A pesar de estar creados con fines beneficiosos, algunos medicamentos pueden desencadenar efectos adversos de distinta índole. Una parte de estas reacciones indeseables son las alergias, que se producen cuando el sistema inmunitario del paciente responde de forma anormal a un fármaco y genera sustancias químicas que ocasionan síntomas que sugieren algún tipo de hipersensibilidad, como rinitis, urticaria o asma. Los expertos afirman que estas reacciones van al alza.
Cerca del 15% de los pacientes reacciona de forma alérgica ante un medicamento, y esta situación ya representa la tercera causa de consulta en los servicios de alergología de los hospitales. Según datos de la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica (SEAIC), hace diez años la cifra rondaba el 12%. Entre los medicamentos que más problemas de alergia provocan se encuentran los analgésicos, antiinflamatorios y los antibióticos betalactámicos, como la penicilina.
El informe «Alergológica 2005», hecho público en 2007, apunta que las alergias medicamentosas más habituales se deben a los antibióticos, entre las cuales un 47% se producen a causa de la penicilina, en un porcentaje del 29% las originan los antiinflamatorios no esteroideos -como piroxicam, diclofenao, ácido acetil salicilico o ibuprofeno-, en un 10% las provocan las pirazolonas -Nolotil® o Buscapina®- y en cerca de un 6%, los anestésicos locales. También, aunque en menor proporción, se dan alergias a corticoides, alopurinol (para tratar el ácido úrico), antirretrovirales, anticonvulsivos y medicamentos antiarrítmicos.
RAM
La Organización Mundial de la Salud (OMS) define como reacción alérgica medicamentosa (RAM) cualquier efecto perjudicial que ocurre después de administrar una dosis de fármaco, utilizado para fines terapéuticos, diagnósticos o profilácticos. La incidencia de casos de RAM no se conoce de forma exacta, aunque los datos que dispone este organismo apuntan que un 5% de la población adulta podría ser alérgica a uno o más fármacos.
La RAM es más frecuente en exposiciones múltiples e intermitentes y a dosis altas y prolongadas
Sin embargo, un 15% de la población general se define a sí misma como alérgica a medicamentos como antibióticos y analgésicos. Hay que añadir que la diferencia de cifras se debe a que, en muchas ocasiones, no se distingue entre «reacción alérgica» y «efectos adversos», como serían, por ejemplo, las molestias gástricas que producen algunos antiinflamatorios.
Existen diversos factores que favorecen el desarrollo de una RAM. Así, dependerá de las propiedades fisicoquímicas del medicamento, de las vías de administración -entre las cuales la más grave es la vía parenteral, que atraviesa una o más capas de la piel o de las membranas mucosas mediante inyección-, y la dosis y duración del tratamiento (se sabe que es más frecuente ante exposiciones múltiples e intermitentes y a dosis altas y prolongadas).
En cuanto a las características del paciente, las RAM aparecen con mayor probabilidad en ancianos y en adultos jóvenes y de mediana edad, sobre todo mujeres alrededor de la cuarta década, que son las que toman más medicamentos, mayormente antiinflamatorios, de forma discontinua por dolores de menstruación o articulares. Más infrecuente es que se presenten en niños.
De la misma manera, las RAM son más habituales en enfermedades concurrentes que requieren tratamientos parecidos, como desnutrición, insuficiencia renal y hepática, infecciones e inmunodeficiencias o asma -que no aumenta el riesgo de RAM pero se asocia a reacciones más graves. La terapia con betabloqueantes (utilizados en enfermedades cardiovasculares) también incrementa la gravedad de la anafilaxia (reacción alérgica severa) a la vez que disminuye la eficacia de su tratamiento con adrenalina.
Activación de basófilos
En el último congreso de la Academia Europea de Alergología e Inmunología Clínica, celebrado recientemente en Barcelona, se presentó un nuevo test de activación de basófilos (TAB) como herramienta indispensable para confirmar el diagnóstico de alergia a fármacos con total seguridad en aquellos pacientes que han mostrado sensibilidad previa.
El basófilo, un tipo de leucocito -glóbulo blanco-, funciona como mediador de las respuestas inflamatorias, en especial de la hipersensibilidad y sobre todo en la respuesta inmunitaria mediante la liberación de histamina, serotonina y otras sustancias químicas, que actúan sobre los vasos sanguíneos.
La prueba, diseñada en la Clínica Universitaria de Navarra, consiste en extraer una muestra de sangre del paciente, realizar un cultivo «in vitro» de basófilos y estimularlos con los alérgenos sospechosos para proceder, posteriormente, al estudio mediante citometría de flujo. Esta técnica radica en medir las características de dispersión de luz y fluorescencia que poseen las células cuando se pasan a través de un rayo de luz. Para ello, las células deben encontrarse individualmente en suspensión en un fluido.
Después de estar expuesto a una sustancia por primera vez, el sistema inmune de un individuo se vuelve sensible y, en una exposición posterior, aparece una reacción alérgica de forma súbita y severa en todo el cuerpo: la anafilaxia. Los tejidos, en diferentes partes del cuerpo, liberan sustancias como la histamina, que produce obstrucción de las vías respiratorias además de otros síntomas como dolor abdominal agudo, diarrea, confusión, congestión nasal, palpitaciones, urticaria y prurito, entre otros, que aparecen en cuestión de minutos e, incluso, segundos.
Esta es una situación de emergencia que necesita atención médica inmediata por ser potencialmente mortal sin el tratamiento adecuado. Para su prevención, los especialistas recomiendan evitar todos aquellos alergenos conocidos y que cualquier persona que experimente una reacción alérgica, por pequeña que sea, sea controlada por su médico. Por lo general, a individuos con antecedentes de reacción anormal a un fármaco conocido se les puede administrar el medicamento “responsable” después de recibir tratamiento previo con corticoides y antihistamínicos.
Aquellas personas con antecedentes de alergia a las mordeduras o picaduras de insectos deben llevar siempre con ellas un equipo de emergencia que contenga epinefrina inyectable y antihistamina masticable, así como un brazalete o collar identificativo donde se advierta de su problema de salud.