La temperatura corporal fluctúa según las horas del día siguiendo el ritmo circadiano (su valor mínimo está sobre las seis de la madrugada y el máximo entre las cuatro y las seis de la tarde), el nivel de actividad física, el estrés, la digestión, por cambios hormonales e, incluso, por el abuso de algunas sustancias. Por supuesto, entre las muchas causas del aumento de temperatura también hay que citar cuando se sufre alguna infección. A continuación se explica cuándo la fiebre es peligrosa, cuándo hay que tomar antitérmicos y en qué ocasiones hay que acudir al médico.
En condiciones normales, la temperatura corporal oscila entre 36 ºC y 37 ºC. A pesar de que la medida más precisa se obtiene cuando se toma en el recto, lo más habitual y fácil es poner el termómetro en la axila. En esta localización, se considera que hasta los 38 ºC es febrícula o «décimas» y que por encima de estos grados es fiebre. Hay que tener en cuenta que las mediciones en la boca y en el oído pueden verse alteradas: por la comida, fumar y beber, en el caso de la medición oral, o por una infección localizada, en el caso del oído. Sin embargo, lo más importante es tomar la temperatura siempre en el mismo sitio y con el mismo termómetro para evitar determinaciones inexactas.
¿Cuándo la fiebre se vuelve peligrosa?
Entre los 38 ºC y 39 ºC, el organismo, en un ademán de liberar el calor, aumenta la frecuencia cardíaca y la frecuencia respiratoria. Sin embargo, hay que ser muy cuidadosos con niños y los mayores de 75 años. La medicación con que se tratan las enfermedades crónicas de los ancianos los hacen muy vulnerables a pequeños incrementos de la temperatura corporal que, incluso, puede hacer peligrar su salud. En los niños, por norma general, el aumento de la temperatura -si se controla- no provoca graves trastornos. El mayor peligro ante la fiebre mantenida de más de 39 ºC son las convulsiones febriles, que también puede sufrir cualquier persona con antecedentes de epilepsia.
Cuando la fiebre se acompaña de un deterioro del estado general, mareo, disnea o alteración en el nivel de consciencia, hay que acudir al médico
Cuando el organismo alcanza los 40 ºC de temperatura (hipertermia), pueden aparecer dolor de cabeza y sensación de mareo, náuseas y sudoración profusa. Temperaturas superiores en los adultos precisan de atención inmediata y se debe acudir a un servicio de urgencias. Somnolencia y confusión, hipotensión severa, taquicardia y coma son algunas de las manifestaciones que pueden tener peligrosas consecuencias para la salud, si no se actúa a tiempo.
No obstante, hay aspectos que también le confieren el calificativo de peligrosa, además de los grados de temperatura: cuando la fiebre es diaria y se mantiene más allá de dos semanas o cuando se acompaña de un deterioro del estado general, alteración hemodinámica, sensación de ahogo (disnea), sangrado o alteración en el nivel de consciencia. En estos dos preceptos hay que consultar con el médico de familia o acudir a urgencias, respectivamente.
Fiebre y antitérmicos: cuándo tomarlos
En condiciones normales, la fiebre es un mecanismo protector y, por este motivo, los médicos evitan tratar las «décimas» ya que podría encubrir otras manifestaciones, tanto objetivas como subjetivas, de gran importancia para descubrir la causa que la provoca. No obstante, si el afectado padece enfermedades respiratorias, cardiovasculares o anemia, lo más habitual es que se administren antitérmicos para disminuir la demanda de oxígeno del organismo. De igual manera cuando la persona se siente muy decaída por la fiebre, aunque sea leve, se aconseja su uso.
Tratamiento antitérmico para los adultos
Por norma general, la fiebre en adultos previamente sanos tendrá una corta duración, de menos de una semana, y presumiblemente será por un proceso vírico, sobre todo de vías respiratorias altas. Cuando la fiebre es igual o superior a 38 ºC está indicado iniciar tratamiento.
