Por mucho que sepamos hablar, no siempre utilizamos la voz de forma adecuada. De hecho, ocho de cada diez casos de afonía o disfonía (más popularmente conocida como ronquera) se deben a un uso incorrecto o un abuso la voz. Gritar más de la cuenta, hablar deprisa, sin respirar correctamente o acumular demasiada tensión muscular a causa del estrés, provocan que las cuerdas vocales sufran y que eso se traduzca en un deterioro de la voz o, incluso, en su pérdida total. Las mujeres, debido a su anatomía y fisiología, son más susceptibles que los hombres a sufrir estos trastornos que si se presentan a menudo o persisten en el tiempo precisan de atención médica.
Afonía y disfonía
La afonía se da cuando una persona se queda totalmente sin voz y la disfonía o ronquera, cuando la voz pierde calidad acústica, esto es, cambia de tono y se hace más sucia. En la mayoría de las ocasiones a este último trastorno erróneamente se le denomina afonía, como subraya la médico foniatra Rosa Bermúdez, miembro de la Sociedad Médica Española de Foniatría (SOMEF) y profesora de la Facultad de Medicina de la Universidad de Málaga.
Bermúdez explica que la afonía puede ser el estadio final de una disfonía que no ha sido bien tratada o que no se ha diagnosticado a tiempo; no es un problema muy frecuente, al contrario que la ronquera, que sí es bastante habitual. “Las personas que padecen una disfonía crónica pueden acabar presentando una afonía en momentos puntuales, como consecuencia de un grito, un catarro o de cansancio excesivo. Estos abusos circunstanciales de la voz dan lugar a que una ronquera más o menos leve evolucione a una afonía, que aunque sea transitoria, supone la pérdida total de la voz”, indica.
En los últimos años se diagnostican numerosos trastornos de la voz ocasionados por un mal uso de ésta, algo que en opinión de Bermúdez puede deberse a factores muy distintos, pero entre los que frecuentemente se encuentran el elevado ruido medioambiental, la inadecuada climatización de los lugares de trabajo y, sobre todo, el empleo de una excesiva tensión muscular para emitir la voz.
En estos trastornos de la voz inciden también numerosos factores causales, ya que, aparte del origen funcional (mal uso), pueden facilitar su aparición las lesiones congénitas de la laringe, que aunque son infrecuentes, hacen que el niño presente una voz ronca desde una edad muy temprana. Otras veces la disfonía aparece como consecuencia de enfermedades de índole tan diversa como una alergia, un catarro fuerte o incluso afecciones más graves como un cáncer. De igual modo, los problemas digestivos también pueden afectar a la voz, especialmente cuando se da el denominado reflujo gastroesofágico, que hace que una parte de los jugos gástricos penetre en la laringe y congestione e inflame las cuerdas vocales.
Algunos casos de afonía y de disfonía pueden responder a una psiconeurosis, que es un trastorno mental en el que el paciente cree que se ha quedado sin voz. Aunque físicamente no se le detecta ningún problema en la laringe, la persona llega a perder la capacidad de emitir la voz de forma voluntaria. En este caso no hay una patología orgánica en la laringe, sino que el origen de la alteración vocal se debe a que se somatizan una serie de miedos y angustias y se utilizan la afonía o la disfonía como formas de autodefensa. No obstante, según la médico foniatra, este trastorno de voz es bastante excepcional en la población sin problemas mentales.
Junto a estos factores causales, también hay diversos elementos de riesgo que influyen en que el deterioro de voz se produzca de forma más temprana o tardía, como puede ser la historia previa de enfermedades que la persona haya padecido o padezca en el presente (si es alérgica, diabética, tiene malas digestiones, problemas en la columna vertebral o un alto nivel de estrés y de tensión muscular?).
¿Cuándo se utiliza mal la voz? Sobre todo al gritar o al hablar fuerte de forma prolongada, puesto que se ejerce una excesiva tensión muscular sobre la laringe, la región de cuello y los hombros. Esto contribuye a que las cuerdas vocales se congestionen e inflamen, lo que les dificulta su normal vibración y hace que produzca un sonido sucio, alterado, que es lo que comúnmente se denomina “voz ronca”, según expresa Bermúdez. Si se trata de un episodio puntual (hablar fuerte por estar en una discoteca, en un concierto?) y después de ello no se vuelve a forzar la voz durante unas ocho o diez horas, la disfonía puede desaparecer sin más. Pero si ese periodo de recuperación no se cumple y se vuelve a abusar, la inflamación se podría convertir en permanente.
Las mujeres, las más afectadas
En general, quien más padece problemas de voz es aquel que la usa durante más tiempo, con mayor intensidad y tensión muscular. Pero existen razones que favorecen un cansancio de voz más precoz en las mujeres, sobre todo en las que la utilizan como instrumento profesional. Son más susceptibles de sufrir lesiones laríngeas que sus compañeros masculinos de trabajo, pero no porque ellas hablen más fuerte, como equivocadamente se piensa, sino, tal y como se ha demostrado de forma científica, porque su voz es más aguda, lo que significa que sus cuerdas vocales producen más vibraciones por segundo (un promedio de unos 220 ciclos, mientras que en los hombres suelen producirse unos 110).
