El estrés crónico tiene un impacto negativo en los telómeros, las terminaciones de los cromosomas que a su vez tienen un significativo papel en el deterioro celular y el envejecimiento prematuro. Esta es la conclusión de un estudio estadounidense publicado en el último número de la revista «Proceedings» y que por primera vez confirma la relación directa entre el estrés y el aparentar años de más.
Los responsables del estudio se centraron en un grupo de madres al cuidado de hijos afectados por enfermedades crónicas como el autismo o la parálisis cerebral, patologías que multiplican la tensión de cualquier progenitor responsable. Los investigadores detectaron en las células sanguíneas de estas madres telómeros mucho más cortos de lo normal, una reducción que en los casos más extremos equivalía a más de una década de envejecimiento acelerado.
Como consecuencia del envejecimiento natural, los telómeros se agotan y se vuelven inestables, impidiendo la renovación celular. Este proceso termina por provocar los efectos no deseados del envejecimiento, que incluyen músculos más débiles, arrugas, sentidos debilitados, órganos defectuosos o capacidades mentales mermadas.
«Pese a la creencia popular de que el estrés acelera el envejecimiento, no existían hasta ahora evidencias concretas de este proceso. Esta es la primera vez que el estrés psicológico ha sido relacionado con un indicador celular de envejecimiento en gente saludable», afirma Elissa Epel, profesora de Psiquiatría de la Universidad de California en San Francisco y directora del estudio.
A su juicio, este descubrimiento puede ser una herramienta útil para detectar a tiempo los efectos físicos del estrés y comprobar la efectividad de los esfuerzos para aliviar estas tensiones psicológicas. Otros expertos han destacado esta relación como un paso importante a la hora de comprender las complejas conexiones entre la mente y el cuerpo de los seres humanos.