La abogada y escritora Michelle Obama, el astronauta Neil Armstrong, la actriz Kate Winslet y la cantante Jennifer López han confesado haber sufrido el síndrome del impostor. Ellos son solo la cara visible de un trastorno psicológico que afecta a siete de cada diez personas, tal y como refleja el estudio ‘The Impostor Phenomenon‘ publicado en el Internacional Journal of Behavorial Science. Verse como un fraude, creer que los logros personales son fruto de la casualidad y vivir con el miedo a ser descubierto son algunas de sus manifestaciones más habituales. En las siguientes líneas ahondamos en estos y otros síntomas del síndrome del impostor, sus consecuencias negativas y cómo superarlo.
Todas las personas estamos expuestas a padecer el síndrome del impostor, independientemente del sexo o la edad, y en todas las facetas de nuestra vida. Sin embargo, hay una condición que hace más posible la aparición de este fenómeno: el nivel de autoexigencia personal. Cuanto mayor sea y cuantas más responsabilidades se adquieran, mayor es la probabilidad de sufrir esta patología.
Reconocer que uno mismo sufre del síndrome del impostor no es sencillo. Te damos las claves para identificar este trastorno psicológico y para poder tratarlo: ponerle remedio a tiempo puede ahorrarnos muchos problemas profesionales y sociales.
¿Qué es el síndrome del impostor?
El síndrome del impostor fue identificado en 1978 por las psicólogas norteamericanas Pauline Clance y Suzanne Imes. La propia Clance lo experimentó durante la preparación de unos exámenes importantes. Ya como profesora universitaria, lo vio repetido una y otra vez en sus alumnos: todos tenían excelentes clasificaciones pero se sentían inferiores al resto de los compañeros, a los que sin embargo veían brillantes. Pensaban que sus triunfos personales eran fruto del azar.
“En este síndrome la persona manifiesta un problema en la atribución casual de su éxito, a la vez que tiende a ponerse en lo peor para, de algún modo, defenderse en caso de que no le vaya bien en determinada situación. Además, es incapaz de reconocer que un éxito es debido a su propio esfuerzo o capacidad para ello: aunque consiga un logro por sí misma, nunca reconocerá en su foro interior que lo ha conseguido por sus propios méritos. Siempre serán factores externos, principalmente la suerte, la causa de este rendimiento exitoso”, apunta la doctora Cristina Velasco, psicóloga general sanitaria y profesora en la Universidad CEU San Pablo.
¿Cómo identificar el síndrome del impostor?
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¿Sientes que no estás lo suficientemente preparado para un trabajo? ¿Tienes miedo a equivocarte? ¿Te afectan las críticas en sobremanera? ¿Crees que eres un fraude? ¿Piensas que tus éxitos son producto de la suerte? Responder afirmativamente a alguna de estas preguntas puede equivaler a sufrir el síndrome del impostor. “Es un síndrome difícil de reconocer por uno mismo porque las creencias están tan arraigadas que cuesta ver lo que sucede”.
Para la doctora hay cinco síntomas claves para identificar el síndrome del impostor:
- Lo primero es observar si la persona no disfruta con sus éxitos.
- También es importante comprobar la presencia de creencias irracionales sobre uno mismo que derivan en una falta de confianza.
- El pesimismo defensivo es otra señal: la persona se “pone en lo peor”, piensa que no va a ser capaz y, de este modo, si el éxito no sucede no se ve dañada su autoestima.
- Un cuarto síntoma es detentar un alto nivel de exigencia o perfeccionismo pero, al mismo tiempo, no estar seguro de ser capaz de conseguir una meta.
- El miedo al fracaso sería un quinto indicador de padecer el síndrome del impostor.
Cómo superar este síndrome, ¿tiene tratamiento?
Superar uno mismo el síndrome del impostor puede ser complicado, sobre todo porque cuesta verse identificado en sus síntomas. ¿Cuándo hay que pedir ayuda a un profesional de la salud mental? “Siempre que el síndrome del impostor está afectando a la vida de la persona y ésta acabe boicoteando su satisfacción personal en sus áreas vitales: en el trabajo, en su familia, en el momento de conseguir pareja e, incluso, con sus propias amistades”.
La doctora considera que el síndrome del impostor no lo provocan factores objetivos, como la preparación, el puesto de trabajo o ser hombre o mujer, “se origina por el pensamiento, las creencias y los afectos relacionados con uno mismo, por los proceso por los cuales se quiere lograr algo en la vida”. Por ello, es fundamental trabajar la autoestima y la autoeficacia. “La persona necesita un mejor conocimiento de sí misma y modificar esas creencias erróneas que la llevan a no atribuirlos sus éxitos a su propia valía. Hay que ser realista con uno mismo, establecer metas adecuadas a las capacidades reales y potenciales para conseguir los éxitos que uno se proponga y disfrutar con ellos”.
¿Cuáles son sus consecuencias negativas?
El síndrome del impostor crea un bloqueo emocional que impide disfrutar de los logros personales, generando una serie de creencias tóxicas sobre uno mismo; no es infrecuente que las personas se autosaboteen, se conviertan en sus propios enemigos. Ansiedad, dificultad para conciliar el sueño, falta de confianza o frustración pueden ser algunos de sus efectos secundario.
Aunque puede manifestarse en todas las áreas vitales -laboral, social y familiar- y en cualquier momento, a menudo ataca o es más palpable en el ámbito laboral, en los momentos de mayor éxito y en las personas con altas exigencias profesionales. Al final, el síndrome del impostor puede suponer una barrera e impedir el progreso en el entorno laboral. Según un estudio realizado por la Universidad de Salzburgo (Austria) en 2016, las personas que lo sufrieron vieron limitada su carrera, recibieron sueldos más bajos, fueron menos promocionadas que sus compañeros con similares capacidades y tuvieron más problemas para encontrar nuevos empleos.