El infarto no tiene por qué ser el final de la vida sexual satisfactoria, aunque los episodios cardiovasculares a menudo tienen un impacto negativo sobre ella. En un alto porcentaje de casos, los pacientes pueden reanudar la actividad sexual sin problemas transcurridos entre 15 y 30 días, tras una valoración médica que comprende una prueba de esfuerzo. La mayoría de los posinfartados pueden hacerlo. El único factor que se lo impide y que deben vencer es el miedo. Incluso, muchos pueden tratarse de su disfunción sexual, a menudo previa al infarto, con píldoras.
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Sufrir un infarto o ciertas dolencias cardiacas traza una línea divisoria en la vida de muchas personas. Marca un antes y un después. Una parte de los afectados son capaces de sobreponerse, rehabilitarse y retomar su vida tal y como era antes, pero otra parte tiene miedo a hacerlo, sobre todo, en determinadas áreas vitales como son las relaciones íntimas. Los trastornos sexuales en pacientes afectados por cardiopatía isquémica, máxime en quienes han sufrido un infarto agudo de miocardio, son frecuentes y están «perfectamente documentados», señala José María Maroto Montero, jefe de la Unidad de Rehabilitación Cardiaca del Hospital Ramón y Cajal y de la Unidad de Rehabilitación Cardiaca de ECOPLAR, de Madrid.
Se ha detectado disfunción sexual en los pacientes en porcentajes variables, entre un 38% y un 78%, y un descenso en el número de coitos del 24% al 75%, según los diferentes estudios que recopila Maroto en el nuevo libro «Rehabilitación Cardiovascular» (Editorial Médica Panamericana).
En otras patologías cardiacas, los trastornos sexuales también tienen un impacto importante. La insuficiencia cardiaca se acompaña de disfunción eréctil en un 60%-70% de los casos y estos desórdenes afectan a casi el 50% de los trasplantados del corazón, al 41% de los portadores de desfibriladores y, en menor proporción -con un 32%- a los pacientes que se ha implantado un marcapasos. Otro factor relacionado con dolencias cardiacas que influye en la sexualidad es la propia percepción del enfermo. Un estudio efectuado en 441 adultos con cardiopatías congénitas, publicado en 2007 en «International Journal of Cardiology», señalaba que la sensación subjetiva de disfunción sexual era del 10% al 20%.
Problemas en hombres y mujeres
También la pareja tiene temor a reiniciar la vida sexual ante la posibilidad de que el afectado fallezca mientras mantienen relaciones
En los hombres predomina la disfunción eréctil como principal problema sexual tras un infarto, pero también la disminución de la libido y los trastornos de eyaculación precoz, aunque son inferiores, informa Maroto. Con frecuencia, también se sienten ansiosos y necesitan apoyo de psiquiatras y psicólogos. Tanto desde el punto de vista físico como del psicológico o emocional, requieren que transcurra un tiempo para retomar las relaciones sexuales.
La consecuencia de los problemas cardiacos en las mujeres, entre quienes cada vez hay más afectadas, es diferente que en los hombres. La disfunción sexual, relacionada con frigidez e insatisfacción sexual, es superior a la del hombre, pero tras un infarto se ha llegado a cifrar en un 80%, según diferentes autores, una incidencia 2,5 veces superior a la registrada en el sexo femenino con otro tipo de patologías.
Los principales trastornos en la población femenina son la falta de deseo sexual, la anorgasmia (ausencia de orgasmo) y el coito doloroso por vaginismo. Buena parte de las afectadas considera que estas anomalías son secundarias a la baja capacidad sexual de su pareja, bien debido a la disfunción eréctil, a la eyaculación prematura o a que la relación ya no funcionaba bien antes de los problemas cardiovasculares.
El miedo al sexo
¿Cuándo y cómo reanudar la actividad sexual después de haber sufrido un infarto u otra dolencia cardiaca? Ésta es la pregunta que probablemente se hacen muchos enfermos con cardiopatías, que no se atreven a formularla en la consulta. Además, «la falta de información, por parte del cardiólogo, influye de manera negativa», resalta Maroto. Muchos enfermos piensan que tienen un gran riesgo de muerte, si bien no hay más probabilidades que en cualquier otra actividad física. «En las relaciones sexuales influyen otros factores, como la tensión que se genera al practicar sexo en relaciones extramatrimoniales o el caso de hombres de edad avanzada que van con una mujer mucho joven. Esto sí que influye de forma negativa», distingue el especialista.
No obstante, el temor a reiniciar la vida sexual no sólo es del enfermo cardiópata, sino también de la pareja. A menudo, ésta teme que fallezca mientras mantienen relaciones sexuales. Pero estos temores son infundados. «La inmensa mayoría de los pacientes pueden reanudar su actividad sexual prácticamente sin problemas, tratarse de ellos y, sobre todo, el médico debe hablar con el paciente, informarle y explicarle que no se va a morir», insiste Maroto.
La actividad sexual es favorable para el corazón puesto que, en realidad, no deja de ser un ejercicio físico más, equivalente a subir dos o tres pisos de escalera, pero “mucho más gratificante”, comenta José María Maroto. Además, es apta para la mayoría de personas que han sufrido un infarto u otra dolencia cardiaca. Para decidir quiénes de estos pacientes pueden reanudar su actividad sexual, se les realiza una prueba de esfuerzo y, a menos que se confirme que tienen isquemia (falta de riego en el corazón) u otros criterios que lo desaconsejen o lo hagan incompatible, entre 15 y 30 días después del infarto pueden volver a mantener relaciones sexuales.
En el caso de los varones que deben seguir un tratamiento con inhibidores de la fosfodiesterasa-5, para resolver sus problemas de disfunción eréctil deben esperar entre 6 y 8 semanas. No obstante, se aconseja que mantengan relaciones con una pareja estable y en el horario habitual, para que ambos estén tranquilos. “No pedimos que se practique una actividad sexual especial ni en una posición determinada”, expone Maroto.
Para volver a disfrutar de la vida sexual se estima fundamental una pareja estable, con quien se mantenga una buena relación, no tener problemas mentales ni de conciencia, ni estar estresado, puesto que si ya hubiera problemas previos, el paciente puede estar alterado y este nerviosismo no le favorece.
El 90% de las personas con problemas del corazón pueden retomar su vida sexual e, incluso, muchas pueden tratarse de su disfunción sexual -a menudo, previa al infarto- con píldoras como Levitra, Cialis y Viagra. “Les aconsejamos cómo deben hacerlo -una hora antes de la actividad sexual- y, sobre todo, que no las pueden tomar hasta pasadas seis semanas después del infarto”, explica el doctor.
No pueden tomarlas ni reanudar la actividad sexual las personas que siguen un tratamiento con nitritos y que tienen isquemia u otro tipo de problemas. En estos casos, no sólo se recorta la vida sexual, sino que también se desaconseja subir y bajar escaleras u otros ejercicios.