Los estudios revelan que cerca del 8% de la población infantil española de entre 6 y 15 años padece un trastorno de déficit de atención (TDA). Aunque no está considerado como una enfermedad, puede causar graves consecuencias, desde dificultades en el proceso de aprendizaje y en el rendimiento escolar, hasta alteraciones en las relaciones sociales. A menudo, es fácil que también aparezcan estados de ansiedad o angustia motivados por la falta de autoestima. En estos casos, los padres y el entorno son determinantes para que el niño mejore.
Qué es el TDA
La Organización Mundial de la Salud (OMS) lo incluye dentro del grupo de los trastornos emocionales y del comportamiento durante la infancia y la adolescencia. Un estudio revela que España ocupa el tercer lugar, por detrás de Alemania y Estados Unidos, de países que sufren un mayor porcentaje de problemas mentales y del comportamiento en niños y adolescentes. Los especialistas lo definen como un trastorno del desarrollo que conlleva una alteración conductual cuyo síntoma principal es la desatención, es decir, la dificultad para mantener y regular la atención de forma continua en las actividades que se realizan. Además, los niños que sufren este problema suelen carecen de autocontrol, presentando una conducta impulsiva; es lo que se denomina conducta hiperactiva.
El motivo
Aunque no es un trastorno nuevo, los psicólogos no acaban de determinar su causa; la hipótesis más común que barajan los expertos apunta a una alteración de las sustancias químicas que transmiten las señales entre las células nerviosas. Por otra parte, la OMS, en un informe sobre enfermedades mentales y conductuales, afirma que entre los factores asociados a la aparición y evolución de estos trastornos se encuentran el sexo, la edad y el entorno sociofamiliar.
Los primeros síntomas aparecen alrededor de los 6 años de edad, aunque el momento clave tiene lugar cuando los niños comienzan las clases en el colegio, es entonces cuando los efectos se hacen más evidentes. Tomás Fernández, Psicólogo Clínico del Servicio Navarro de Salud afirma que “este es un trastorno complejo que se debe tratar concienzudamente. Algunos de los síntomas mejoran con el paso del tiempo y con un tratamiento adecuado, como la excesiva actividad motora, pero en la mayoría de los casos, la desatención, que es el síntoma principal, persiste en la edad adulta “.
Cómo se reconoce
Los tres síntomas nucleares del TDA son la falta de atención y concentración, la hiperactividad o sobreactividad y la impulsividad. Estos efectos se traducen en que el niño está disperso, es incapaz de centrar la atención en un libro o en la televisión. Además, los afectados se mueven de forma continua, rara vez están sentados largo rato en un mismo sitio y mueven continuamente brazos y piernas, sobre todo a la hora de las comidas o de dormir.
En el colegio, a menudo interrumpen las explicaciones del profesor, no dejan trabajar a sus compañeros y hablan de manera continuada con afán de llamar la atención. Además, no hacen los deberes y provocan peleas entre los compañeros. Los expertos coinciden en destacar que no es extraño que sufran fracaso escolar al afectarles directamente en el aprendizaje. También se sienten mal cuando se tienen que relacionar con otras personas, ya que suelen ser irritables y siguen con dificultad las normas. En casa, a menudo desobedecen a sus padres, no los escuchan e incluso pueden llegar a ignorarlos completamente. La falta de comunicación entre los padres y el niño que padece este trastorno es algo habitual que se debe superar con un tratamiento adecuado.
La información como solución
Fernández explica que para que exista un trastorno por déficit de atención, el niño debe presentar varios de los síntomas que se han citado anteriormente durante largo tiempo y en diferentes ámbitos (en casa, en el colegio, con amigos…). “Es general en el espacio y en el tiempo, por esta razón es importante recoger información sobre la conducta del niño a través de los padres, de los profesores, pedagogos y educadores, así como de profesionales especializados en este campo como psicólogos, neurólogos o psiquiatras para saber si efectivamente existe este problema”, explica. María Villar Agudo Beira, médico del Servicio Navarro de Salud advierte que “ante la sospecha de un TDA, es necesario realizar una exploración física completa, así como una valoración neurológica que debería llevar a cabo un neuropediatra para descartar otras patologías”.
Tratamiento Multidisciplinar
Ningún tratamiento aislado, según los especialistas, ha dado hasta ahora resultados fructíferos. Sin embargo, el hecho de que los padres conozcan el problema, la colaboración desde la escuela y una medicación estrictamente controlada cuando sea necesario, pueden ser las claves para solucionar el problema. Es lo que se llama un Tratamiento Multidisciplinar.
La administración de medicamentos suscita gran controversia en estos momentos, pero parece que el uso de fármacos controlados por el médico- según fuentes consultadas- está dando muy buenos resultados.
“El tratamiento farmacológico es muy importante en aquellos casos donde el problema repercute de manera directa en el rendimiento escolar, es decir donde éste se ve afectado y mermado. Los fármacos actúan sobre el aspecto cognitivo, principalmente, sobre la atención y la concentración, aunque también disminuye secundariamente la actividad motora” concluye Fernández.
Hasta ahora, el fármaco más utilizado para tratar la hiperactividad ha sido el metilfenidato (Rubifén), pero la Clínica Universitaria de la Universidad de Navarra está participando en el estudio de un nuevo fármaco para tratar este problema. María Villar Agudo opina que “al contrario de lo que la mayoría de la gente piensa, los fármacos que se les aplican no son ansiolíticos ni tranquilizantes que adormecen al niño, sino estimulantes encaminados precisamente a despertar su atención”. Por otra parte, la intervención pedagógica es un pilar fundamental para la solución del problema. Lo que se persigue con esta práctica es lograr que el niño centre la atención a través de estímulos, actividades y diferentes estrategias, como la cognitiva. Ésta consiste en enseñar al niño a que se dé auto-instrucciones mediante un proceso de repetición mediante el cual puede acabar controlando su propia conducta. Se le enseña a auto-corregirse, a pautar y modificar su propio comportamiento.
Sonia Arístegui Huarte, pedagoga acostumbrada a tratar estos casos, pone de manifesto la importancia de reforzar y aplaudir el comportamiento positivo. “Suelen ser niños que, por lo general, han llegado a perder parte de su autoestima. Los amigos, profesores y hasta los padres, en ocasiones, los dejan de lado porque tienen un comportamiento difícil”, matiza.
Tan importante como la intervención pedagógica es la colaboración de los padres en casa. Los especialistas les recomiendan hacer frente a este problema sin considerarlo un drama y se les aconseja incentivar al niño haciéndole ver los aspectos positivos de realizar bien sus tareas.
Además de todo lo dicho, es importante señalar que para conseguir un diagnóstico precoz y correcto se necesita la valoración de un especialista. Este puede ser un pediatra, psicólogo infantil o un psiquiatra.
Es importante recordar:
- El TDA no es una enfermedad, es decir que permite hacer una vida normal.
- El TDA no sólo afecta al área académica, motivo principal por el que los padres acuden a un especialista.
- El TDA no afecta a la capacidad intelectual, de hecho, algunas personas famosas como Ramón y Cajal, Einstein o Churchill sufrieron este trastorno.