Caídas y accidentes de distintos tipos son algunas de las causas que pueden estar detrás de los traumatismos craneoencefálicos. Habitualmente, cuando se habla de ellos, la población tiende a pensar en los más graves y a asociarlos a aparatosos accidentes. Sin embargo, estos no son más que la punta de un iceberg en cuya base están los traumatismos más leves, que constituyen la gran masa de todos los que se producen y que también tienen secuelas que se deben diagnosticar y tratar.
Imagen: Werner Vermaak
Accidentes de coche, un mal cálculo al tirarse de cabeza en la piscina, un resbalón desafortunado al bajar las escaleras o una fuerte caída al practicar un deporte de aventura son algunos de los infortunios que se documentan y divulgan en las noticias y también algunas de las posibles causas -junto a las agresiones- de un traumatismo craneoencefálico (TCE) o golpe en la cabeza de mayor o menor severidad, y sus consecuencias, que además pueden ser muy variables.
La «National Head Injury Foundation» define el daño cerebral traumático como «un daño al cerebro, de naturaleza no degenerativa, causado por una fuerza externa, que puede producir una disminución o alteración del estado de conciencia, dando como resultado un deterioro del funcionamiento de las capacidades cognitivas y físicas. Este deterioro puede ser temporal o permanente, y puede causar una alteración funcional, parcial o total, y desajuste psicosocial».
De leves a graves
Según datos de la «Guía del daño cerebral» del Centro Estatal de Atención al Daño Cerebral (CEADAC), el 75% de los TCE se producen en accidentes de tráfico, de los cuales cada año se registran 90.000 en España, 34.000 de ellos con lesiones graves. Otro 10% de los TCE son debidos a accidentes laborales, el 5% a caídas de niños, un 5% más a caídas de ancianos y otro 5% a accidentes deportivos y de alto riesgo. Además, un alto porcentaje de los traumatismos ocurren en personas jóvenes.
A pesar de que el TCE no sea grave, puede acarrear lesiones leves difusas en distintas partes del cerebro
Dentro de este daño cerebral es posible distinguir diferentes tipos de traumatismos. El TCE leve supone el 80% de todas las lesiones cerebrales traumáticas que ocurren. El resto son un 10% traumatismos craneoencefálicos moderados y un 10% graves, según informan Valentina Ladera Fernández y Maria Victoria Perea Bartolomé, ambas profesoras de la Universidad de Salamanca y dos de las especialistas que han intervenido en el Primer Congreso de la Federación de Asociaciones de Neuropsicología de España (FANPSE), que ha tenido lugar en Barcelona. Pero, ¿qué ocurre con la mayoría de TCE, que son los leves?
TCE leve
Los estudios que se han realizado en pacientes con TCE leve sugieren que muchos de ellos presentan una recuperación rápida y que pueden volver a realizar las actividades cotidianas, mientras que otro grupo de pacientes continúan presentando un amplio abanico de problemas. En esta lista de secuelas figuran los problemas cognitivos, neuroconductuales y emocionales a lo largo del tiempo, lo que dificulta su adaptación al medio sociolaboral. Y eso no es todo.
«También son frecuentes los déficits en atención, función ejecutiva, fluencia verbal, memoria, razonamiento y resolución de problemas y lentificación en el procesamiento de la información», según enumeran Ladera y Perea. Estas secuelas no ocurren por que sí. La cabeza ha sufrido un golpe -o traumatismo- y, a consecuencia de ello, unas lesiones. Estudios neuropatológicos -de los daños cerebrales producidos por el traumatismo- han demostrado que en el TCE leve existen lesiones leves difusas en distintas partes del cerebro: los lóbulos frontales y temporales, el cuerpo calloso y el fórnix, explican las expertas.
Las técnicas de neuroimagen funcional –PET y SPECT- señalan la existencia de un menor riego sanguíneo en la corteza frontal, prefrontal y temporal, así como en la región subcortical, lo cual podría explicar el déficit que, con frecuencia, se observa en las personas afectadas y que, en ocasiones, persiste a lo largo del tiempo.
