Dos tipos de inflamación
“Aunque todo lo relacionado con lo inflamatorio tiene muy mala prensa, en realidad la inflamación es una respuesta natural y positiva que tiene nuestro cuerpo para protegernos y repararnos ante posibles lesiones o infecciones, como cuando nos hacemos un corte en la piel y el sistema inmune acude para curarnos, o cuando pillamos la gripe y el sistema inmune se moviliza para que no dure más de la semana de rigor”, cuenta Boticaria García.
“El problema llega cuando no hablamos de una agresión puntual por una herida o un virus, sino que hay un daño constante en nuestro interior y la inflamación se cronifica”, añade la experta.
Así pues, y contrariamente a lo que se suele creer, la inflamación en sí no es mala, pues, aunque produce efectos desagradables, se trata de una respuesta natural y saludable del organismo ante una amenaza. La inflamación es la respuesta del sistema inmune y uno de sus síntomas puede ser la hinchazón.
Una respuesta inmunitaria
Esta reacción del sistema inmunológico a una lesión o infección generalmente desaparece una vez que se resuelve la causa que la ha provocado. Es un proceso natural que busca proteger al cuerpo y promover la curación. Por ejemplo, ante un invasor extraño —como una bacteria o un virus— nuestras defensas activan los mecanismos necesarios para eliminarlo.
De hecho, el sufijo -itis que acompaña a tantas afecciones, desde la gastroenteritis a la conjuntivitis, significa “inflamación”. Cuando nos lesionamos, la zona dañada puede inflamarse, calentarse, enrojecerse; son señales de que nuestro sistema inmune está reparando ese tejido dañado. Y, a medida que se va curando, la inflamación va disminuyendo.
¿Qué pasa si la inflamación se vuelve crónica?
A diferencia de la inflamación aguda, que es una respuesta rápida y temporal a una lesión o infección específica, la inflamación de bajo grado es aquella que surge como mecanismo de defensa, pero que dura mucho tiempo. Aunque a menudo es menos evidente en términos de síntomas físicos visibles, puede persistir durante semanas, meses o incluso años.
Como señala el doctor Robert Shmerling, director médico de la publicación de Harvard ‘Luchar contra la inflamación crónica‘, esta respuesta “se vuelve dañina cuando se prolonga en el tiempo y comienza a dañar las células sanas”.
Este proceso inflamatorio se produce en tres fases:
- Una combinación de factores. Incluyen una alimentación poco saludable, el estilo de vida sedentario, el estrés crónico, la falta de sueño, el tabaquismo y otros factores ambientales.
- El cuerpo responde. Cuando el sistema inmunológico detecta estos desencadenantes, los considera una amenaza y libera sustancias químicas proinflamatorias, como citocinas y citoquinas, que inician y mantienen el proceso inflamatorio.
- Un estado de alerta permanente. El organismo entra en alerta y, con el tiempo, puede dañar los tejidos corporales y desempeñar un papel en la resistencia a la insulina, la disfunción endotelial (regula el flujo en los vasos sanguíneos), la formación de placa en las arterias y la progresión de enfermedades neurodegenerativas.
Consecuencias para nuestro cuerpo
Aunque generalmente sus síntomas no son perceptibles, este tipo de inflamación “puede aumentar el riesgo de ciertos tipos de enfermedades y trastornos en áreas específicas como el corazón, el cerebro, las articulaciones y el tracto gastrointestinal”, apuntan los expertos de Harvard. No se trata de que estas áreas se hinchen, sino que se ven afectadas por una respuesta anómala del sistema inmunitario.
🔸 Corazón
La inflamación crónica puede aumentar el riesgo de ataques cardiacos y se cree que el vínculo está relacionado con el colesterol. “A medida que el colesterol invade la pared de una arteria, el sistema inmunológico lo trata como a cualquier otro invasor y libera sustancias químicas que producen inflamación para ayudar a eliminarlo”, analiza Robert H. Shmerling, doctor en Reumatología de la Universidad de Harvard (EE. UU.).
“Se forma una capa fibrosa sobre la placa. La inflamación puede eventualmente corroer la capa y, si se rompe, el colesterol, las células inflamatorias y las sustancias químicas se derraman en la arteria, provocando la formación de un coágulo de sangre que bloquea el flujo sanguíneo”, continúa el investigador.
🔸 Cerebro
La inflamación crónica se ha asociado con enfermedades neurodegenerativas como el alzhéimer, la enfermedad de Parkinson y la esclerosis múltiple. Se cree que la inflamación crónica contribuye al daño de las células nerviosas y al deterioro cognitivo en estas enfermedades, y también puede ralentizar la capacidad de procesamiento mental, así como dificultar la concentración, el aprendizaje y la memoria.
🔸 Articulaciones
La inflamación crónica de las articulaciones es un síntoma característico de la artritis, que puede manifestarse en diversas formas, como la artritis reumatoide, la osteoartritis y la artritis psoriásica. Estas condiciones inflamatorias pueden causar dolor, rigidez, hinchazón y disminución de la movilidad en las articulaciones afectadas.
🔸 Tracto gastrointestinal
Este tipo de inflamación también está ligado a las enfermedades inflamatorias intestinales, como la enfermedad de Crohn o la colitis ulcerosa, así como a la enfermedad celiaca (es una reacción inflamatoria en el intestino delgado en respuesta al gluten). También se ha relacionado con un mayor riesgo de desarrollar cáncer gastrointestinal.
🔸 Inflamación del hígado
La inflamación crónica puede afectar al hígado y contribuir al desarrollo de enfermedades hepáticas como la hepatitis crónica, la esteatosis hepática no alcohólica (hígado graso) y la cirrosis. Estas condiciones pueden provocar daño hepático progresivo, disfunción hepática y desencadenar cáncer de hígado.