La infidelidad suele ser el conflicto más habitual por el que las parejas acuden a terapia, pero, lógicamente, “con el confinamiento ha disminuido”, reconoce la psicóloga Lara Ferreiro. Parece que la obligación de permanecer en casa ha disipado todas las sospechas. Sin embargo, el encierro ha puesto a prueba a las parejas de otra manera, y en muchos casos tanta convivencia puede acabar en separación y hasta en divorcio. Hemos preguntado a distintos expertos por los problemas más frecuentes en las parejas y cómo han sido en estos últimos meses a raíz de las consultas que les han planteado. También les hemos cuestionado sobre cómo poner fin a la convivencia en caso de matrimonio. Esto es lo que nos han dicho.
Conflictos más frecuentes en las parejas
? Reparto de tareas del hogar. “La queja de que el otro no hace nada en casa es típica en consulta, pero el confinamiento la ha dejado en stand-by porque ha colocado a ambos miembros de la pareja en la misma situación, lo que por lo general ha equilibrado la carga de tareas domésticas o de crianza”, relata el psicoterapeuta Pablo Quiroga. El cuidado de los niños, si ambos teletrabajan, también ha fomentado los roces, subraya Lara Ferreiro, psicóloga experta en terapia de pareja.
? Convivencia intensiva. “La cuarentena ha provocado más discusiones y enganchadas porque ha habido más tiempo para estar juntos y, sobre todo, porque se ha acumulado más tensión individual”, señala Quiroga, quien resalta que la irritabilidad, la falta de paciencia y la inflexibilidad se han trasladado a la pareja, una figura a través de la que “lamentablemente se canaliza de forma habitual el estrés”. A veces expresamos cómo estamos de una manera funcional, dando la oportunidad al otro para que nos apoye, “pero otras solo somos capaces de hacerlo a través del enfado”.
? Falta de erótica. “Encontrarse recluidas en un mismo espacio ha restado intimidad a las parejas, sobre todo a las que tienen hijos que, sin colegio, abuelos ni canguros, han visto afectadas también sus relaciones eróticas”, afirma Ana García Mañas, psicóloga sanitaria y sexóloga. Pero en otros casos, advierte, se ha producido el efecto contrario y se ha potenciado la creatividad y los cuidados. La crisis sanitaria, la incertidumbre o el fallecimiento de algún ser querido ha conducido a apagar el deseo íntimo de ciertas personas, lo que ha empujado a sus cónyuges a una especie de cuarentena sexual que les ha generado dolor, indica por su parte la psicóloga Lara Ferreiro. Según ella, estamos ante otro problema habitual en terapia.
? Diferencia de proyectos. “Muchos de los conflictos que aparecen tienen que ver con la toma de decisiones importantes y con el diseño de un futuro en común”, sostiene Quiroga. “El confinamiento ha abierto un paréntesis en todo tipo de asuntos y aplazando las grandes decisiones, como tener hijos o no”, indica. “No obstante, al mismo tiempo, la intensidad de las circunstancias ha ayudado precisamente a algunos a despejar dudas”, aclara Ferreiro.
Ruptura: ¿separación o divorcio?
Quien esté casado y quiera dejar de convivir, puede optar por la separación o el divorcio. “Lo primero no extingue el vínculo matrimonial; lo segundo, sí”, explica Ana Clara Belío, abogada especialista en Derecho de familia. Aunque el primero es reversible, en ambos casos se produce la disolución de la pareja, cesa el régimen de bienes compartidos y se toman medidas legales sobre la custodia y manutención de los hijos.
La separación puede ser “de hecho”, si la pareja no pasa por el juzgado para legalizar esta nueva situación, o judicial, si sí lo hace. En este último caso, se abren dos vías: la del mutuo acuerdo, que no exige la celebración de juicio; y la contenciosa, que implica una demanda por parte de una de las partes en el juzgado de familia y una vista judicial.
También el divorcio contempla estos dos caminos. “Los trámites para iniciar la separación o el divorcio son los mismos: si es de mutuo acuerdo, se ?rma un convenio regulador de separación o de divorcio, donde se establecen todas las medidas que se consideren, y luego se presenta al juzgado para que se rati?que y se dicta una sentencia de mutuo acuerdo, que en circunstancias normales suele tardar 3 o 4 meses”, señala. “Si no existe acuerdo, hay que hacer una demanda, presentar argumentos y pruebas, y es el juez quien lo resuelve en sentencia, lo que supone un proceso mucho más largo”, resume.