, explica el doctor. Si la anosmia es definitiva, por causa de la acción de un virus o por un traumatismo, el tratamiento será meramente paliativo, ya que es imposible recuperar el nervio olfativo. Los doctores especializados en este tipo de dolencias recomiendan el uso de corticoides inhalatorios.
En todo caso, la mayor dificultad que implica esta enfermedad es su diagnóstico. Para los facultativos es relativamente fácil detectar si un bebé padece sordera o ceguera. Sin embargo, determinar si éste puede oler es más complicado. Son muchos los casos en los que no se realizan diagnósticos positivos hasta que el paciente rebasa con amplitud los 10 años de edad.