Muchas personas padecen trastornos de la glándula tiroides sin saberlo, ya que, a menudo, los síntomas son poco claros o pasan desapercibidos. Hay que estar alerta ante la fatiga excesiva o el desánimo, porque pueden ser la señal de un trastorno que, además, se puede corregir de manera fácil. En este artículo se describen los diversos síntomas de hipertiroidismo e hipotiroidismo y cuál es la mejor forma de asegurar el aporte correcto de yodo al organismo, el mineral que mantiene a la tiroides en forma.
¿Por qué afectan tanto los trastornos de la tiroides?
Además de cansancio, tristeza y tendencia a ganar kilos de peso, los trastornos de la glándula tiroides pueden provocar dolores musculares, somnolencia, caída del cabello, pérdida de memoria, sordera, estreñimiento e intolerancia al frío. También, según señalan diversos estudios, parece evidente que contribuyen a la ateroesclerosis y a las enfermedades cardiovasculares, ya que aumenta los niveles de colesterol.
La glándula tiene un papel clave en el metabolismo, ya que regula la intensidad de muchas funciones del organismo. La tiroides está situada en la parte inferior del cuello y segrega las hormonas tiroxina (T4) y triyodotironina (T3). Estas hormonas intervienen en casi la totalidad de las funciones orgánicas, activándolas y manteniendo el ritmo vital. Así, los cambios en el funcionamiento de la glándula tiroides repercuten de forma importante en todo el organismo.
Hipertiroidismo e hipotiroidismo: las diferencias
Al aumento de la actividad de esta glándula se le denomina hipertiroidismo. Los afectados se sienten inquietos y acalorados, tienen mucho apetito y comen más pero, en contra de lo esperado, pierden peso, ya que su metabolismo está acelerado. Hace un tiempo, algunos tratamientos «milagro» para adelgazar incorporaban hormonas tiroideas, que a la fuerza resultaban efectivos pero comprometían el equilibrio de todo el organismo.
Cerca del 8% de las mujeres entre 40 y 50 años y el 20% en las de más de 60 años sufre hipotiroidismo subclínicoPor el contrario, una tendencia a engordar, cansancio y cierta tristeza son síntomas que muchas mujeres atribuyen al exceso de trabajo o a la menopausia, pero que pueden indicar que la glándula tiroides empieza a claudicar, disminuye su actividad. El hipotiroidismo subclínico afecta con más frecuencia al sexo femenino: lo padecen cerca del 8% de las mujeres entre 40 y 50 años y el 20% en las de más de 60 años. En el hipotiroidismo subclínico, la disfunción de la glándula es tan incipiente que puede pasar casi inadvertida, aunque también puede generar algunos síntomas. Una de las causas que lo provoca es la tiroiditis autoinmune crónica, en la que se detectan anticuerpos que atacan a la tiroides y alteran su función.
Cuando la disfunción de la glándula es importante, el diagnóstico suele ser relativamente fácil porque se acompaña de unos síntomas claros. Pero, por desgracia, esto no es siempre así y, a menudo, las alteraciones son poco importantes y pasan casi desapercibidas. Por este motivo, ante un cansancio excesivo o síntomas poco claros, es importante someterse a un estudio de la tiroides. Para el diagnóstico basta una analítica rutinaria en la que se incluya el perfil tiroideo.
El tratamiento también es simple. Consiste en administrar un pequeño suplemento hormonal para mejorar los niveles en sangre. No obstante, es fundamental hacerlo solo cuando es necesario, ya que un exceso llevaría a la situación contraria de hipertiroidismo.
Tiroides en forma con aporte de yodo
Para mantener la tiroides en forma es importante seguir una dieta que contenga un aporte de yodo suficiente. Este elemento es indispensable para la glándula, pilar fundamental para la fabricación de hormonas. De ahí que una deficiencia de este oligoelemento pueda ocasionar desde trastornos poco graves, como un ligero crecimiento (el conocido bocio), hasta trastornos de carácter severo tales como un alimentos de origen marino, sean algas, pescado o marisco, son muy ricos en este oligoelemento. Para curarse en salud, lo más asequible, sencillo y recomendado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) es el consumo de sal yodada, una fuente muy rica en este oligoelemento.
Un aspecto que hay que en cuenta en la alimentación son los denominados compuestos bociógenos, sustancias químicas presentes en algunos vegetales que pueden interferir en la captación y utilización del yodo en el organismo. Hortalizas como la col, la coliflor, los nabos o los rábanos los contienen. La mayoría de bociógenos, no obstante, son poco estables y se destruyen al cocer o fermentar los vegetales.