El síndrome del corazón partido o discinesia apical transitoria es una patología provocada tras una emoción intensa que se caracteriza por una disfunción pasajera del ventrículo izquierdo, con cambios electrocardiográficos que con frecuencia se confunde con un infarto agudo de miocardio. A pesar de su dramática presentación, hay pocas complicaciones y casi todos los pacientes se recuperan en unos días o semanas.
Las malas noticias, factor precipitante
María estaba mirando tranquilamente la televisión cuando le comunicaron que su hijo acababa de fallecer en un accidente de moto. Al cabo de unos minutos sintió un fuerte dolor en el pecho y dificultad para respirar. Los facultativos que la atendieron en el hospital no dudaron en diagnosticarle un infarto, ya que ni los síntomas ni los hallazgos electrocardiográficos admitían ninguna duda. Al cabo de unos días le fue practicada una coronariografía y la sorpresa fue que, en contra de lo esperado, no había ninguna lesión en las arterias coronarias de la paciente. A pesar de esto, el corazón de María no funcionaba con normalidad y había adoptado una forma extraña, como si un anillo imaginario le estuviera comprimiendo. Fue esta curiosa forma del corazón lo que más llamó la atención y lo que cambió el diagnostico inicial de infarto por el de discinesia apical transitoria, un trastorno todavía poco diagnosticado, del que cada vez se describen más casos.
La discinesia apical transitoria fue descrita por primera vez en 1991 en Japón, donde fue inicialmente bautizado con el nombre de Tako-tsubo, en honor a la forma de una vasija de forma característica que utilizan los pescadores japoneses para capturar pulpos. El nombre, aparte de resultar curioso, resultaba muy apropiado ya que el corazón de los pacientes que sufren esta entidad adopta la misma forma que la vasija. Recientemente también se le conoce con el término de discinesia apical transitoria o más popularmente como el síndrome del corazón partido. Esta patología plantea todavía muchas incógnitas en cuanto a su causa y mecanismos patogénicos. El hecho de que en muchos de estos pacientes las manifestaciones clínicas estuvieran precedidas de estrés físico o emocional importante (accidentes o malas noticias, entre otras), o de enfermedades agudas concomitantes, sugiere un efecto mediado por las catecolaminas. Aunque se han barajado y analizado diferentes mecanismos implicados, entre los que se incluyen el espasmo de las arterias coronarias, las alteraciones de la microcirculación y el aturdimiento miocárdico neurogénico, todavía ninguno de ellos ha podido ser claramente relacionado con el síndrome.
El problema es el diagnóstico ya que ni el electrocardiograma ni las analíticas permiten distinguirlo del infarto, sólo es posible mediante coronariografía
Una exhaustiva revisión publicada este año en European Heart Journal, en la que se recogen los datos de 14 estudios, aporta importante información sobre esta nueva patología. La incidencia es aproximadamente del 2% de todos los infartos y la mayoría de los casos están descritos en mujeres postmenopaúsicas. La presentación clínica habitual, con dolor en el pecho y dificultad respiratoria, es idéntica a la del infarto clásico. El inicio de los síntomas va precedido con frecuencia de una situación de estrés emocional o físico (en más del 50% de los casos) y los niveles de norepinefrina se encuentran elevados en el 74% de los pacientes. De forma habitual se presentan alteraciones electrocardiográficas indistinguibles del infarto y ligero movimiento enzimático. Los pacientes presentan insuficiencia cardiaca que mejora espectacularmente en algunos días y el pronóstico suele ser excelente, con una mortalidad baja (1.1%). Complicaciones graves como el shock cardiogénico y la fibrilación ventricular son poco frecuentes (en el 4,2% y el 1,5% de los pacientes respectivamente).
La discinesia apical transitoria ha pasado de ser una curiosidad a ser una patología cada vez más diagnosticada. En una revisión donde se analizaron los resultados de 4.551 pacientes que habían sido sometidos a un cateterismo, se estimó una prevalencia del 0,7%. Los autores del estudio, publicado el pasado septiembre en The American Journal of Cardiology, subrayan que la incidencia de la enfermedad parece mayor a la esperada, enfatizando en la necesidad de estar alerta ante esta nueva enfermedad, a fin de poder diagnosticarla correctamente. El problema más importante al que se enfrentan los profesionales es el del diagnóstico correcto, diferenciándolo del infarto. Desafortunadamente, ni el electrocardiograma ni las analíticas permiten distinguir ambas entidades. Sólo la coronariografía puede dar el diagnóstico.
Hombres y mujeres, iguales y diferentes
Más del 90% de los casos de discinesia apical transitoria se han reportado en mujeres postmenopáusicas. La razón es todavía desconocida y se han propuesto varias explicaciones: una mayor sensibilidad de las mujeres a los estímulos simpáticos, disfunción endotelial provocada por la disminución de los niveles de estrógenos… Otros trastornos cardíacos también se manifiestan de forma distinta en hombres y mujeres. Clásicamente se había pensado que las mujeres se encontraban protegidas frente a las enfermedades cardiovasculares (ECV), olvidando que este tipo de patología constituye la causa más frecuente de muerte en la mujer de los países desarrollados. De hecho, la mortalidad por ECV en la mujer supera ya a la producida por las siete siguientes causas de muerte de forma conjunta y también la producida por la combinación de todos los tumores malignos. Datos recientes de EEUU revelan que el número absoluto de mujeres que fallecen por esta causa es mayor que el número de muertes en los varones.
