Las vacunas han logrado aumentar la esperanza de vida de las personas más que ningún otro tratamiento. Las hay de distintos tipos y se administran en diferentes momentos, incluida la etapa adulta. De hecho, vacunarse es la mejor forma de proteger su salud y la de su entorno al reducir la probabilidad de enfermar y de transmitir ciertas patologías. Sin embargo, aunque se trata de un tratamiento seguro, la vacunación puede tener algunos efectos colaterales. ¿Te preocupa la eficacia y la seguridad de las vacunas? En este artículo explicamos cuáles son esos efectos y cómo se garantiza que funcionen bien.
Efectos colaterales de las vacunas
Las vacunas, como cualquier medicamento, pueden ocasionar efectos adversos que, en su mayoría, son leves y pasajeros. Se localizan en la piel (enrojecimiento, inflamación), el sistema respiratorio, el cardiovascular (taquicardia, hipotensión, arritmia) o el digestivo. Un mismo síntoma puede ser habitual tras algunas vacunas y raro en otras. La reacción más común es la fiebre. En la tosferina, por ejemplo, aparece en la mitad de los pacientes. Sin embargo, este síntoma solo se da entre el 1 % y el 6 % de las personas que reciben la vacuna de la hepatitis B.
Las reacciones graves de las vacunas son algo extraordinario, pero se dan porque la seguridad absoluta no existe. En la vacuna triple vírica se han registrado convulsiones febriles en un paciente cada 3.000 y reacciones alérgicas graves en un caso de cada millón de personas tratadas. Lo más frecuente es que las secuelas aparezcan en las primeras horas o días tras el tratamiento, pero también pueden darse, en casos excepcionales, hasta un año después.
Las reacciones pueden producirse por el contenido de la vacuna (a uno o a varios de sus componentes). Por ejemplo, tras poner la de la difteria, el tétanos y la tosferina puede aparecer enrojecimiento, dolor e hinchazón en el hombro. Aunque las vacunas antes de aprobarse han pasado por controles de seguridad exhaustivos, excepcionalmente se da alguna reacción ocasionada por un defecto en la calidad del producto o en los dispositivos para su administración.
También pueden producirse errores en la prescripción, en la manipulación o al administrar el tratamiento. Se han dado casos de transmisión de una infección por emplear un vial contaminado, una posibilidad casi nula ahora por el uso de material desechable.
Antes, durante o después de recibir la vacuna algunas personas tienen brotes de ansiedad. Los síntomas más frecuentes que presentan son: hiperventilación, desmayo, vómitos y convulsiones, así como mareos, cefalea y hormigueo de manos y boca. En ocasiones también aparecen reacciones, como una fiebre ocasionada por una infección precedente, que no tienen nada que ver con la vacunación, solo coincide en el tiempo con el tratamiento.
Vacunas seguras y eficaces
Igual que ocurre con los medicamentos, las vacunas deben superar una fase 0 previa a su testado en humanos. Esta etapa preclínica incluye pruebas in vitro y en animales. Una vez concluida, pasa por otros cuatro estadios.
? Fase 1. Se prueba en un grupo reducido de personas, entre 20 y 100, para descartar riesgos, identificar los posibles efectos secundarios y demostrar la efectividad. También sirve para fijar la dosis pertinente.
? Fase 2. Se prueba en cientos de personas y se centra en valorar dos aspectos: qué efectos adversos aparecen con más frecuencia a corto plazo y cómo reacciona el sistema inmune ante la vacuna.
? Fase 3. En miles de personas, se compara la evolución de las que han sido vacunadas con respecto al resto. La muestra de individuos es mucho mayor y, por tanto, permite perfilar más los efectos secundarios detectados en la fase anterior.
? Fase 4. Superadas las tres etapas anteriores, la vacuna obtiene la autorización de la Agencia Europea del Medicamento para ser administrada. En esta fase, como ocurre con los fármacos, se recopila más información proveniente de su uso masivo, sobre todo, relacionada con efectos adversos.