Este tono de voz más agudo de la mujer hace que sus cuerdas vocales reciban más impactos por segundo que las del hombre, es decir, a igual número de horas de utilización de la voz y de condiciones medioambientales, la laringe femenina sufre más que la masculina, según manifiesta la miembro de la Sociedad Médica Española de Foniatría.
Hay que recordar que la voz es un carácter sexual de tipo secundario, que distingue a los hombres de las mujeres. Es por ello que la laringe femenina depende mucho de su estado hormonal. Precisamente, declara Bermúdez, en los días de la menstruación la voz de algunas féminas está “más cansada, es de tono algo más grave y posee menor resistencia frente al sobreesfuerzo, ya que, al igual que el tejido uterino, las cuerdas vocales pueden estar más congestionadas y edematizadas”.
En cuanto a los sectores profesionales, todas las personas que usen la voz son susceptibles de sufrir una disfonía, puesto que nadie suele recibir educación relativa a técnica vocal. De todos modos, los docentes, especialmente los de Educación Infantil y Primaria, son quizás los que más afectados se ven por este trastorno, debido, según informa la experta, a que “tienen bastantes horas de clase seguidas, suelen ejercer en aulas con malas condiciones acústicas, a veces presentan un alto nivel de estrés profesional y carecen de técnica para utilizar la voz como instrumento de trabajo”. De hecho, hay estudios, según añade, que hablan de que alrededor del 30% de los maestros malagueños padece disfonías.
Éste no es el único colectivo de profesionales afectado, hay otros que también sufren este tipo de trastornos como abogados, locutores, funcionarios de atención al público y, en definitiva, todos los que usen la palabra como medio de trabajo. En estos casos, el profesional lo que necesita, matiza Bermúdez, “no es tener una voz bella, sino resistente al uso diario y continuado y, generalmente, en condiciones medioambientales adversas”.
De igual modo, hay otras profesiones que no sólo necesitan que la voz tenga resistencia física, sino también belleza; es el caso de los actores y los cantantes. Dentro de éstos últimos, se encuentran, por un lado, quienes poseen una voz bella y un buen oído musical de forma natural, pero que no hacen un uso de la voz muy profesionalizado, sino que responden más a la intuición y al propio talento, como los cantantes populares (copla, flamenco, pop?); y, por otra parte, los líricos, que, además de poseer una voz estéticamente hermosa y un talento innato, han de aprender una técnica de canto y de emisión de la voz muy especializada.
Apunta la especialista que la disfonía infantil también es frecuente. Igualmente, hay otro tipo que se puede detectar en la adolescencia, coincidiendo con la maduración de la voz, lo que se extiende durante un periodo de entre seis meses y un año y medio, dependiendo de si se trata de un chico o una chica. El periodo de la muda es un proceso que, si no se fuerza la voz, no tendrá mayor repercusión sobre su calidad.
¿Cuál es el tratamiento adecuado?
“Es importante aprender a utilizar la voz con economía, no con esfuerzo y desgaste”, señala Bermúdez. Precisamente, los instrumentos para ello los proporciona una adecuada técnica vocal, que variará dependiendo de si se aplica para prevenir o curar. En este último caso y si responde a un trastorno por el mal uso de la voz, habrá que administrar también un tratamiento farmacológico con medicamentos antiinflamatorios, mucolíticos, descongestivos, antialérgicos, antiácidos?, según sea el origen del problema. De forma paralela pueden tomarse, asimismo, plantas medicinales, como el llantén.
En líneas generales, los pilares básicos que se muestran al enseñar la técnica vocal son, según relata la médico foniatra, una adecuada postura del cuerpo, ya que para utilizar bien la voz es necesario encontrar el equilibrio (la espalda ha de estar vertical y no debe haber problemas de tensión muscular en el eje de la columna), una buena coordinación entre la respiración y la fonación (inspirar de forma rápida y espirar lentamente) y una vocalización correcta, que consiste, precisamente, en articular bien las vocales, que son los sonidos que se emiten desde la laringe, por la vibración de las cuerdas (las consonantes son ruidos que producimos con la lengua y los labios).
La integrante de la SOMEF precisa que, antes de que el logopeda aplique el correspondiente tratamiento, es necesario un diagnóstico de un foniatra o un otorrinolaringólogo especializado en este campo de la voz, algo que se hará a través de una exploración de la laringe, un análisis acústico y una historia clínica para estudiar todos los factores de riesgo existentes en cada persona. Una vez iniciado el proceso de recuperación, el tiempo medio para obtener resultados positivos dependerá mucho de la lesión en sí y sobre todo de la persona a tratar, aunque, en casos comunes y pacientes que colaboran podría situarse en los tres meses (dos sesiones de 30 minutos a la semana).
Al respecto, la profesora de la Universidad de Málaga comenta que cuanto menos crónica haya sido la disfonía, más fácil resultará que desaparezca y la calidad de voz no se verá seriamente afectada. Por este motivo recomienda que se acuda al médico lo antes posible, sobre todo si, pasado el catarro o la alergia a la que puede estar asociado este trastorno, la ronquera permanece durante cinco o siete días más. A su juicio, “la gente, por regla general, es poco consciente del estado de su voz, no sabe oírla, ni distinguir si está sana o no, acaban acostumbrándose a su tono, por lo que acude al especialista cuando ya hay una gran afectación”.