Con los probióticos ocurre como con los medicamentos: hay que tomar la cantidad que ha demostrado ser eficaz para un problema concreto, ni más ni menos. Además, la cantidad recomendada depende de la cepa. Por otra parte, los efectos beneficiosos tampoco dependen de la variedad de especies o cepas que contenga una marca. Para tratar un determinado problema, en ocasiones será necesario un producto con varias cepas y, en otras, solo hará falta el que contenga una. Todo depende de los resultados que hayan arrojado las investigaciones. Conversamos sobre ello con Guillermo Álvarez Calatayud, presidente de la Sociedad Española de Microbiótica, Probióticos y Prebióticos (SEMiPyP).
¿Por qué muchos profesionales son escépticos sobre los efectos de los probióticos?
En primer lugar, porque se vinculan con frecuencia a la naturopatía, y existe una mala utilización en la medicina alternativa. En segundo lugar, por desconocimiento, tanto de los médicos como de los farmacéuticos. Desde la Sociedad Española de Microbiota, Probióticos y Prebióticos intentamos subsanarlo organizando cursos para transmitir la evidencia científica sobre sus beneficios.
¿Sus resultados se multiplican si se emplean junto a los prebióticos?
Los probióticos emulan a las bacterias que tenemos en el intestino y los prebióticos son ingredientes nutricionales que mejoran esas bacterias. En muchos casos, se da ese efecto sincrético, pero a veces no es así, y puede funcionar mejor una cepa sola de un probiótico o un prebiótico.
¿Pueden tener efectos secundarios?
Son mínimos. Si una persona toma mucha cantidad de un probiótico, puede alterarse la flora intestinal y provocar una diarrea. Pero en la mayoría de los pacientes, sean sanos o enfermos, adultos o ancianos, son seguros. Sí, es verdad que puede haber un riesgo, puesto que algunas personas presentan un sistema inmunológico muy deteriorado. Por ejemplo, los enfermos terminales o pacientes que han sido intervenidos del corazón. Siempre hay que individualizar el tratamiento.
¿Los probióticos son igual de eficaces en forma de pastillas que si forman parte de un producto?
Si llevan la cepa adecuada, da igual que se tome en una pastilla o en un yogur. Lo importante es que lleven la cantidad precisa y que se hayan demostrado los beneficios de esa cepa en la salud.
¿Son terapéuticos o también preventivos?
Ambas cosas. Por ejemplo, cuando se emplean probióticos durante la primera infancia, se puede prevenir la aparición de alergias con posterioridad. Con el mismo objetivo pueden utilizarse para evitar infecciones. Los niños, que se enferman tanto en las guarderías, podrían beneficiarse de ese efecto preventivo.
Fermentados, probióticos, prebióticos… A menudo se confunden estos términos. Estas son sus características (y sus diferencias):
- Fermentados. Se llama así a los alimentos cuyas materias primas fermentan por la acción de bacterias y levaduras. Es el caso de productos como el queso, el yogur, el pan, el kéfir (lácteo parecido al yogur líquido) o el vino. Las bacterias desempeñan un papel fundamental en nuestro organismo y este tipo de alimentos puede apoyar, reponer y diversificar nuestra flora intestinal. Por eso, resultan saludables, pero no puede decirse que la cepa del microorganismo concreto que contiene cada uno tenga un efecto concreto en la salud. Sí pueden establecerse beneficios genéricos. Por ejemplo, se sabe que la fermentación lenta que se produce en la masa madre del pan facilita la asimilación de los nutrientes.
- Probióticos. Al igual que los productos fermentados, tienen microorganismos vivos, pero se diferencian de estos en que está comprobado científicamente que la cepa de la bacteria que contiene cada alimento otorga un beneficio a la persona que los toma cuando es administrada en cantidades adecuadas. Para que un producto pueda ser considerado probiótico debe tener 1.000 millones de bacterias UFC (unidades formadoras de colonias); ninguno de los existentes reúne esta característica. Los alimentos considerados probióticos, como algunos yogures, son en realidad fermentados.
- Prebióticos. Son carbohidratos (óligo y polisacáridos) que estimulan el crecimiento selectivo de determinadas especies beneficiosas de la microbiota intestinal, principalmente bífidobacterias y lactobacilos, que se encargan de fermentar estos carbohidratos cuando llegan al intestino delgado. Los prebióticos se consideran el alimento de las bacterias buenas. Están presentes en frutas (como el plátano), verduras (puerro, alcachofa, espárragos) y cereales (trigo, cebada).