La enfermedad arterial periférica, más conocida como enfermedad de los escaparates, es tan frecuente como poco conocida tanto entre la población como entre los propios médicos, aunque puede derivar en importantes complicaciones y acorta la supervivencia de quienes la padecen. Un índice, el del tobillo/brazo (ITB), puede ayudar a diagnosticarla rápidamente en el principal grupo de riesgo, que son los mayores de 55 años y con algún factor de riesgo, explica Marc Cairols, presidente de la Sociedad Española de Angiología y Cirugía Vascular (SEACV) y jefe del Servicio de Angiología y Cirugía Vascular del Hospital Universitario de Bellvitge.
La enfermedad de los escaparates se llama así porque cuando el paciente camina, habitualmente un hombre, el dolor en las piernas le obliga a pararse. Le falta sangre cuando ejercita la musculatura de la pantorrilla y, debido a ello, ha de pararse y disimular mirando el escaparate que tiene más a mano.
Es la enfermedad arterial periférica y la falta de sangre se denomina isquemia crónica de los miembros inferiores. El grado del que estamos hablando, el de los escaparates, es la claudicación intermitente, en la que el paciente se tiene que parar un rato, entre cinco y diez minutos, hasta que puede reiniciar la marcha. Luego camina unos 300 metros y tiene que volver a pararse.
Siempre, cada vez que caminan. La única diferencia entre los pacientes es la distancia de claudicación. Los enfermos poco graves pueden caminar pocos kilómetros y otros no pueden ir más allá de 500 metros sin detenerse, porque sienten mucho dolor. No pueden seguir porque tienen la musculatura de la pantorrilla tensa y el dolor les impide caminar. Hay pues una diferencia de grado o severidad de la enfermedad.
Sí, parece raro, pero al médico se le consulta tarde. Cuando uno tiene un dolor en el tórax, siempre piensa que puede ser un infarto, un angor o algún problema de corazón y acude al médico, pero no ocurre lo mismo con un dolor de piernas, cuando este dolor puede ser debido a una enfermedad potencialmente grave para la supervivencia del paciente y acortarle la vida. En cuanto al médico, no siempre lo identifica como un elemento a considerar y no lo trata o no lo envía al especialista. En realidad, ocurre un poco de todo: el paciente no le da importancia al problema (piensa que está relacionado con los huesos) y el médico no identifica la naturaleza de la enfermedad.
Del médico de cabecera y, me duele decirlo pero, incluso, también de algún especialista.
El ITB habría que realizarlo en las personas de más de 55 años y con factores de riesgo
El diagnóstico es prácticamente inmediato. Sus síntomas son tan característicos que se diagnostica muy rápidamente; se realiza un examen físico y se palpan los pulsos en la pierna afecta. Para apurar más el diagnóstico se puede utilizar el índice tobillo/brazo (ITB), que resulta de dividir la presión sistémica medida en el tobillo por la del brazo con un sencillo aparato, el doppler. Al igual que un dolor de tórax se evalúa con un electrocardiograma para ver si es un infarto, con este equipo el diagnóstico de la enfermedad se puede hacer en media hora. Se utiliza en los casos que la sintomatología no está clara por otros motivos, como la artrosis.
Ambas cosas son verdad. Puede dar síntomas o ser asintomática. Cuando es asintomática el único sistema para diagnosticarla es el índice tobillo/brazo, pero no se puede realizar un screening a toda la población, examinar a todo el conjunto. Habría que realizarlo en las personas de más de 55 años y con factores de riesgo.
Sobre todo el tabaquismo y, en menor grado, el colesterol, la diabetes y la hipertensión.
Esta enfermedad, si el ITB es bajo, repercute sobre la propia pierna, y la supervivencia de las personas con enfermedad vascular periférica de los miembros inferiores es menor que la de aquéllas que no la tienen. Es una enfermedad crítica, puesto que en los casos de dolor en reposo o de un ITB bajo, de menos del 0,3%, el 30% de los pacientes fallecen a los cinco años.
Se pueden controlar los factores de riesgo, modificar los hábitos de vida: el paciente puede dejar de fumar, controlar la presión arterial alta, hacer ejercicio, caminar…
Sí, pero sin llegar a extremos. Si a uno le duelen las piernas, debe pararse. El primer día sólo podrá llegar a 300 metros, deberá pararse, volver a andar otros 300 metros y así hasta poder recorrer más distancia e, incluso, en algunos casos llegar a hacer vida normal.
Si, se suele prescribir una combinación de antiagregantes, que actúan sobre la causa subyacente, que es la enfermedad arterioesclerótica, y estatinas, que intervienen sobre un importante factor de riesgo, el colesterol elevado. Con ello se consigue disminuir los eventos cardiacos y cerebrales y estabilizar la placa de ateroma, lo que mejora la supervivencia. Hay que decir que las estatinas se administran como tratamiento profiláctico.
Sí, los antiagregantes deben tomarse de por vida aunque, si la enfermedad se estabiliza, se puede llegar a prescindir de ellos.
No, pero se pueden mejorar los síntomas. Para esto habría que hacer estudios de la placa de ateroma. No hay evidencia suficiente sobre ello y deberían realizarse pruebas invasivas -con arteriografías, que es una técnica agresiva y que no está exenta de riesgos- y repetidos en los pacientes. El tratamiento disminuye la tasa de eventos.
Una de las líneas más actuales es la regeneración celular. Como no se puede llevar más sangre al músculo, se inyectan células para que generen nuevos vasos sanguíneos. La regeneración celular no sólo se está probando en el músculo cardíaco, sino que también en los vasos sanguíneos, aunque todavía se halla en fase experimental.
Los únicos datos sobre la prevalencia de la enfermedad de los escaparates proceden del estudio ESTIME, el primero de carácter epidemiológico poblacional hecho en España, con el apoyo de la SEACV y el patrocinio de Bristol Myers Squibb. Se efectuó en 14 Servicios de Angiología y Cirugía Vascular de centros hospitalarios españoles. Para diagnosticar la enfermedad se utilizó el índice tobillo/brazo. Si el resultado obtenido es inferior a 0,9, es que la persona padece la enfermedad. La prevalencia de la enfermedad es del 8,5% de la población mayor de 55 años.
Así, en España, habría un total de 900.000 personas afectadas por la enfermedad arterial periférica, que tiene distintos grados. Al principio, sienten la necesidad de pararse tras andar grandes distancias porque sufren dolor. Esto es debido a que hay cierta obstrucción en las arterias, que va aumentando con el tiempo y que obliga a detenerse cada vez más a menudo y habiendo recorrido una menor distancia. El paciente llega a sentir dolor incluso en reposo. Es a partir de este momento, en el que se suelen desarrollar lesiones isquémicas en forma de gangrena, que pueden conducir a la amputación de la extremidad inferior.