Unos 2.000 millones de personas están infectadas por el bacilo de la tuberculosis y el 10% acaban desarrollando la enfermedad de forma activa. Lejos de ser una enfermedad del pasado, la tuberculosis es un problema de salud actual: cada año aparecen 8 millones de casos nuevos y 2 millones de personas mueren por esta enfermedad. El objetivo primordial de la vacuna es el de reducir el tratamiento de la tuberculosis latente, la forma adormecida, para después conseguir lo mismo con la tuberculosis activa.
Optimizar el tratamiento de la tuberculosis es el objetivo de diversos equipos científicos como el dirigido por Pere Joan Cardona, investigador de la Unidad de Tuberculosis Experimental del Hospital Germans Trias i Pujol, de Badalona. El equipo de Cardona ha patentado la única vacuna antituberculosa que existe en estos momentos. La vacuna, que ha recibido el nombre de Ruti® (por el nombre popular del hospital, Can Ruti) ya ha mostrado su eficacia en animales. El pasado 23 de abril se iniciaron los ensayos en humanos, con la finalidad primordial de comprobar su toxicidad.
La Ruti®
En la primera fase, que durará más de un año, además de demostrar la seguridad en voluntarios sanos, se averiguará cuál es la dosis necesaria para obtener la respuesta deseada. La segunda fase va dirigida a probar la eficacia de la administración de dos dosis de la vacuna en una muestra de 72 infectados de tuberculosis (parte de ellos, con SIDA) y, posteriormente, implementarla en algún país con una alta prevalencia de tuberculosis latente. Finalmente, en la fase tres, que será la definitiva, se tratarán dos grupos formados por 1.500 pacientes cada uno: a un grupo se le administrará el clásico tratamiento antibiótico entre seis y nueve meses y, al otro, sólo un mes de antibiótico seguido de las dos dosis de la vacuna.
Se estima que hacia el 2010 tendrá lugar la última fase de los ensayos y que la vacuna estará a punto para ser utilizada en el 2012. Además del tratamiento de la tuberculosis latente, en una fase posterior se comprobará la eficacia de la vacuna en el tratamiento de la forma activa de la enfermedad. El proceso de investigación de la vacuna Ruti® se inició en el año 2000, financiado en gran medida por el laboratorio farmacéutico Archivel Farma. La clave de la vacuna ha sido la investigación del mecanismo por el cual el bacilo permanece en forma latente y la respuesta inmunitaria del organismo frente a éste.
En diez años, Ruti® podría ser una alternativa para disminuir el período de tratamiento de la infección latente y de la enfermedad tuberculosa activaSe trata de una vacuna generada a partir de fragmentos celulares de Mycobacterium tuberculosis biotransformados que permiten generar una respuesta inmune equilibrada ante un amplio abanico de antígenos, además de una intensa producción de anticuerpos. El tratamiento con Ruti®, posterior al tratamiento antibiótico, ya ha demostrado su eficacia en modelos experimentales en ratones y cobayas, sin generar respuesta tóxica.
En estos momentos, el objetivo primordial de Ruti® es reducir el tratamiento de la infección tuberculosa latente de nueve meses a uno. La vacuna significa un avance muy importante en la inmunoterapia de la tuberculosis. Ruti® podría significar en un tiempo razonable, aproximadamente en diez años, una alternativa interesante para disminuir tanto el período de tratamiento de la infección latente a un mínimo eficaz como el de la enfermedad tuberculosa activa.
El problema de la latencia
Un tercio de la humanidad, aproximadamente unos 2.000 millones de personas, están infectadas por el bacilo de la tuberculosis y el 10% acaban desarrollando la enfermedad de forma activa. La infección por el bacilo no significa necesariamente la aparición de la enfermedad. Este microorganismo, y muchos virus como los de la familia Herpes, tienen la capacidad de permanecer durante largo tiempo inactivo en forma de bacilo latente. Esta forma de metabolismo enlentecido permite al microorganismo desarrollarse en situaciones de estrés o desnutrición, entre otras.
Muchas personas se infectan durante su vida (primoinfección tuberculosa). En la mayoría de ellas, los bacilos quedan en células de los alvéolos pulmonares y sólo una parte de los infectados desarrollan tuberculosis pulmonar sintomática. La forma latente no genera síntomas y se diagnostica con un test cutáneo conocido como Mantoux o prueba de la tuberculina. La particular característica del bacilo es lo que provoca que los tratamientos de la enfermedad sean tan prolongados (unos seis meses), ya que el antibiótico no sólo debe eliminar a los microorganismos activos sino también a las formas adormecidas que también son las responsables de las recidivas de la enfermedad.
La alta tasa de infectados hace del control de la tuberculosis una tarea difícil. La medida más importante es la detección de los casos de enfermedad activa, pacientes bacilíferos, que son los que potencialmente pueden contagiar, y garantizar su tratamiento. Por otra parte, desde la década de los sesenta se ha impulsado el tratamiento de las personas infectadas con formas latentes del bacilo. La terapia que se emplea en la actualidad consiste en administrar isonazida durante nueve meses. El número de pacientes tratados es inferior al deseado dado que el tratamiento es prolongado, con efectos secundarios (toxicidad hepática) y está destinado a individuos sin síntomas, lo que aumenta la tasa de incumplimiento terapéutico. En este sentido, la vacuna aporta una mejora trascendental al acortar la terapia a sólo un mes.
Imagen: WHO
La tuberculosis sigue siendo una importante causa de muerte en todo el mundo. Se calcula que en 2005 hubo 8,8 millones de nuevos casos, de los cuales 7,4 millones tuvieron lugar en Asia y en África subsahariana. La enfermedad causó la muerte de 1,6 millones de personas, de las que 195.000 estaban infectadas por el VIH, siendo la región africana la que registró el mayor número de fallecimientos. La pandemia del SIDA ha incrementado los casos de tuberculosis: 12 millones de personas infectadas con el virus también padecen tuberculosis. Esta enfermedad es la primera infección oportunista que afecta a las personas portadoras del VIH y es, también, la primera causa de muerte en estos pacientes.
Hace años que se conoce que las personas seropositivas y con tuberculosis latente tienen mayor riesgo de desarrollar una tuberculosis activa. El VIH y la tuberculosis constituyen una combinación letal al potenciarse mutuamente. El virus del sida debilita el sistema inmunitario por lo que, ante una infección latente por el bacilo de la tuberculosis, una persona seropositiva tiene muchas más probabilidades de enfermar. Concretamente, si en un individuo inmunocompetente el riesgo es de un 10% en el plazo entre 10 y 20 años, en las personas seropositivas el riesgo es del 10% anual.
Los portadores de las dos infecciones, al tener un riesgo elevado, necesariamente deben efectuar tratamiento contra la tuberculosis latente. Por este motivo, en las investigaciones del grupo de Cardona, se hace un especial énfasis en este grupo de pacientes. Está previsto que las últimas fases de la investigación se efectúen en algún país africano, todavía por determinar, en el que coexistan una elevada tasa de pacientes con el virus del sida y con tuberculosis latente. Otro de los retos a los que se enfrenta el control de la enfermedad es de la aparición de bacilos resistentes a los antibióticos.
Actualmente ya se conocen cepas del bacilo en cuestión resistentes a todos los antituberculosos principales. Esta resistencia se desarrolla como consecuencia de un tratamiento parcial o anómalo, bien por incumplimiento del tratamiento o por pautas terapéuticas erróneas. La tuberculosis multirresistente es una forma especialmente peligrosa de tuberculosis y su prevalencia empieza a ser preocupante en algunos países como en la Federación Rusa.