La mente amnésica
Una de las consecuencias más llamativas de los traumatismos es la amnesia o pérdida total de memoria. El síndrome amnésico postraumático se define como el periodo en el que la persona afectada por el TCE es incapaz de recordar de forma coherente lo que le sucedió al menos durante 24 horas previas al accidente. En este periodo, es imposible darle nueva información y pretender que la recuerde a largo plazo. La duración de este síndrome amnésico va desde que se produce la lesión hasta que el afectado o afectada recupera la capacidad de almacenar nueva información y evocarla
La amnesia que puede sufrir una persona no es igual en el caso de todos los TCE que, de hecho, también se clasifican en función de la duración de la amnesia. Así, cuando la amnesia postraumática no llega a cinco minutos, el TCE se considera muy leve; cuando persiste entre 50 y 60 minutos es leve; cuando dura entre una y 24 horas, moderado; si continúa entre 24 horas y 7 días, grave; entre una semana y cuatro semanas, muy grave; y más de cuatro semanas, extremadamente grave.
Mientras dura la amnesia, las personas que la sufren también pueden encontrarse desorientadas espacial y temporalmente, confusas, desinhibidas, agitadas, son incapaces de archivar nueva información y de evocarla, su lenguaje puede ser incoherente, su percepción del entorno y de nuevos estímulos puede estar distorsionada, de modo que pueden sentir perplejidad e, incluso, miedo.
Consejos ante un TCE
Las personas que han sufrido un TCE deben acudir a un servicio de urgencias para que las examinen. Hace unos años, los afectados leves permanecían en observación durante un periodo de tiempo más largo que ahora, que se les remite al domicilio particular acompañados de una persona allegada, con unas normas de observación. Estas normas consisten en verificar cada dos horas durante las siguientes 24 horas que el paciente está orientado, mueve las cuatro extremidades y habla.
Si la persona afectada presenta cefalea persistente y progresiva, vómitos, visión doble o dificultad para caminar, entre otros, habrá que solicitar una nueva consulta médica urgente para que sea evaluada de nuevo. Tras esta visita de urgencia, los neuropsicólogos podrán diagnosticar y evaluar el verdadero alcance de las secuelas de los traumatismos, que pueden ser más sutiles en el caso de los leves, pero que están ahí. Esta evaluación es necesaria para establecer un programa de rehabilitación de la persona afectada.
En el caso de los niños, proclives a darse golpes en la cabeza,
Miguel Bermejo, del Centro de Salud La Paz, de Badajoz, expone una serie de recomendaciones que deberían seguirse. Así, según este pediatra, si un niño sufre un golpe de cabeza y deja de llorar en un cuarto de hora, no ha vomitado y tiene buen color, es que no ha sufrido una lesión importante y, por lo tanto, podría reanudar su vida normal, aunque sus cuidadores deben observarle durante las 24 horas siguientes.
Ahora bien, si los cuidadores piensan que el niño ha sufrido un golpe importante, se le debe observar más estrechamente e intentar que permanezca despierto; si duerme, habrá que despertarle cada dos o tres horas para poder valorar su estado, igual que en caso de los adultos. Si aparecen síntomas que preocupen a la familia (somnolencia, convulsiones, vómitos, incapacidad para moverse adecuadamente o dolor de cabeza intenso, entre otros) hay que acudir al pediatra, indica Bermejo.
Si se ha hecho una herida debido al golpe, se debe acudir al centro sanitario más próximo para que la evalúen y suturen; si no sangra, pero ha sufrido un hematoma (el típico chichón), se le puede aplicar hielo envuelto en un paño para que baje la hinchazón (si el golpe se ha producido en la frente puede que el hematoma se desplace a los párpados, pero no representa ningún problema para los ojos y acaba desapareciendo); y para aliviar el dolor, se le puede administrar analgésicos como paracetamol o ibuprofeno, señala este especialista.