Más de 90.000 parejas se separan al año en España y en la mayoría de los casos los conflictos son la norma. Éste es el caldo de cultivo del Síndrome de Alienación Parental, un proceso que se caracteriza porque uno de los progenitores manipula a los hijos para que odien al otro. La venganza se encuentra detrás de esta conducta que afecta a una de cada tres parejas que afrontan una separación contenciosa y causa graves trastornos a los hijos durante toda su vida. Por otro lado, uno de los dos progenitores sufre las consecuencias de esta actitud dominante y engañosa por parte de la antigua pareja, hasta el punto de llegar a realizar denuncias falsas de abusos sexuales contra los hijos en común.
Un progenitor inculca el odio
El Síndrome de Alienación Parental (SAP) es un proceso que el psiquiatra estadounidense, Richard Gardner, identificó en 1985, pero cuya realidad ha permanecido relativamente oculta a la opinión pública. Sin embargo, en estos momentos “se encuentra presente en distinto grado en un tercio de las separaciones contenciosas”, según apunta José Manuel Aguilar, psicólogo clínico y forense y autor del libro SAP. Síndrome de Alienación Parental. El SAP surge del conflicto entre la pareja por la custodia de los hijos y, siempre, los principales perjudicados son los menores. “Es un proceso en el que uno de los progenitores, normalmente el que tiene la guarda custodia, inculca el odio en el niño para que rechace al otro progenitor”, concreta Aguilar.
“El hijo crece con una absoluta desconfianza hacia su propio juicio y se entrega a la tiranía del déspota alienador”
La pregunta que surge es inmediata: ¿Cómo puede uno de los padres hacer daño a los hijos, si probablemente sea lo que más quiere en esta vida? “Bastante gente no sabe resolver bien los conflictos y se utiliza mucho a los niños”, se lamenta Javier Urra, psicólogo de la Fiscalía de Menores de Madrid, patrono de Unicef y primer Defensor del Menor de esa comunidad. En nuestra sociedad cada vez es más frecuente que las parejas se separen. Según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística, en 2004 se produjeron 57.000 separaciones y 35.000 divorcios y, como confirma Urra, en la mayoría de los casos se producen conflictos. Cuando hay hijos de por medio, la mayor parte de las custodias recae en las mujeres, “en un 95% de los casos”, subraya Aguilar. Es por esta razón que las mujeres son habitualmente las personas alienadoras en el SAP. “Sólo es estadística porque los hombres también alienan, pero se debe disponer de tiempo para hacerlo, y hoy en día quien lo tiene es la persona que custodia, que en la mayoría de los casos es la madre”, explica Aguilar.
El proceso puede tener como detonante que uno de los padres rehaga su vida sentimental o que el alienador sienta que ha perdido su lugar ante los hijos. Entonces el progenitor alienador se marca como objetivo alejar a la expareja de sus hijos y empieza a influir en ellos. Como consecuencia, los niños caen un conflicto de lealtades y no quieren dar la razón ni a uno ni a otro. “Aunque intentan hacer dos mundos, tienen un aguante, que rápidamente revienta”, dice Aguilar. “Al menor se le obliga a olvidar y a negar lo que ha vivido y, por otro lado, a aceptar las mentiras como ciertas, lo que separa al niño de la realidad. Aunque esté acreditado con vídeos y testimonios, el niño ha borrado de su mente ciertas vivencias y, por el contrario, cuenta cosas como que le pegaba unas palizas horribles cuando tenía un año y medio, aunque eso no ha existido jamás, porque un niño de año y medio no se puede acordar”, añade el experto. “El hijo crece con una absoluta desconfianza hacia su propio juicio y se entrega a la tiranía del déspota alienador”, recalca Julio Bronchal, psicólogo y especialista en maltrato infantil.
De repente, el hijo o la hija a cargo del padre o madre que tiene la custodia deja de querer estar con el otro progenitor y su familia, incluso le llega a insultar, y es característico que comience a emplear palabras y expresiones de adulto. Mientras tanto, el otro progenitor no sólo tiene que aguantar todos los desprecios de sus hijos, sino que se encuentra con dificultades para verlos y con “falsas denuncias de maltrato hacia la pareja o de abusos a los hijos”, explica Bronchal.
Denuncias falsas
Una denuncia por abuso sexual a un hijo conlleva automáticamente la suspensión cautelar del régimen de visitas para el padre o la madre durante un periodo que oscila entre los seis meses y un año, además de suponer que al acusado no se le pueda conceder la custodia compartida. “Este hecho se da con mucha frecuencia en los casos de SAP e incluso es uno de los factores que lo avivan porque los niños ya no pueden comprobar que el otro progenitor no es tan malo como le cuentan, que se porta bien”, explica María Asunción Tejedor, psicóloga y autora del libro Síndrome de Alienación Parental.
“Los psicólogos deben realizar análisis de credibilidad para saber si el niño dice la verdad o ha sido inducido”
Urra relata cómo comienza esta situación: “Se dice que la ex pareja abusa sexualmente del niño o de la niña en el régimen de visitas, que hay tocamientos, siempre ligeros y sin penetración y, que por lo tanto, no pueden comprobarse. Muchas veces son puras exageraciones: dicen que se han dado tocamientos, pero la realidad es que el menor tiene cuatro años y el padre, en quien recae la mayor parte de las denuncias, la estaba bañando, por lo que se sacan las cosas de contexto. Esta situación hunde al otro miembro de la pareja y puede dañar mucho al niño, que puede no saber al final cuál es la verdad”.
