La meningitis es la inflamación de las meninges, membranas que recubren el cerebro o sistema nervioso central. Cuando tal inflamación se produce a través de un virus se presenta una meningitis benigna que en la mayoría de los casos no entraña mayores complicaciones. Si, por el contrario, la causa de la alteración de las membranas es una bacteria, el peligro aumenta y existe riesgo de muerte. A pesar de ser una enfermedad con una baja incidencia en España, los expertos advierten de la necesidad de diagnosticarla a tiempo. Los niños suelen ser las víctimas más frecuentes, por eso la vacunación es imprescindible.
Origen de la meningitis
Existe una diferenciación clara entre las causas que originan la meningitis. Esta enfermedad se puede producir por la acción de un virus o de una bacteria que se adquiere por distintas vías, sobre todo la aérea. Una meningitis vírica produce los mismos síntomas que una meningitis bacteriana, aunque son menos intensos y el riesgo no es el mismo. En el primer caso (la vírica), según explica Rosa Ramírez, jefa del Servicio de Epidemiología de la Comunidad de Madrid y Vicepresidenta de la Sociedad Española de Epidemiología, suele haber rigidez de nuca, dolor de cabeza y vómitos. Pero normalmente la enfermedad evoluciona hacia la curación sin complicaciones o secuelas. De hecho, algunos especialistas coinciden en que es probable que un paciente pueda haber sufrido una meningitis vírica que fue catalogada como una gripe muy fuerte. Esta modalidad de meningitis es la más frecuente.
El peligro real está en una variedad de meningitis bacteriana que se conoce como enfermedad meningocócica y que no sólo afecta a las meninges sino que también produce una invasión de las bacterias en el torrente sanguíneo. Algunos de estos microorganismos pueden ocasionar la muerte. Los tres tipos de meningitis bacteriana más comunes, según explica la doctora Ramírez, son el meningococo, la haemophilus influenzae y el pneumococo. Hay diferentes tipos de meningococo: A, B, C, y W135. De este grupo el más frecuente es el tipo B, que puede ser mortal y para el que todavía no existe vacuna.
La meningitis es una enfermedad que puede presentarse a cualquier edad, pero la mayor incidencia se da en los niños menores de seis años porque éstos tienen su sistema inmunológico en plena fase de desarrollo. Los adolescentes, dice la doctora Ramírez, tienen comportamientos que facilitan la transmisión de meningococos, (comparten botellas, se besan más entre si, etc.) pero a diferencia de los niños pequeños, tienen más defensas para protegerse.
La infección por meningococo, dice el doctor José López Aldeguer, jefe de la Unidad de Enfermedades Infecciosas del Hospital La Fe de Valencia, puede darse hasta los 20 años, mientras que los pneumococos atacan en poblaciones de más de 50 años.
Confusión inicial
Para el doctor Fernando Del Castillo Martín, Jefe de Servicio de la Unidad de Pediatría-Enfermedades Infecciosas del Hospital La Paz, de Madrid, “la meningitis no siempre es grave”. El riesgo, dice, está en la etiología del microbio que causa la enfermedad. En un primer momento, dice el médico Castillo, la meningitis se puede confundir porque en su etapa inicial se presenta de “forma banal”. Hay una fiebre sin foco conocido y es bastante probable que los padres de un niño afectado no piensen que se encuentran ante un caso de meningitis.
El doctor Del Castillo explica que cuando se presentan estos síntomas -fiebre de origen desconocido, dolor de cabeza, vómitos y malestar general-, lo más importante es fijarse en algunos detalles del estado general del niño, sobre todo. “Si el pequeño tiene fiebre pero está despierto y si permanece sonriente a pesar de ello, es poco probable que se trate de una meningitis. El elemento fundamental es consultar siempre a un especialista ante estos estados, pero mucho más si el pequeño se ve abatido o con una palidez muy evidente. Eso sí que es preocupante. La sonrisa del niño es muy importante”, subraya este especialista.
Cuando se habla de meningitis, las primeras horas, explica el doctor José López Aldeguer, “son cruciales”. “El 95% de los niños se cura en este momento siempre y cuando se haya llegado a tiempo. Yo creo que aquí los padres deben saber que se trata de una enfermedad importante y que genera preocupación, pero cuando ésta se diagnostica a tiempo se cura”, afirma López Aldeguer.
