La preocupación por mantener el colesterol dentro de los límites señalados por los médicos ha calado muy hondo en la sociedad. De todos es sabido que una tasa alta de esta sustancia incrementa la posibilidad de sufrir, por poner un ejemplo, un ataque al corazón. Lo que ya no es tan conocido es que una encía insana puede provocar exactamente el mismo desenlace.
«Una enfermedad periodontal (de la encía) puede tener mucha repercusión en el resto del organismo. De hecho, representa un factor de riesgo igual que una tasa alta de colesterol para un infarto de miocardio, entre otros males. Las bacterias productoras de la piorrea son capaces de llegar a través del torrente sanguíneo hasta las arterias coronarias que aportan la irrigación al corazón y contribuyen al estrechamiento de éstas, de igual forma a como actúa el colesterol», explicó ayer Jon Zabalegui, estomatólogo y vocal de la Sociedad Española de Periodoncia (SEPA), en la presentación de una campaña para informar a los españoles sobre la importancia del cuidado de las encías.
Prácticamente la totalidad de la población sufre de gingivitis en algún momento de su vida. Es más, esta enfermedad, que se traduce en el sangrado de las encías, es una de las más frecuentes en el ser humano -afecta al 65% de los niños y al 75% de los jóvenes de 20 a 25-. Si no se trata, la gingivitis puede degenerar en periodontitis, más conocida como piorrea, que afecta al hueso de la encía haciendo que los dientes se muevan hasta la expresión más grave de este mal: la pérdida de las piezas. Según Zabalegui, uno de cada dos adultos padece piorrea en un grado leve o moderado. Y un 15% llega a niveles muy graves.
Los problemas que una encía insana puede causar al resto del cuerpo no acaban aquí. «Existe una evidencia científica de que las enfermedades periodontales no tratadas se relacionan con otras complicaciones importantes, como la neumonía de aspiración, la osteoporosis en las mujeres y, en el caso de las embarazadas, el nacimiento de bebés inmaduros de bajo peso», explica el estomatólogo. Un estudio confirma que, de aquellos casos en los que se desconocen las causas por los que los niños han nacido antes de tiempo, el 20% se debe a una piorrea no tratada de la madre.
Los diabéticos también deben extremar el cuidado de su boca. Está comprobado que este tipo de afecciones puede aumentar la dificultad para controlar la glucemia y la facilidad para contraer infecciones. Los médicos afirman que una boca sana puede ayudarles incluso a reducir su necesidad de insulina.
La predisposición genética es un factor importante a la hora de padecer esta enfermedad. Según un estudio, entre el 25 y el 30% de los europeos de raza blanca están condenados por sus genes a sufrir estos males. Existe un test para conocer este grado de predisposición; sólo hay que proponérselo al dentista.
Mejor prevenir que curar
Zabalegui confirma un extremo que, aunque mil veces repetido, cae casi siempre en saco roto: la prevención es la mejor solución. Recomienda una y otra vez la visita periódica al dentista, sabedor de que tan sólo el 1% de la población acude al especialista para la revisión semestral o anual. Es más, la mayoría se contenta con acercarse a la farmacia en busca de un remedio pasajero para su sangrado, su dolor de muelas o sus dientes sensibles al frío.
Ernestina Presser, presidenta del Colegio Farmacéutico de Vizcaya, destaca la importancia de la colaboración con los médicos para combatir este extendido mal: «La gente viene a la farmacia con su problema bucal y quiere que le aconsejemos y le recetemos. Por eso debemos estar en contacto con los dentistas, y más concretamente con los periodontistas. Debemos reforzar la labor de los expertos». «Pensamos que la salud es todo menos la boca y eso debe cambiar», sentencia.