Los padres se fijan más en la estética, la biomecánica y la comodidad al escoger el calzado para sus hijos, según un estudio del Instituto de Biomecánica de Valencia. Sin embargo, los expertos advierten de que aún debería tener más peso la biomecánica y apuntan cuáles deben ser los criterios para favorecer un buen desarrollo de los tobillos, evitar resbalones, rozaduras, ampollas y los pies cavos o planos.
¿Cómo eligen los padres el calzado de sus hijos?
La estética, la biomecánica y la comodidad son los criterios que suelen mandar en esta elección, por delante de otros como la calidad y la duración, que sean fáciles de poner y limpiar o el precio, según un estudio que forma parte de la investigación europea Design4children, realizado por la Asociación Española de Productos para la Infancia (ASEPRI) y el Instituto de Biomecánica (IBV). Curiosamente, en todos los tipos de calzado, el precio es el aspecto que se tiene menos en cuenta.
La estética es el factor que tiene más peso en la elección del zapato escolar (el 38% de los padres se guían por este criterio) y de los mocasines (30%). Se valora al mismo nivel que la biomecánica y el confort al elegir el calzado deportivo (33% de los progenitores se fijan en ella y también el 33% en su biomecánica y comodidad). Y solo en el caso de las bailarinas buscan primero su calidad y duración (30%), en segundo lugar que sean cómodas (29%) y en tercer lugar su estética (27%).
Estos resultados son la percepción que tienen los progenitores de cómo efectúan sus elecciones. En cambio, los expertos señalan otros aspectos que deberían seguirse en el momento de la .
El crecimiento del pie marca la elección del zapato
El pie de los niños crece una media de tres centímetros al año. «Las necesidades del pequeño varían en cada etapa en función del crecimiento del pie y su locomoción», explica José Olaso, responsable del proyecto de líneas infantiles del IBV.
«Todo lo que sufra un niño en los pies mientras sea pequeño está relacionado con problemas de salud en la etapa adulta»
En el primer año de vida del bebé, sus pies solo necesitan protección térmica, es decir, unos patucos que le den calor. Cuando empieza a gatear, precisa de un calzado que sea flexible en su extremo y en todas las direcciones, con áreas de agarre en la parte de abajo y de arriba, que es la zona con la que el bebé empuja al gatear, para que no resbale. «Desde que nace hasta los tres o cuatro años, deberíamos comprobar la talla, por lo menos cada dos meses, porque el ratio del crecimiento del pie del niño es muy alto y debemos asegurarnos de que no se le quede pequeño. Es importante, porque el niño no sabe decir ‘me duele aquí’. Hay que revisarlo bien por dentro, para cerciorarnos de que no presione los pies del bebé y evitarle rozaduras», detalla Olaso.
Cuando el niño empieza a caminar, el calzado debe ser muy flexible, no son necesarias las zonas de agarre en la parte de arriba y la suela debe ser blanda pero estable. Estos primeros zapatos deben ser muy cómodos y ajustables.
Hasta los siete u ocho años, la suela no debe ser rígida, sino flexible, ni muy fina ni muy gruesa, plana y no redondeada. Lo conveniente es que sea de goma y que tenga un dibujo que permita un buen agarre, para evitar resbalones.
A partir de los siete u ocho años, se debe considerar la absorción de impacto en la elección de la suela porque, ya en esta edad, el rol del calzado cambia: los niños pesan más y tienen un patrón de la marcha más agresivo, con impactos más fuertes; su grasa plantar ha desaparecido y el zapato debe soportar un aumento importante de la actividad.
Cierres y material del zapato
Muchos adultos se quejan de que sus hijos se desabrochan fácilmente los zapatos y los pierden, por lo que otro factor determinante en la elección es el tipo de cierre. Cuando los niños son más pequeños, se suele optar por dos tiras de velcro combinadas con hebillas, un sistema fácil de abrir para los padres y difícil para los niños. Y cuando son más mayores, se debería apostar por el acordonado, porque es el sistema que permite regular y ajustar mejor los zapatos.
El material de selección más apropiado, salvo en el caso del calzado deportivo, es la piel natural, transpirable y flexible, de formas suaves y sin costuras, para no provocar roces. Tendrían que ir revestidos por distintos tipos de forros, según sean para el frío (más aislantes) o para el calor (más transpirables). «La elección adecuada de los cierres y materiales es crucial para la buena salud del pie, ya que pueden ayudar a prevenir las ampollas, resultado de una combinación de poca transpiración y un ajuste incorrecto del calzado», puntualiza Olaso.
Algunos errores que se cometen con frecuencia en la elección del calzado pasan factura al pie. “Todo lo que sufra un niño en los pies mientras sea pequeño está relacionado con problemas de salud en la etapa adulta”, destaca el experto José Olaso.
Un error es adquirirlo con una plantilla que eleve el arco del pie, cuando los niños pequeños no tienen arco plantar hasta los dos o tres años.
Otro habitual es ponerles, como primer zapato, unas botitas rígidas, porque suple la fuerza que debería hacer por sí mismo el pie y el tobillo del niño para sostener el cuerpo y, por lo tanto, puede frenar su desarrollo. De hecho, la propensión a los pies planos o cavos es típica de los países donde se utiliza este calzado rígido; no se observa entre los niños que van descalzos en países como India o Brasil, según diferentes estudios que apunta Olaso.
“El problema es que hay muchos tipos de calzado y para muchas actividades (escolar, de ceremonia, de diario, deportivo, etc.), muchos modelos y muchas calidades. Por eso, debemos sensibilizar tanto a los fabricantes como a los puntos de venta para ayuden a los progenitores a elegir el más adecuado”, informa Juan Carlos González, director del Ámbito de Indumentaria del IBV.