No todos los enfermos de Parkinson se atreven a someterse a la neuroestimulación cerebral, el avance más importante en las últimas dos décadas en el tratamiento de este mal. Esta complicada técnica consiste en introducir unos electrodos en el cerebro, lo que provoca aún temor en muchos enfermos, que prefieren seguir con la medicación.
Con el objetivo de despejar dudas sobre sus beneficios y riesgos, un equipo médico del Hospital Hines de Illinois (Estados Unidos) investigó a 255 pacientes con Parkinson que seguían diferentes terapias. Estos expertos confirman ahora los beneficios de la cirugía del Parkinson, con mejoras en la calidad de vida y capacidades motrices (temblores, rigidez, movimientos involuntarios) que no logra otro tratamiento.
Se observaron beneficios incluso en pacientes de más de 70 años. No obstante, la investigación también advierte de que los enfermos están expuestos a mayores efectos secundarios. El riesgo más común fue la infección quirúrgica, así como desórdenes del sistema nervioso y psiquiátricos (depresión, ansiedad), problemas relacionados con el dispositivo y trastornos cardiacos. Muchos de estos problemas fueron temporales, aparecieron los tres primeros meses y se solucionaron pasado medio año, cuando se dio por concluido el estudio. Los efectos secundarios fueron mayores que en el grupo que tomó medicación.
La estimulación cerebral profunda mejora el control de los pacientes con unos electrodos que quedan insertados en el cerebro y, a su vez, están conectados a un neuroestimulador, una especie de marcapasos implantado en el tórax, que genera impulsos. La estimulación se realiza en una de las dos estructuras cerebrales (globo pálido interno y núcleo subtalámico) que controlan el neurotransmisor que falta en los enfermos de Parkinson.