Antes de practicar ejercicio físico, cualquier persona debería saber si está por completo preparada y cuánto puede esforzarse. Porque, aunque la rutina deportiva es una de las mejores herramientas para cuidar la salud cardiovascular siempre que se combine con una alimentación sana y equilibrada, si el cuerpo no está listo para determinados ejercicios de intensidad, esa práctica deportiva puede pasar factura. Por eso, el colectivo médico no deja de insistir en que es clave hacerse un reconocimiento predeportivo antes de comenzar a entrenar. En este artículo se aborda de qué es el reconocimiento predeportivo, las razones para realizarlo y hasta dónde es seguro esforzarse al hacer ejercicio.
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¿Qué es el reconocimiento predeportivo?
El reconocimiento predeportivo «trata de descartar la presencia de enfermedades cardiovasculares con riesgo de inducir una muerte súbita o un accidente severo durante la práctica del deporte», explica el doctor Emilio Luengo, cardiólogo titular del área de Actividad Física en el Consejo de Expertos de la Fundación Española del Corazón (FEC), quien añade que con este sencillo paso siempre se tiene mucho que ganar y poco que perder.
Solo quitará algo de tiempo: el que se emplee en acudir al médico para que estudie la historia clínica de la persona y haga una exploración física y un electrocardiograma. A partir de los 35 años se suma a lo anterior una prueba de esfuerzo con protocolo clínico.
En caso de que hubiera hallazgos fuera de lo normal, habría que añadir otras pruebas, según fuera oportuno. Pero en caso de que esté todo correcto, ya se podría comenzar a entrenar con la tranquilidad de saber que el corazón está preparado para la práctica deportiva. La recomendación es hacerse uno cada cinco años antes de los 35 y cada dos años después de esa edad, además de siempre que se participe en una competición deportiva que sea muy intensa, como un maratón.
3 razones para hacerse el reconocimiento
- 1. Descartar enfermedades cardiovasculares que puedan surgir durante la práctica deportiva es la principal razón para acudir al médico y pedirle un reconocimiento predeportivo. Con esas pruebas los especialistas detectan patologías que el paciente podía desconocer y que podrían tener riesgo de muerte súbita. En esos casos, el profesional sanitario dará consejos de cómo acercarse a la actividad física con mayor seguridad.
- 2. La competición añade un plus de estímulo que aconseja especialmente el reconocimiento. Con un entrenamiento apropiado y en el tramo adecuado de edad, cualquier actividad física es positiva. Sin embargo, competir puede acrecentar mayor estímulo tanto al cuerpo como al corazón, lo que representa más riesgo ya que la persona puede llegar a esforzarse demasiado.
- 3. La prevalencia de muerte súbita es mayor en los deportistas aficionados aparentemente sanos que desconocen que sufren algún tipo de cardiopatía y, por tanto, someten a su cuerpo a ejercicios extenuantes sin ningún tipo de control. Por eso, las sociedades científicas recomiendan esta prueba advirtiendo que no basta con hacérselo una única vez en la vida; debe repetirse con una periodicidad determinada.
¿Hasta dónde es posible esforzarse?
Una vez que se sabe que todo está en orden, ya se puede comenzar a entrenar. Pero conviene saber hasta dónde se puede llegar, de forma que no se hagan esfuerzos desmesurados que pongan la salud en peligro. Según explica el doctor Emilio Luengo, el aparato cardiorrespiratorio tiene ciertos límites que vienen marcados, sobre todo, por la edad. «La edad limita la frecuencia cardiaca porque, con los años, al corazón le cuesta más relajarse entre latidos. Necesita, por tanto, cada vez más tiempo para rellenarse de sangre en las diástoles (para bombearla el siguiente latido). Por eso, cuanto más rápido lata el corazón, menos tiempo tiene para rellenarse. Es nuestro techo de cristal», advierte.
Para calcular aproximadamente ese techo se puede restar a 220 la edad. Así se obtendrá la frecuencia cardiaca máxima teórica. Sin embargo, se debe procurar no alcanzar ese límite, ya que se estará forzando demasiado el aparato cardiorrespiratorio. De ahí que los especialistas aconsejen situar el máximo al que se puede llegar en otra cifra: la resultante de calcular el 85% de la frecuencia cardiaca máxima teórica. Aunque si se quiere que el corazón vaya más cómodo, lo idóneo es no pasar de la llamada frecuencia de entrenamiento, que se sitúa entre el 60 y el 70% de la frecuencia cardiaca máxima.