Desde el día 21 de mayo el uso de mascarillas es obligatorio para todas las personas a partir de los seis años; siempre que no sea posible guardar una distancia de seguridad de dos metros y si se utiliza el transporte público. Muchas son las dudas que está ocasionando este tema en la población general, pero estas inquietudes se ven acrecentadas en las personas con enfermedades respiratorias. Solo en España, se estima que hay cerca de 3 millones de personas con EPOC y 2,5 millones con asma, sin contar los afectados por otras enfermedades que son considerados población de riesgo y que tienen que extremar las precauciones. ¿Qué mascarillas son las adecuadas para ellos? ¿Cómo manejar la sensación de ahogo que les provoca la mascarilla? Son algunas de las cuestiones que intentaremos aclarar en este artículo.
Cómo utilizar las mascarillas
Lo fundamental, independientemente del tipo de mascarilla que utilicemos o de si tenemos o no una enfermedad respiratoria, es que siempre hay que llevarla de manera que nos cubra la nariz, la boca y la barbilla. Un buen ajuste es indispensable para asegurar que la mascarilla cumple de verdad su función. Todos, sin excepción, tenemos tener en cuenta estas premisas:
¿Cómo ponerla?
- 1. Lavarse las manos antes.
- 2. Tocar solo las gomillas.
- 3. Colocar la mascarilla asegurando que cubre nariz, boca y barbilla.
- 4. Poner las gomas detrás de las orejas.
- 5. Ajustar la pinza nasal a la nariz, cerciorándonos de que no queden espacios.
Mientras la utilizas, recuerda:
- 1. No tocarla. Si es imprescindible, hay que lavarse las manos antes y después. No podemos olvidar que la superficie exterior de las mascarillas es un vehículo de transmisión y que puede autocontagiarnos.
- 2. No colocarla sobre el pelo (como diadema) ni tampoco debajo de la barbilla. Siempre hay que llevarla puesta en su sitio para que nos pueda proteger.
- 3. No retirarla cuando hablamos, tosemos o estornudamos.
¿Cómo y cuándo quitar la mascarilla?
- 1. Retírala cuando esté húmeda, sucia o deteriorada, no sea necesaria su utilización o se haya sobrepasado su tiempo de uso.
- 2. Lávate las manos.
- 3. Toca solo las gomas.
- 4. Lávala, en el caso de que sea reutilizable y siguiendo las indicaciones del fabricante, o tírala en una papelera, metiéndola en una bolsa atada, o en el contenedor adecuado.
- 5. Lávate las manos de nuevo.
¿Qué mascarilla es la adecuada para mí?
Hay diversos tipos de mascarillas, lo que nos puede llevar a error de cuál es la adecuada en nuestro caso. En el caso de los pacientes respiratorios crónicos, al ser considerados personas vulnerables, la SEPAR (Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica) aconseja que utilicen mascarillas EPI tipo FFP2 sin válvula de exhalación.
La siguiente tabla nos muestra las diferencias entre las mascarillas más comunes y quiénes deben utilizar cada una de ellas:
Excepciones al uso de mascarillas
Como toda regla tiene sus excepciones y, en este caso, el Ministerio de Sanidad plantea cinco:
- Causa de fuerza mayor.
- Realizar actividades incompatibles con el uso de la mascarilla.
- Cuando exista una contraindicación por motivos de salud.
- Personas con dificultad respiratoria.
- Personas en las que por discapacidad o dependencia sea inviable su utilización.
Además, también puede no usarse cuando se practica deporte siempre que se pueda mantener la distancia de seguridad que, en el caso de correr, aumenta a 4 metros, y al montar en bicicleta a 10-15 metros.
Cómo manejar la sensación de ahogo producida por el uso de mascarillas
Respirar a través de la mascarilla no provoca hipoxia (deficiencia de oxígeno en la sangre, células y tejidos del organismo) o que se acumule dióxido de carbono (CO2) y nos intoxique. Todas las mascarillas homologadas están diseñadas para que pueda entrar el oxígeno y eliminarse el dióxido de carbono. Lo que filtra son determinadas partículas en función del tamaño de los poros del material con el que están fabricadas.
La sensación de ahogo se debe a la angustia y nerviosismo que provoca en algunas personas llevarla puesta. Los nervios hacen que respiremos más superficialmente y rápido, por lo que el balance entre oxígeno y dióxido de carbono de nuestro cuerpo se desestabiliza y da lugar a la sensación de ahogo. La falta de costumbre, su uso durante muchas horas seguidas, reutilizarlas sin seguir las indicaciones del fabricante o emplear mascarillas o filtros no homologados también pueden ser causa de esta sensación. Para evitar estos episodios es recomendable hacer descansos de unos minutos sin mascarilla e, incluso, ejercicios de relajación.
El uso de mascarillas es una medida que ayuda a combatir al coronavirus, pero utilizada de forma aislada no es suficiente. Ante la duda, es fundamental recordar que el distanciamiento físico y el lavado de manos tienen que desarrollarse a la par. Si no, toda batalla estará perdida.