El riesgo de contagio de covid-19 es mayor en los espacios cerrados que en los espacios abiertos. Según información de la revista médica The BMJ, cuando estamos al aire libre, con mascarilla y en un lugar con baja ocupación —como por ejemplo, en un parque— apenas corremos peligro de contraer la enfermedad. El problema es que no todas las actividades pueden trasladarse a los exteriores, como sucede con las clases o el trabajo de oficina. Estos espacios necesitan, por tanto, una correcta ventilación. En el siguiente artículo recogemos algunas claves ofrecidas por el Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (IDAEA-CSIC) para ventilar adecuadamente los espacios y reducir el riesgo de contagio.
Una correcta ventilación de los espacios interiores reduce las probabilidades de contagiarse de covid-19. Por supuesto, el riesgo cero no existe y, más allá de airear las habitaciones de uso compartido, sigue siendo necesario utilizar mascarillas, mantener la distancia de seguridad y continuar con las medidas de higiene, tanto personales como de superficies. Así lo señala la guía publicada por el IDAEA-CSIC, que está orientada a las aulas, aunque sus recomendaciones se pueden aplicar a otros espacios, como oficinas o edificios de uso público.
El documento, que puede leerse aquí, está basado a su vez en las recomendaciones de la Escuela de Salud Pública T.H. Chan de la Universidad de Harvard (EE.UU.) y en fuentes y trabajo experimental en ventilación y filtración en España. Estos son los principales aspectos que debemos conocer y las medidas que podemos adoptar.
¡Que corra el aire!
Las partículas en suspensión que pueden contener virus se acumulan en los espacios cerrados. Para minimizar nuestra exposición a esas partículas (también llamadas aerosoles) es importante seguir estos pasos:
- Reducir el número de personas.
- Mantener las distancias.
- Utilizar mascarillas bien ajustadas.
- Permanecer en silencio o hablar bajo (ya que cuando se habla fuerte o se grita, la emisión de aerosoles se multiplica por 30).
- Evitar la actividad física intensa (por la misma razón).
- Ventilar o purificar el aire, para eliminar o reducir la concentración de virus en el aire.
Ventilar no es “mover el aire”
Ventilar, en este caso, no significa hacer que circule el aire dentro de una habitación, sino renovarlo. Esto es: sustituir el aire potencialmente contaminado de una sala por aire nuevo procedente del exterior.
La ventilación necesaria para reducir el riesgo de contagio depende del volumen de esa habitación, el número y la edad de los ocupantes, la actividad realizada, la incidencia de casos en la región y el riesgo que se quiera asumir. A modo de ejemplo, la guía de Harvard recomienda 5-6 renovaciones de aire por hora para aulas de 100 m2, con 25 estudiantes de entre 5 y 8 años de edad.
Tipos de ventilación
Imagen: Free-Photos
?? Ventilación natural
Es la más conocida y aplicada, sobre todo, en el ámbito doméstico. Se trata de renovar el aire abriendo ventanas y puertas para provocar una corriente. La ventilación cruzada (que consiste en abrir puertas y ventanas en lados opuestos de la habitación), es más efectiva que la apertura en un solo lado. ¿El motivo? Que en muy pocas ocasiones se alcanza la renovación suficiente sin ventilación cruzada.
?? Ventilación individual forzada
Cuando la ventilación natural no alcanza, se puede aumentar la renovación del aire utilizando instrumentación. Esto se puede hacer de dos maneras: introduciendo aire del exterior (impulsión) o tomando aire del aula y sacándolo (extracción). La toma o salida de aire puede localizarse en una ventana, el techo o un orificio específico realizado para ello.
?? Ventilación centralizada forzada
En ocasiones no es posible ventilar de manera natural o individual (por ejemplo, cuando una sala no tiene ventanas). En estos casos, la solución pasa por usar sistemas de ventilación centralizados, es decir, comunes para todo el edificio o gran parte de él, que permitan renovar el aire. Son los mismos sistemas utilizados para climatización y, en estos casos, es importante:
- maximizar la cantidad de aire exterior con respecto a la cantidad de aire recirculado.
- filtrar el aire recirculado mediante usos de filtros especiales.
?? Purificación del aire
Cuando no es posible renovar el aire con ninguno de los métodos anteriores, la solución consiste en utilizar un purificador para eliminar las partículas del aire interior que podrían contener virus. El purificador (o los purificadores, en caso de necesitarse más de uno) se debe colocar en el centro del aula, si es posible, y no ha de soplar directamente a los ocupantes.
El sistema más eficaz es la filtración, que consiste en hacer pasar el aire ‘contaminado’ a través de un filtro de alto rendimiento, generalmente filtro HEPA (High Efficiency Particulate Air), que retiene las partículas y proporciona aire ‘limpio’. Se recomienda HEPA H13 o superior (>99,95 % de eficiencia).
En cambio, no son recomendables los sistemas con ionizadores o producción de ozono, ya que generan reacciones con otros elementos de la atmósfera que no se controlan y tienen consecuencias negativas de formación de contaminantes.
¿Cómo saber cuándo hay que ventilar?
La concentración de CO2 en el aire es clave. Para conocerla, existen medidores específicos que pueden costar entre 100 y 300 euros, aproximadamente. La guía del Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (IDAEA-CSIC) apunta dos maneras de medir la ventilación:
- Una consiste en tomar como referencia las cantidades de anhídrido carbónico (CO2). En el aire exterior, las concentraciones de CO2 son de unas 420 partes por millón (ppm). En el interior, en espacios ocupados, las concentraciones aumentan porque las personas exhalamos CO2 al respirar.
- Otra manera de hacerlo es según los litros de aire por persona y por segundo que entran del exterior. Un valor adecuado para reducir riesgo de contagio es 14 litros por persona y segundo.
Para calcular las necesidades de cada caso, en la guía se recogen ejemplos y operaciones matemáticas específicas que se pueden realizar. Pero, a modo orientativo, conviene tener en mente que cuando el aire de la habitación alcanza las 2.000 ppm de CO2, es necesario ventilar. Para reducir la concentración a unas 600 ppm de CO2, se necesitan 20 minutos de ventilación cruzada, 40 minutos con puertas y ventanas abiertas, o más de una hora con solo la puerta abierta.