Las mujeres reciben con menor frecuencia la medicación apropiada
Esta idea preconcebida de que la mujer tiene un menor riesgo ha condicionado una infrautilización en la mujer de las técnicas diagnósticas actualmente disponibles y en la indicación de estrategias terapéuticas de eficacia probada. Varios estudios han confirmado que las mujeres reciben con menor frecuencia la medicación apropiada y en ellas se indican en menor porcentaje cateterismos diagnósticos o procedimientos de revascularización coronaria (tan sólo un tercio del total de las intervenciones percutáneas se efectúa en mujeres). Asimismo es menos habitual que las mujeres con síndrome coronario agudo sean atendidas por un cardiólogo. Y todo ello a pesar de que tras un infarto agudo de miocardio, el pronóstico es significativamente peor en las mujeres.
En el caso de la insuficiencia cardiaca también hay diferencias de género. Diferentes estudios han demostrado que las mujeres con esta patología son de mayor edad y tienen un mayor número de enfermedades asociadas. En las mujeres es menos frecuente realizar un diagnóstico clínico adecuado de insuficiencia cardiaca y reciben más raramente un tratamiento correcto. Para concienciar a las mujeres y a toda la población, la Federación Mundial del Corazón ha desarrollado, a partir de febrero del 2006, la campaña GO RED FOR WOMEN (de rojo por la mujer) a escala internacional. Se eligió el rojo por ser un color vivo que consigue llamar la atención sobre este riesgo en la mujer. Se iluminan en tonos rojos monumentos famosos y entre las celebridades que han lucido vestidos rojos de diseño exclusivo en desfiles de moda se incluyen Venus Williams, Sheryl Crow y Sarah Ferguson.
Emociones y corazón
La salud del ser humano es un complejo proceso sustentado en la base de un equilibrio entre factores biológicos, psicológicos y sociales. Cada vez es mas evidente que las emociones influyen en la salud; mientras que las positivas como el optimismo, ayudan a afrontar las dificultades y facilitan la recuperación de una enfermedad, las negativas como la ansiedad y el estrés, podrían hacernos más vulnerables. En realidad nuestras abuelas ya lo sabían: nos decían que la tristeza, la preocupación obsesiva y otros sentimientos podían dañar el corazón, provocar úlceras, estropearnos la piel y hacernos más vulnerables a las infecciones. Algunos estudios han demostrado que el sufrir situaciones estresantes como grandes cambios en la vida, pérdida del apoyo social, están relacionados con una mayor predisposición a padecer enfermedades cardiovasculares.
Durante estas situaciones hay una mayor secreción de las llamadas hormonas del estrés (cortisol, adrenalina) que conllevan una serie de cambios (incremento de la tensión arterial y de la frecuencia cardiaca y alteraciones en la coagulación sanguínea, entre otros). Estos cambios, si son prolongados, pueden favorecer la aparición de enfermedades cardiovasculares. Un grupo de psicólogos del Departamento de Epidemiología y Salud Pública del University College de Londres, en el Reino Unido, demostraron que la felicidad es beneficiosa para el corazón. En su estudio participaron 216 londinenses de mediana edad a los que se les realizó un seguimiento en su jornada laboral y tiempo de ocio, además de practicarles determinaciones analíticas. Los participantes que afirmaron sentirse más felices tenían niveles más bajos de fibrinógeno, un compuesto implicado en la coagulación sanguínea que aumenta el riesgo de sufrir un infarto de miocardio.
La salud es el resultado de un equilibrio; una persona sana debe estarlo tanto en cuerpo como en mente
La investigación se llevó a cabo con 545 varones sanos de 64 a 84 años a los que se determinó su carácter mediante un cuestionario. A lo largo de los 15 años de seguimiento se comprobó que los pesimistas presentaron un riesgo de muerte cardiovascular duplicado respecto a los optimistas. El porqué de esta diferencia no está claro aunque se cree que podría deberse a que los pesimistas suelen cuidarse menos y les cuesta mas ir al médico. La enfermedad depresiva también se conecta directamente al corazón. En los pacientes con insuficiencia cardiaca, se presenta con unas tasas de prevalencia del orden del 25%, y en pacientes con fases avanzadas o graves, sobrepasa el 50%. Los principales mecanismos que justificarían la asociación entre insuficiencia cardiaca y depresión son biológicos y psicosociales.
En cuanto a los biológicos, hay evidencias de que ambas entidades comparten cierta activación neurohormonal, trastornos del ritmo cardiaco, aumento de marcadores de inflamación y algunas alteraciones de la coagulación, en particular activación plaquetaria. En cuanto a los mecanismos psicosociales, la depresión aumenta el riesgo de incumplimiento terapéutico y de bajo apoyo social, y ambos empeoran el pronóstico de la insuficiencia cardiaca. La salud es el resultado de un equilibrio; una persona sana debe estarlo tanto en cuerpo como en mente y cada vez se hace más patente la importancia de una atención integral, con mayor énfasis en los aspectos psicológicos de la salud y de la enfermedad.