Una empresa barcelonesa tuvo que desalojar su recién estrenada sede a causa de lipoatrofia semicircular, una rara afección que habían desarrollado 150 de los mil empleados del edificio. La noticia ha hecho resurgir la preocupación por la calidad ambiental de los espacios interiores y de las patologías que se asocian a sus contaminantes, fenómeno conocido como síndrome del edificio enfermo. Aunque los síntomas son en general leves, pueden causar molestias a un número elevado de personas y, en determinadas circunstancias, pueden influir en los índices de absentismo laboral.
En el mes de marzo apareció en los medios de comunicación la noticia de que la empresa Gas Natural había desalojado su recién estrenada sede en Barcelona a causa de una extraña dolencia que habían desarrollado algunos de los empleados del edificio. El nombre de la enfermedad es lipoatrofia semicircular y su causa está relacionada con lo que conocemos como síndrome del edificio enfermo. Esta entidad patológica se manifiesta con la pérdida de una zona semicircular de tejido graso subcutáneo situado sobre todo en la parte anterior de los muslos. La causa de esta curiosa patología todavía no está bien dilucidada.
Sobre la pista
Parece ser que el problema está relacionado con un alto contenido de electricidad estática en el mobiliario de trabajo, seguramente producido por una baja humedad y por tomas de tierra escasas. Es probable que se produzcan pequeñas descargas electrostáticas en las piernas a través de la mesa del escritorio. Esto explicaría el por qué las lesiones aparecen en la parte anterior de los muslos ya que ésta es la zona del cuerpo que está más cercana a la base de la mesa de trabajo. Se trata de una enfermedad rara de la que existen pocas referencias.
Uno de los casos más relevantes se produjo en la Compañía KBC Bank & Insurance Group. De los 900 casos analizados, la zona atrófica se localizó principalmente en la región anterolateral del muslo, a 72 centímetros sobre el suelo, la altura estándar de sus muebles de oficinas. Las lesiones podían afectar a una o a ambas piernas y tenían entre 5 y 20 centímetros de largo, cerca de 2 centímetros de ancho y de 1 a 5 milímetros de profundidad. Algunos pacientes referían sensación de pesadez en extremidades inferiores mientras que otros experimentaron un alto grado de fatiga.
Las lesiones podían desaparecer espontáneamente después de varios meses, pero la curación solamente tenía lugar cuando los trabajadores se trasladaban a otro edificio o estaban ausentes del trabajo durante mucho tiempo. Sin embargo, las lesiones reaparecían cuando regresaban al puesto de trabajo. En los edificios estudiados, se detectó la extraña patología en más del 30% de los empleados.
La lipodistrofia semicircular no es grave y se puede revertir fácilmente con sólo suprimir sus causas. La solución podría ser el aumento de la humidificación y la instalación de tomas de tierra en el mobiliario afectado.
Contaminantes ambientales
La lipoatrofia semicircular se presenta en forma de pérdida de tejido graso subcutáneo en la parte anterior de los muslos
Los contaminantes ambientales son muy variados y pueden tener su origen tanto dentro como fuera del edificio. Los propios ocupantes del inmueble pueden ser una de las fuentes más importantes ya que el ser humano produce de forma natural dióxido de carbono (CO2), vapor de agua y partículas y aerosoles biológicos. Aunque el CO2 no se considera propiamente como un contaminante, por su origen humano, sí se usa como indicador de la calidad del aire interior.
Las concentraciones elevadas de CO2 indican que la ventilación es incorrecta y no se está intercambiando suficiente aire exterior fresco, lo que permite la acumulación de otros elementos. Otro de los contaminantes que proviene del personal del edificio es el humo de tabaco, que en sí contiene más de 3.000 compuestos. Entre otros, monóxido de carbono (CO), aldehídos, óxidos de nitrógeno y metales. Los materiales de construcción, aislamiento del edificio y de las instalaciones de aire acondicionado son el origen de fibras que se encuentran en el aire, principalmente de vidrio y amianto.
La decoración del edificio con moquetas, tapizados y muebles puede ser la causa de la presencia de compuestos tales como formaldehído y vapores orgánicos. Por otra parte, los materiales usados para el trabajo de oficina también pueden aportar contaminantes, como el caso de los productos utilizados como correctores y del ozono desprendido por las fotocopiadoras. Los gases producidos por cocinas, estufas, secadoras o quemadores de fuel-oil, y el empleo de desinfectantes o productos de limpieza son otra fuente a tener en cuenta.
Las superficies con polvo, el agua estancada y los materiales húmedos ofrecen un entorno ideal para el crecimiento de bacterias. Los contaminantes biológicos pueden ser responsables de enfermedades infecciosas y de casos de alergias. Las torres de refrigeración pueden ser fuente potencial de brotes de neumonía por Legionella, enfermedad potencialmente grave, y las esporas de moho y partículas microbianas suspendidas en el aire provocan reacciones alérgicas.
En general, los contaminantes de un ambiente interior pueden producir irritación en los ojos, nariz, garganta y vías respiratorias que se manifiestan en forma de rinitis, síntomas de alergia y asma. Los problemas en la piel, como sequedad o dermatitis, también son habituales y suelen estar producidos por un ambiente demasiado seco. Otras molestias como dolor de cabeza, mareos, náuseas y fatiga también pueden ser debidas a contaminantes ambientales aunque a menudo son difíciles de asociar con el lugar de trabajo, a menos que sean compartidos por varios ocupantes.
Cada vez pasamos más horas en espacios cerrados con sistemas de ventilación poco adecuados, luz artificial y materiales sintéticos. Aunque no se perciba, en estos ambientes, tanto si son en el hogar como en una oficina, existe un índice de contaminación que puede llegar a provocar trastornos de salud. Catarros frecuentes, irritación ocular o fatiga excesiva son algunas de las molestias y, a menudo, no suelen relacionarse con las condiciones ambientales del inmueble. Cuando ese espacio cerrado se traduce en patología, los expertos hablan del síndrome del edificio enfermo, término que suele atribuirse también a las edificaciones cuya calidad de construcción llega a comprometer la seguridad del inmueble.
Aunque los síntomas son en general leves, causan molestias a un número elevado de personas empleadas en estos edificios. La OMS ha identificado una serie de características comunes en la mayoría de los edificios enfermos: problemas en la ventilación con sistemas comunes a todo el inmueble o a amplios sectores y con recirculación parcial del aire.
La construcción suele ser ligera y poco costosa y muchas de las superficies están cubiertas de material textil (moquetas). Son edificios herméticos, con ventanas que no abren y el ambiente se mantiene casi siempre a un mismo nivel térmico. La contaminación de espacios cerrados puede ser un problema de difícil solución puesto que a menudo las causas son múltiples y de complicada detección. No obstante, en algunos casos la solución es tan sencilla como adecuar los sistemas de ventilación y controlar los niveles de humedad del edificio.