Entrevista

Alejandro Pérez-Pérez, profesor de Antropología Física de la UB

Hay diversas técnicas que permiten averiguar y aproximar cuál era la dieta de los primeros homínidos
Por Mercè Fernández 28 de abril de 2006
Img a perez
Imagen: ICMAN-CSIC

¿Que comían nuestros antepasados? Alejandro Pérez-Pérez, profesor de Antropología Física de la Universidad de Barcelona, estudia la dieta de nuestros ancestros a través de las microestrías que se forman en los dientes. El objetivo del experto es estudiar la alimentación de los últimos seis millones de años. Para ello, en las estanterías de su laboratorio cuentan con réplicas de dientes, una colección singular de varios millares, quizás entre seis y siete mil, procedentes de primates actuales y de fósiles de antropoides de museos y excavaciones de todo el mundo. «Queremos ver», afirma, «en qué medida la especiación de los homínidos responde a factores de cambio ecológico o a factores culturales». ¿Qué nos enseña conocer las dietas del pasado? No sólo está el interés por ese conocimiento sino que puede ayudar a entender nuestra evolución y la adaptación de nuestro organismo a determinadas dietas. «Somos resultado de dos millones y medio de años de evolución» y trastornos actuales como la obesidad, la hipertensión y la diabetes de tipo II son la causa de que nuestro organismo no recibe la dieta para la que se ha adaptado durante esa larga evolución.

¿Qué es lo que hacen exactamente con los dientes?

Los dientes fósiles son muy delicados, así que primero hay que aclarar que no trabajamos con dientes, sino con réplicas. Las analizamos con un microscopio electrónico de 100 aumentos, lo que nos permite ver las microestrías de zonas de menos de un milímetro cuadrado. Estudiamos la cara lateral de los dientes porque son debidas exclusivamente al desgaste de los alimentos.

¿Qué nos dicen esas microestrías? ¿Por qué se han formado?

Los abrasivos que las han causado son las partículas de sílice que excretan los vegetales para tener consistencia en tallos, hojas o raíces. La pulpa de la fruta no tiene sílice, pero sí las partes externas de los frutos o semillas. La carne o el pescado no son abrasivos pero, por otro lado, si pones a secar pescado al aire, este incorporará polvo y tierra, y con ella sílice, y resultará abrasivo. Por su parte, una hoja puede ser más abrasiva si está a la altura del nivel del suelo y ha incorporado tierra. También influye el nivel de procesamiento del alimento, la capacidad de limpiar y extraer del alimento las partes abrasivas.

Parece muy complejo. ¿Hasta qué punto permite discriminar a qué alimentos corresponde?

No podemos decir si comían exactamente zanahorias, por ejemplo, o qué tanto por ciento comían de hidratos de carbono o de proteína, pero sí podemos saber cómo era de abrasiva su dieta y, a partir de ahí, aproximar a qué correspondería esa dieta.

Pero supongo que la vegetación, los frutos, las semillas… no eran lo mismo en todas las épocas.

“La dieta de ‘Dryopithecus laietanus’ era abrasiva, estaba basada principalmente en vegetales duros”

En todas las excavaciones, cuando se recogen sedimentos vegetales de un estrato y se hace la reconstrucción, se buscan similitudes con las selvas o sabanas actuales. Así, siempre tenemos el fósil y la reconstrucción del entorno vegetal. Eso ayuda, porque da idea de los frutos, tallos, semillas, bulbos o raíces que podían encontrar nuestros ancestros.

El clima tampoco sería el mismo en todas las épocas.

La prueba del oxígeno 18, isótopo estable del oxígeno 16, permite saber a partir de fósiles de moluscos qué temperatura hacía cuando se formó ese caparazón. Los Neanderthales del Paleolítico Medio, por ejemplo, un período que sabemos que era frío, tienen más microestrías que los Neanderthales del Paleolítico Inferior. La conclusión es que comían cosas más abrasivas, y en un clima frío hay menos plantas herbáceas, menos plantas de tallos y frutos tiernos. En un clima frío sólo sobreviven plantas duras y con frutos más duros.

¿Y cómo validan los resultados? ¿Hay alguna forma de contrastar que su interpretación de las microestrías es correcta, o más o menos cercana a la realidad?

