Cuidar a otra persona puede ser una experiencia positiva, emotiva y gratificante, si bien no es menos cierto que, en numerosas ocasiones, nos encontramos con cuidadores y cuidadoras que experimentan situaciones y periodos de estrés, ansiedad, depresión, frustración… Cuando esto sucede de forma no puntual, estas personas pueden empezar a sufrir alteraciones físicas, emocionales y sociales, capaces de desequilibrar muchos aspectos de su vida. Esto es lo que se conoce como síndrome del cuidador quemado, o síndrome de burnout.
Qué es el síndrome de burnout
Este término fue acuñado por primera vez por Herbert J. Freudenberger, psiquiatra estadounidense, en 1974, para describir cómo se sentía un grupo de voluntarios que colaboraba en una clínica para ayudar a personas a abandonar las drogas. Tras un año de actividad, muchos de ellos estaban agotados, se irritaban con facilidad y habían desarrollado una actitud despectiva hacia los pacientes y una tendencia a evitarlos.
Tres años más tarde, en 1977, la psicóloga estadounidense Christina Maslach dio a conocer el término en el Congreso anual de la Asociación Americana de Psicólogos (APA). Lo hizo para referirse al profundo desgaste emocional y físico que experimenta la persona que convive y cuida de un familiar dependiente, como consecuencia de la exposición continuada a situaciones de estrés (estado de sobreesfuerzo) al que está sometida.
Este desgaste inapropiado de las reservas psicológicas y físicas, como efecto de la sobrecarga desmedida en el cuidado de una persona enferma crónica, se considera producido por el estrés continuado de tipo crónico. Se debe a la realización de trabajos monótonos rutinarios y repetitivos con sensación de falta de control sobre el resultado final de dichos cuidados, agotando las reservas psicofísicas del cuidador.
¿Cómo podemos hacer frente a esta situación?
Lo resumimos en seis pasos:
- 1. Reconocer los signos de alarma.
- 2. Pedir ayuda y dejarnos acompañar.
- 3. Poner límites al cuidado.
- 4. Cuidar la salud física.
- 5. Cuidar su salud psíquica.
- 6. Cuidar la salud social.
Burnout: estas son las señales de alarma
Debemos prestar atención a las señales de alarma que pueden indicarnos que nuestras “reservas comienzan a desgastarse”. Estas son algunas que tenemos que tener en cuenta:
- Pérdida de energía, fatiga crónica, sensación de cansancio continuo… Problemas de sueño; aumento o disminución del apetito.
- Aislamiento social, no tener ganas de compartir con otras personas actividades sencillas y placenteras.
- Consumo excesivo de bebidas, tabaco, pastillas para dormir u otros medicamentos.
- Problemas físicos: palpitaciones, temblor de manos, molestias digestivas; problemas de memoria y dificultades de concentración.
- Menor interés por actividades placenteras: dificultad para superar sentimientos de tristeza o nerviosismo, cambios frecuentes de humor o estado de ánimo, enfadarse fácilmente.
- Tratar a las personas de la familia y de confianza de forma menos considerada que habitualmente. Dar demasiada importancia a pequeños detalles.
- No admitir la existencia de síntomas físicos o psicológicos que se justifican por causas ajenas al cuidado.
Qué hacer frente al síndrome de burnout
Si bien no es siempre sencillo hacer frente a esta situación, y aunque muchas personas cuidadoras experimentan la sensación de falta de tiempo o incapacidad para dar los pasos hacia un mayor bienestar, aquí os dejamos diez consejos para cuidar nuestra salud en todas sus esferas:
- 1. Buscar de forma adecuada información; cuanta mejor información tengas sobre la enfermedad, el proceso… más seguro te sentirás. Tratar de controlar los miedos anticipados. Centrarse en el aquí-ahora.
- 2. Organizarse por prioridades; tomar decisiones, organizar el tiempo de manera eficiente e intentar disponer de tiempo libre previamente establecido cada semana.
- 3. No descuidar las relaciones con amistades u otros miembros de la familia.
- 4. Llevar una vida saludable: alimentación, sueño y ejercicio.
- 5. Escuchar nuestras emociones, no ignorarlas y procurar expresarlas por los canales adecuados. Bajar el nivel de autoexigencia y no culpabilizarse. Aplicando sobre uno mismo la empatía, la condescendencia, la indulgencia y la comprensión.
- 6. Ante los sentimientos de soledad, expresar la necesidad de forma adecuada: comunicar, compartir y fortalecer el vínculo positivo cuidador-cuidado.
- 7. La enfermedad o la discapacidad, es decir, la situación de dependencia, es una intrusa con la que debes aprender a convivir y aceptar: el cuidado es un proceso duro pero enriquecedor, donde nunca volveremos a ser como antes.
- 8. Intentar ponerse en contacto con otros familiares que tengan el mismo problema, compartiendo emociones y cuidados.
- 9. Delegar los cuidados: pide ayuda, comparte las responsabilidades.
- 10. Observar pronto los pequeños cambios te ayuda a adaptarte a los cambios grandes.
Para cuidarte y sentirte mejor, elige algunas pequeñas acciones placenteras y concretas en el día a día y que apenas te llevarán unos minuto: escuchar una canción que te guste, leer, cantar, bailar, darte un baño…; es decir, cualquier tarea que te aporte bienestar.
Además, es muy importante recordar siempre que el mejor cuidado que podemos ofrecerle a la otra persona es nuestro autocuidado: si nosotros nos encontramos bien, la calidad de nuestros cuidados será mejor y nuestro familiar estará mejor. El cuidado de un ser querido es una carrera de fondo, no podemos desfondarnos en los primeros metros… sino que tenemos que hacerlo de forma constante y siempre de la manera mejor posible. No siempre cantidad de cuidados equivale a calidad de cuidados.