La presbicia, que también se conoce como “vista cansada”, es la pérdida de la capacidad de acomodación que tiene el cristalino del ojo, es decir, la pérdida de la capacidad para enfocar los objetos de cerca. Pero no es una enfermedad, sino un proceso fisiológico normal que le ocurre a todas las personas. Aparece en torno a los 40 años de edad, aunque no se hace evidente en todos de igual forma. En las siguientes líneas contamos los síntomas de la vista cansada y los tratamientos disponibles para poner fin a este problema de vista.
Síntomas de la presbicia
Los síntomas de la vista cansada comienzan sobre los 40 años. Pero, algunas veces, se manifiesta con más edad. “En el caso de los miopes sucede más tarde porque tienen un mecanismo refractivo que compensa la presbicia”, explica el doctor José Antonio Gegúndez Fernández, vicesecretario de la Sociedad Española de Oftalmología. “Cuanta mayor miopía tenga una persona, más tarde notará los efectos de la presbicia o puede incluso no notarlos nunca. Por el contrario, las personas con hipermetropía u ojos cortos, pueden notarlo antes de los 40”, comenta.
El oftalmólogo señala que el principal síntoma de la vista cansada es la dificultad para leer cualquier cosa a distancias de 30 a 40 centímetros, que es lo que se considera visión de cerca. “Si se fuerza la vista con esa limitación y no se trata, puede doler la cabeza o los ojos”, advierte.
Tratamientos para la vista cansada
El tratamiento básico son las gafas. Sin embargo, existen también varias técnicas quirúrgicas desarrolladas en las últimas décadas. Eso sí, a pesar de ser seguras y de tener buenos resultados, el especialista sostiene que las cirugías no son algo que se puedan recomendar a la población en general. “Yo no recomendaría una cirugía a personas de 40 a 50 años, porque significa intervenir un ojo que, por lo demás, está completamente sano. Pero hay casos particulares en los que la persona no tolera las gafas o tiene otras condiciones en las que una operación puede ayudar”, concreta Gegúndez.
? Cirugía láser
Esta es una operación que solo toca la superficie de la córnea. “Con el láser, el método más eficaz que puede haber, la técnica consiste en intervenir uno de los dos ojos solamente (el ojo no dominante) y miopizarlo”, dice el oftalmólogo. “Lo que conseguimos al hacer a ese ojo miope es que vea mejor de cerca, mientras que el ojo que no se ha tocado ve bien de lejos. En conjunto, en la visión binocular, puede permitir ver de lejos y de cerca en un grado muy aceptable”, explica. “En pacientes jóvenes con ojos cortos, puede ser una operación eficiente, pero de cualquier manera, el cristalino seguirá opacándose con los años, por lo que quizá vale la pena esperar”, matiza.
? Implante de lente
En esta operación, se sustrae el cristalino y se sustituye por un lente. “Se recomienda para personas mayores de 60 años, que pueden tener cataratas o un cristalino muy desgastado —dice Gegúndez—. En una persona joven, sin cataratas, cuyo cristalino no está dañado, es una operación algo agresiva para solucionar algo tan banal como es la presbicia”.
? Lentes fáquicas
Este tratamiento es relativamente reciente. Se implantan las lentes sin sustraer el cristalino. “Es una especie de lente de contacto que se coloca entre el iris y el cristalino. Estas lentes corrigen la miopía, la hipermetropía, el astigmatismo, y ahora también pueden corregir la presbicia. Es recomendable para pacientes con un alto grado de miopía que no son candidatos para la operación con láser”, explica el oftalmólogo.
Presbicia: hay que evaluar cada caso
Antes de lanzarse a iniciar un tratamiento para la presbicia, el doctor Gegúndez enfatiza que hay que analizar cada caso particular para saber cuál es la mejor opción para la persona. Además de la edad y los diferentes defectos de refracción que puedan tener los ojos, como miopía o hipermetropía, existen otras características que pueden ser importantes al considerar una cirugía, por ejemplo, si se es un paciente de riesgo. “Las personas con enfermedades autoinmunes, diabetes o blefaritis (inflamación crónica de los párpados) corren un riesgo mayor al someterse a una cirugía”, advierte el oftalmólogo, si bien puntualiza que “el riesgo para una persona sana es casi nulo: alrededor de 0,03 %”.