Baja mortalidad
La mortalidad de la meningitis es relativamente baja. Según un estudio del Instituto de Salud Carlos III, en la temporada 2002-2003 se notificaron a la Red Nacional de Vigilancia Epidemiológica 954 casos de meningitis bacteriana o enfermedad meningocócica y se produjeron 94 defunciones, 43 menos que en la temporada anterior. De los fallecimientos, 40 se debieron al meningococo tipo B. Como ejemplo de la baja letalidad de esta enfermedad el doctor López Aldeguer señala el caso de la comunidad valenciana, donde en los últimos seis o siete años sólo ha habido 40 muertes. En Madrid, dice la doctora Ramírez, la incidencia es de 2,06 casos por cada 100.000 habitantes.
En la actualidad los casos de meningitis han disminuido considerablemente con respecto a otros años. La última gran epidemia que vivió España, según el doctor José Antonio Gómez Campderá, miembro del Comité Asesor de Vacunas de la Asociación Española de Pediatría, fue en 1979-1980 con una gran presencia de la enfermedad meningocócica del tipo B. A partir de 1990, sin embargo, esta incidencia disminuyó considerablemente y se aplicó en 1997 una primera vacuna contra la variante meningocócica del tipo C.
Aquella vacuna, dice el doctor Gómez Campderá, contenía sólo proteínas de la pared del meningococo, creando anticuerpos frente a dichas proteínas. Sin embargo estas defensas duraban poco tiempo (1 a 3 años). En 2000, sin embargo, se aplicó una vacuna conjugada que produce defensas más duraderas y que es la que actualmente aparece en el calendario de vacunación. Una recomendación fundamental para los padres de niños pequeños es que cumplan al pie de la letra las indicaciones médicas en cuanto a vacunas.
Contra la meningitis (meningocócica C y contra meningitis por haemophilus influenzae), se aplican tres dosis: una a los 2 meses, otra a los 4 y otra a los 6. A los 18 meses se aplica otro refuerzo. Estas vacunas se suministran en la Seguridad Social. La vacuna contra la meningitis neumocócica, en cambio, no está incluida en el calendario infantil. Pero sí para los mayores de 65 años, pues es la población donde las tasas de incidencia por esta variedad de meningitis son más altas. A pesar de no ser obligatoria, los médicos recomiendan vacunar a los pequeños también contra la meningitis neumocócica. La vacuna se consigue en las farmacias a un precio aproximado de 70 euros y debe aplicarse a los niños menores de dos años. “Yo creo que la meningitis es una enfermedad grave y nunca hay que bajar la guardia. Sería conveniente que los niños estén protegidos”, opina Gómez Campderá.
Al tratarse de una enfermedad de declaración obligatoria los sistemas de vigilancia de las comunidades están siempre alerta frente a la meningitis bacteriana. Cuando se produce un caso en una escuela, los especialistas de estas unidades, explica la doctora Rosa Ramírez, se trasladan hasta allí para atender a los niños que han tenido contacto con el afectado y para evitar que se conviertan en portadores. “Tenemos que localizar a las personas que han estado en contacto directo con el paciente y hacerles una quimio-profilaxis, que es la aplicación de un antibiótico que elimina la bacteria”, señala Ramírez.
Secuelas
Uno de los aspectos más delicados de la enfermedad meningocócica es el de las secuelas. Consecuencia de esta patología puede ser la pérdida de audición, así como un déficit en la movilidad. Pero las secuelas, según Rosa Ramírez, “son excepcionales”. “Depende de la rapidez del tratamiento, del estado inmunitario del paciente y de la virulencia del germen”.
Según el doctor José Antonio Gómez Campderá, la enfermedad meningocócica de los tipos B y C puede llegar a afectar a algunos órganos y en situaciones extremas puede ser muy grave y producir necrosis de tejidos, lo que se puede traducir en la amputación de piernas o brazos. Aunque- matiza- es una situación “excepcional”.
Cuando a un paciente se le diagnostica una enfermedad meningocócica es bastante probable que tenga que permanecer hospitalizado por lo menos diez días. Pero ello dependerá también de la respuesta que de el organismo al tratamiento con antibióticos. “Si se trata en el primer momento la persona evoluciona bien y no hay ninguna secuela”, explica el doctor Gómez Campderá. Si es un menor conviene que los padres pregunten a los especialistas por el tipo de bacteria que ha atacado a su hijo.
Frente a la meningitis el mensaje de los especialistas se centra en que cuando aparezca la sintomatología (fiebre, vómitos, dolor de cabeza y malestar general) se acuda inmediatamente al médico. No hay que pensar necesariamente en que se trata de la temida enfermedad, pero conviene asegurarse. Con las vacunas que se suministran desde la más tierna infancia “la probabilidad de enfermar en España es pequeña”, tranquiliza la doctora Ramírez.