La epidemia de disentería desatada en el sur de Rusia afecta ya a más de 2.100 personas y a medida que aumenta el número de afectados queda más en evidencia las graves deficiencias sanitarias e higiénicas de este país, abonadas por una corrupción galopante en el sector alimentario. La infección se propaga «como las ondas en el agua al lanzar una piedra», afirmaron ayer las autoridades sanitarias, impotentes ante la extensión geográfica de la intoxicación, causada aparentemente por productos lácteos en mal estado de una fábrica de Kropotkin.
Esta ciudad de la región de Krasnadar es el foco de expansión de la disentería, que afecta también al vecino Stavropol, las repúblicas norcaucásicas de Osetia del Norte y Adigéa, la zona de Rostov del Don e incluso a Astrajan, a más de 500 kilómetros.
Las autoridades sanitarias rusas indicaron que ayer había hospitalizados 1.793 pacientes, de ellos 1.167 niños, y que fueron dados de alta desde que se declaró la epidemia hace una semana 365 personas, de ellas 305 niños.
Médicos consultados por la agencia rusa Interfax señalaron que mucha gente es reacia a deshacerse de la leche, cremas, yogures y quesos procedentes de la fábrica propagadora del bacilo.
En las regiones afectadas se han abierto ya casos penales y el director de la fábrica de Kropotkin, una de las más importantes de Rusia en su sector, fue despedido.