Dentro de todas las dimensiones que abarca la calidad de vida de una persona, la sexualidad es uno de los aspectos más olvidados y con menos presencia en el modelo de apoyo, atención e intervención a personas con daño cerebral. En la mayor parte de los casos, se prioriza la supervivencia de la persona y el posterior apoyo a las necesidades más básicas como la alimentación, el aseo, la reinserción laboral, etc. relegando todo lo relacionado con la afectividad y la sexualidad de la persona un segundo plano.
La importancia de la sexualidad
La sexualidad humana es una necesidad básica, transversal y multidimensional que se desarrolla a lo largo de toda la vida. Abarca el sexo, las identidades y los roles de género, la orientación sexual, el erotismo, el placer, la intimidad y la reproducción. Todas las personas tienen una forma única de vivir y manifestar su sexualidad. En este sentido, las personas con daño cerebral adquirido deberán, después de la lesión, adaptarse y aceptar los cambios y las limitaciones sobrevenidas que traen consigo las secuelas, aprendiendo, de nuevo, a disfrutar y a vivir su sexualidad.
Con el objetivo de mejorar la calidad de vida de la persona, así como su bienestar físico, psicológico, emocional y social, es muy importante contar con profesionales que pongan en práctica programas de educación afectiva y sexual que permitan atender, educar y prestar apoyos a la sexualidad de las personas con daño cerebral adquirido (DCA).
Un programa de afectividad y sexualidad
Recientemente, Laura Ramírez Ramos, psicóloga, sexóloga y directora técnica de Alento —una de las asociaciones que forman parte de la Federación Gallega de Daño Cerebral (FEGADACE), que presta apoyo a personas con daño cerebral adquirido del área sanitaria de Vigo, Pontevedra y O Salnés— ha puesto en marcha un «Programa de Afectividad y Sexualidad» dirigido a personas con daño cerebral usuarias de Alento.
Este programa nace, por un lado, para dar respuesta a las necesidades detectadas y demandadas por las personas con daño cerebral y, por otro lado, para mejorar la escasa presencia que estos programas tienen dentro de las áreas de intervención.
Los objetivos generales del programa son dos:
- Atender, educar y prestar apoyo en el plano afectivo sexual. Para ello la persona deberá aprender a conocerse, aprender a aceptarse y a aumentar la satisfacción.
- Promover que la persona tenga relaciones personales saludables mediante la adquisición de habilidades y nuevas experiencias.
Áreas para trabajar
Para alcanzar estos objetivos, tal y como recoge Ainhoa Espinosa en su guía ‘Aprendiendo a Disfrutar. Sexualidad y Diversidad Funcional’, es preciso tener claras una serie de premisas previas que el programa deberá transmitir y trabajar. Es muy importante:
- Plantear un concepto de sexualidad global alejándose del modelo centrado única y exclusivamente en la genitalidad.
- Facilitar la eliminación de falsas creencias y mitos relativos a la sexualidad.
- Abordar la sexualidad bajo el respeto a la individualidad y diversidad sexual.
- Trabajar la autoestima y las limitaciones personales.
- Prevenir posibles enfermedades e infecciones de transmisión sexual (ITS).
- Conocer y compartir aspectos sobre los diferentes cambios en las etapas del ciclo sexual vital.
Estos objetivos se llevan a la práctica agrupados en base a cinco bloques de contenidos relacionados con la sexualidad, el autoconcepto, los roles de género, la salud sexual y el ciclo de la vida sexual.
Cómo se trabaja
Se parte siempre de una evaluación inicial que permite conocer las características de los destinatarios, los recursos existentes y las necesidades del grupo, lo que posibilita adaptar y personalizar el programa. Este se desarrolla en formato grupal, con una metodología participativa y cooperativa apoyado con sesiones individuales para aquellas personas que las necesitan.
Las actividades llevadas a cabo se caracterizan por ser eminentemente prácticas, propician la reflexión, se adaptan a la capacidad de aprendizaje de cada persona, se basan en dinámicas que permiten generalizar los conocimientos aprendidos, impulsan el aprendizaje autónomo y son flexibles y adaptativas en función del desarrollo y las necesidades emergentes del grupo.
El programa llevado a cabo en Alento está todavía en marcha y, a falta de finalizar la primera edición del mismo, se puede concluir que, por un lado, mejora los conocimientos y las competencias de las personas participantes que, por lo general, ya cuentan con una carencia previa a la lesión en su base educacional sobre la sexualidad; y por otro lado, potencia y permite ajustar una de las áreas más afectadas tras el daño cerebral adquirido: el autoconcepto de la persona.
Por último, y para complementar estos programas, desde FEGADACE se llevan a cabo, a través de la Escuela DCA formaciones online periódicas dirigidas a capacitar y formar a diversos perfiles profesionales en el abordaje de la sexualidad en personas con daño cerebral adquirido.