Comer bien es, antes que un placer, una necesidad. La mala alimentación predispone a tres de cada diez niños a sufrir un accidente cardiovascular cuando llegue a la edad adulta. La falta en la dieta de productos básicos como frutas, verduras y pescado azul convierte a muchos chavales en candidatos a padecer dolencias tan graves como un infarto, una angina de pecho y otras complicaciones del aparato circulatorio. El pediatra vizcaíno Pablo Sanjurjo, especialista del hospital de Cruces, en la localidad vizcaína de Barakaldo, ha sido reconocido con el premio Reina Sofía de Investigación 2002 por el contenido de un amplio estudio en el que se detallan éste y otros aspectos relacionados con la nutrición infantil.
El trabajo premiado es una síntesis de las tres líneas de investigación a las que Sanjurjo ha dedicado 18 años de carrera. Las dos primeras tienen que ver con la influencia de la dieta en la aparición de determinadas complicaciones congénitas del metabolismo y en el desarrollo neuronal del feto. La tercera, la que tiene sin duda una mayor relevancia social, gira en torno a la prevención de las enfermedades cardiovasculares desde la infancia. El médico vizcaíno ha compartido galardón con un equipo del hospital Ramón y Cajal, de Madrid, que presentó un estudio de genética.
Las complicaciones relacionadas con el aparato circulatorio constituyen la primera causa de muerte en la sociedad occidental, por delante del cáncer. España figura entre los países con menor incidencia pero, como contrapartida, es también de los pocos en que el número de casos ha crecido, aunque sea sólo de manera tímida. La labor desarrollada por el adjunto del Departamento de Pediatría del hospital vasco ha permitido establecer un sistema de puntos que concreta la posibilidad de padecer un accidente cardiovascular.
El riesgo se divide en alto, medio o bajo en función de diferentes factores, como los niveles de colesterol en la sangre del paciente, su tensión arterial y la existencia de antecedentes familiares con cardiopatías. Otros aspectos que también se valoran para delimitar las posibilidades que tendrá un niño de sufrir un infarto de mayor son el sedentarismo, la edad en que se comienza a fumar y la obesidad.
Según este baremo, un 5% de los niños se halla en situación de alto riesgo y su problema debe atenderse, por tanto, en un centro hospitalario. Otro 25% presenta un riesgo medio. Su complicación puede resolverse a través de los centros de atención primaria, pero es necesario incentivarles para que pierdan peso, lleven una vida menos sedentaria y corrijan su dieta, generalmente rica en embutidos y bollería industrial, y pobre en frutas y verduras.
Las «claves» de la prevención de la enfermedad cardiovascular son tres, según Sanjurjo. La primera, «la recuperación de la dieta mediterránea, que es fundamental». A la mejora de la alimentación se une la necesidad de hacer dos horas de ejercicio diario, «además del deporte escolar». En ese tiempo también contabiliza el caminar. Y tres, la lucha contra la obesidad, «que se ha convertido en una epidemia». El 15% de los niños la padecen ya.