En el proceso judicial los psicólogos forenses y los jueces se encuentran en el brete de tener que decidir en un caso tan polémico, en que se contraponen dos versiones. Los psicólogos realizan análisis de credibilidad para saber si el niño dice la verdad o ha sido inducido, y en denuncias puntuales se llega a aplicar el detector de mentiras a los adultos. “Está muy acreditado en los países anglosajones y cuando se aplica con las debidas garantías tiene un gran grado de fiabilidad y validez”, asegura Bronchal. Este experto denuncia que los jueces tienden a “seguir la inercia de sostener la custodia de quien ya la tiene con lo cual acaban siendo cómplices involuntarios de todo este proceso y son manejados a su antojo por el progenitor alienador”.
Como estas denuncias suelen ser falsas, no se condena a nadie, pero todo el tiempo de alejamiento transcurrido permite al progenitor alienador seguir inculcando en el niño el odio hacia su ex pareja. Por esta razón, cuando se produce el reencuentro, el niño se siente aterrorizado y no quiere ver al padre o a la madre que han sido acusados. En este punto, vuelven a intervenir los equipos psicosociales, cuya labor recibe durísimas críticas por parte del especialista Bronchal. “En la mayoría de los casos son un factor cómplice en la estrategia del alienador porque no están preparados y se aferran a un dogma: nunca hay que utilizar una terapia coactiva, es decir, que nunca se fuerce la voluntad del menor, cuando la experiencia cotidiana dice que si un hijo no quiere comer fruta o verdura, los padres le hacen comer o que si no le apetece ir al colegio, acaba en las clases”. Pero en este caso, “si el menor no quiere ver a su padre o a su madre, hay psicólogos que caen en la ingenuidad pueril de respetar ese deseo del niño”.
Los niños, los grandes perjudicados
Sin lugar a dudas, los niños se llevan la peor parte en el SAP, porque padecen problemas de despersonalización, de comunicación, pueden tener depresión, dolores de cabeza, trastornos gastrointestinales, tics nerviosos y además los sentimientos de culpa son enormes, sobre todo cuando se dan cuenta de que han cooperado a hacer daño al otro progenitor, sin ellos quererlo.”En ese momento, el alienador y el hijo chocan y el niño se queda prácticamente sin padres: sin un progenitor que lo ha estado manipulando y programando y alejado del otro”, dice Bronchal. Además, “los niños se encuentran doblemente perjudicados, por tener un padre o madre estigmatizado como maltratador o abusador sexual sin que lo sea”, resalta Beranoagirre. La situación es tan grave y los niños aguantan tanta presión, que incluso ha habido casos de suicidio, como indican estos expertos. El SAP no sólo afecta durante la infancia sino que sus consecuencias se presentan también en la vida adulta. Aguilar explica que los hijos que lo han sufrido tienen tendencia a repetir el modelo cuando son mayores o que sufren de miedo a vincularse para no provocar toda esta situación.
“El SAP no sólo afecta durante la infancia sino que sus consecuencias se presentan también en la vida adulta”
Después de ver las graves consecuencias del SAP, ¿es posible que la madre o el padre se encuentren enfermos y no se den cuenta de lo que le están haciendo al hijo? Aguilar y Bronchal lo niegan. “En un mínimo porcentaje corresponde a una enfermedad mental, en la mayoría de los casos la motivación es pasar factura y creencias como que los niños son de su propiedad o que uno es mejor progenitor que otro”, describe Aguilar. Por su parte Bronchal corrobora esto y añade que siempre se parte “de una actitud de revancha y de venganza hacia al otro” y señala que en el alienador se produce una “herida narcisista”, que le lleva a considerar que “tiene el derecho de vengarse a través del hijo”.
Tejedor, Aguilar y Bronchal coinciden en que la persona alienadora suele ser completamente consciente de las maldades que realiza, pero que al mismo tiempo se justifica a sí misma con razones subjetivas. “Consideran que el hijo puede vivir perfectamente sin contacto con el otro progenitor y que ella es lo único que necesita el niño: ‘¿Quién te quiere más que yo?’ ‘Yo soy quien más te quiere en el mundo’, son palabras que suele repetir”, detalla Tejedor.
Mientras tanto, el otro progenitor sufre a su manera un proceso en que se le ha incriminado falsamente de abusos y en que su propio hijo le odia. “Los progenitores alienados suelen ser magníficos padres y no dejan de luchar por la proximidad con el niño”, explica Bronchal, aunque, ante tanto sufrimiento, a veces también se rinden. Tejedor asegura que les intenta tranquilizar transmitiendo que han hecho todo lo que han podido para arreglarlo y que deben seguir con su vida, pero que le responden que es muy difícil, porque saben que dejan a sus hijos en manos de un progenitor maltratador.
Cambio de custodia, única solución para el SAP
Ante este panorama, los expertos coinciden en que obtener un cambio de custodia a través de la vía judicial es la única solución para el SAP, porque las figuras alienadoras se caracterizan por ser “bastante reacias a cualquier forma de diálogo”, en palabras de Bronchal. “En los casos de alienación severa, el comportamiento del alienador recalcitrante se basa en no obedecer las sentencias judiciales, en no tener conciencia de daño hacia el propio hijo, en reclutar en el entorno a amigos, familiares contra la parte alienada y en plantear una batalla judicial con falsas alegaciones. Entonces la única terapia acreditada es separar al menor del progenitor alienador, exactamente igual que se haría en el caso de una secta destructiva y peligrosa”, explica este psicólogo.
Después del cambio de custodia y con el tiempo se puede ir normalizando la situación del hijo con el progenitor alienador, aunque advierte Bronchal de que se debe realizar con un “acceso limitado y supervisado para que no reprograme al niño”. Por su parte, Tejedor avisa sobre el riego de que los progenitores que reciben la custodia se conviertan a su vez en alienadores “después de tantos años de rabia contenida” y recalca que es importante hacer ver a los hijos que no se deben sentir culpables, porque ellos no han tenido nada que ver.