Los fármacos de elección en adultos, según el Manual de terapéutica en Atención Primaria del Departamento de Sanidad de Euskadi, son paracetamol (por vía oral) de 500 mg a 1 gramo cada 4-6 horas, sin superar los 4 gramos diarios, o ibuprofeno (vía oral) de 400 a 600 mg cada 4-6 horas. También se pueden emplear otros antiinflamatorios no esteroideos (AINE), como naproxeno (550 mg cada 6-12 horas y máximo 1.500 mg/día) o diclofenaco (50 mg cada 8 horas (máximo 150 mg/día), pero su uso no es tan habitual. Hay estudios que aconsejan no alternar paracetamol e ibuprofeno o ácido acetilsalicílico (aspirina), ya que no existen pruebas de que sea eficaz y sí que pueden provocar más efectos secundarios.
Antes de tomar cualquier fármaco se recomienda leer con atención las indicaciones y contraindicaciones del prospecto y los posibles efectos secundarios. Además, las personas con tratamiento anticoagulante, con alteraciones plaquetarias o con antecedentes de úlcera péptida deben evitar el uso de aspirina; y quienes tienen alteraciones hepáticas, de paracetamol.
Antitérmicos para niños
La Asociación Española de Pediatría (AEP) aconseja administrar antitérmicos solo cuando la fiebre se acompañe de malestar general. Entre los fármacos más utilizados para disminuir la fiebre en los niños están el paracetamol y los AINE, que están disponibles en forma de gotas, jarabe y, en el caso del paracetamol, también en supositorio. En España, se desaconseja utilizar aspirina para tratar la fiebre asociada a infecciones víricas en menores de 16 años por riesgo a desarrollar síndrome de Reye (cuadro de daño cerebral y hepático).
Los especialistas apuntan que el paracetamol se puede administrar cada 4 o 6 horas e ibuprofeno cada 6 u 8 horas, aunque siempre hay que consultar las dosis exactas según el peso del pequeño, por lo que es de suma importancia guardar los prospectos y leerlos con detenimiento. Es importante seguir las dosis recomendadas, ya que administrar menos dosis no es correcto ni eficaz. También se desaconseja alternar el uso de antitérmicos ante un cuadro febril, pues no hay evidencia científica que sustente esta práctica y, por el contrario, sí que existe un riesgo aumentado de confusiones en el momento de administrarlos y de más efectos secundarios. No hay que olvidar que, aunque sean fármacos habituales en los hogares españoles, como cualquier otro medicamento no están exentos de efectos indeseables ni de contraindicaciones.
Desde la AEP se recomienda acudir al pediatra cuando la fiebre se presenta en un niño menor de tres meses de edad, dura más de 48 o 72 horas, alcanza los 40 ºC, provoca que el pequeño esté muy irritado o somnoliento, se asocia a disnea o a mal estado general o se acompaña de erupción cutánea.
Para bajar la fiebre, además de los antitérmicos, se pueden adoptar algunas medidas no farmacológicas:
- Aligerar la ropa de abrigo.
- Incrementar la ingesta de líquidos, mejor si son frescos.
- Mantener la temperatura ambiente templada (a unos 20 ºC) y ventilada.
- Mojar la frente y el resto del cuerpo -con compresas o mediante una ducha- con agua cuya temperatura esté en torno a los 32-35 ºC, a la que de manera opcional puede mezclarse alcohol. El agua fría o el hielo, además de tolerarse mal (produce escalofríos y aumenta el malestar), puede provocar un efecto de rebote y hacer que suba la fiebre, igual que sucede con las friegas de alcohol que, además, en los más pequeños puede derivar en efectos tóxicos por absorción. Con todo, debe valorarse la reacción del afectado y velar por su confort.
Y como se recomienda en cualquier otro proceso patológico, es importante que el afectado haga reposo. En caso de los niños, no hay que obligarlos: pueden jugar e, incluso, salir a la calle.