Se trata de tener una base de datos de referencia. Estamos trabajando para tener esa referencia con poblaciones de primates actuales, como chimpancés o gorilas, pero también con poblaciones humanas cuyas dietas conocemos, como los lapones, los innuit o las sociedades de Tierra del Fuego.

¿Puede poner un ejemplo? ¿Y por qué los lapones y no nosotros mismos?

Con los lapones o innuit, sociedades tradicionales que comen eminentemente carne y pescado, vemos que tienen estrías más largas y menos numerosas. Dietas que tienen más vegetales y alimentos más fibrosos, como la de los primates, presentan más estrías. Si conocemos la dieta de primates actuales y las microestrías resultantes, sabremos qué patrones podríamos esperar en función de según que dietas. No podemos comparar con el hombre moderno porque tenemos una alimentación demasiado procesada, pero sí podemos comparar los fósiles de antropoides con los primates actuales para saber como era la dieta de los primeros.

¿Nunca han estudiado con personas in vivo?

Un colega de Alicante comparó las microestrías de fósiles de dientes de la Edad del Bronce con personas de hoy, compañeros de su universidad. Les hizo cambiar la dieta durante unas semanas para que comieran cosas más duras, más abrasivas, y en dos semanas ya se apreciaban las microestrías de esa dieta. También vio que el hombre moderno tiene muchas menos microestrías y que lo que más desgasta el diente no es el alimento sino las pastas dentales que tienen sílice.

En un trabajo reciente han analizado las microestrías del fósil «Jordi», de unos 9 millones de años que fue hallado en Sabadell. ¿Qué comía este antepasado nuestro?

La dieta de “Dryopithecus laietanus” era abrasiva, estaba basada principalmente en vegetales duros. A investigadores americanos, la misma muestra les sale diferente. Dicen que tenía una alimentación frugívora, similar a la del chimpancé y menos abrasiva.

¿Diferente? ¿La misma muestra?

Sí. Porque ellos analizan la cara oclusal de los dientes. Nosotros decimos que esa cara de los dientes puede tener desgaste a causa de otras razones que no son la dieta, al partir algo con los dientes, o también por el roce de los propios dientes de los maxilares inferior y superior. Las microestrías de la parte lateral que nosotros estudiamos son exclusivamente el resultado del alimento que da vueltas dentro de la boca al ser comido. Y permiten saber la dieta de los últimos 10 años en un individuo.

¿Hay otras técnicas que permitan saber qué se comía?

Están las pruebas del carbono-13 y del nitrógeno-15, isótopos que se ingieren con la dieta. El primero procede de cereales y leguminosas y el segundo de la carne. Normalmente el cuerpo los excreta pero si se han consumido en grandes cantidades, una parte de estos isotopos se acumula en huesos y dientes.

¿Por qué no realizan este tipo de pruebas con los dientes?

Cada una de estas pruebas requiere extraer del diente una pequeña parte que se destruye al ser analizada. Existe una colección de unos 300 dientes fósiles de unos 60 individuos de Neanderthales europeos y sólo se han permitido estas pruebas a tres dientes. Nadie quiere dañar sus fósiles.

Debe haber resultados curiosos en estos estudios.

Hace dos o tres años se hizo la prueba del nitrogeno-15 con fósiles de “Australopithecus Robustus”, del cual estaba generalmente aceptado que tenía dietas vegetariana. El resultado reveló altas cantidades de nitrógeno, lo que indica que comía carne. Pero como no era cazador, se asume que debía ser carroñero.

¿Más alimentos inesperados o exóticos en la dietas?

Se han hecho estudios en palos fosilizados y se cree, por las microestrías en los extremos, que eran usados para agujerear termiteros. La hipótesis tiene sentido si consideras que hay poblaciones que todavía comen insectos y los humanos tenemos en nuestro sistema digestivo enzimas para metabolizar la quitina de los insectos.

Un ejemplo de la adaptación biológica a la dieta.

También lo es nuestro intestino. Lo tenemos corto en comparación a animales estrictamente vegetarianos, que lo tienen mucho más largo. Y estamos adaptados para obtener de fuentes externas ácidos grasos esenciales como los omega-3 o los omega-6, fundamentales para el organismo.

UNA CIENCIA INCIPIENTE

Img

En las estanterías del laboratorio de Antropología Física, Alejandro Pérez-Pérez y Jordi Galvany muestran una colección de millares de réplicas de dientes de fósiles y de primates. Todos provienen de las diversas colecciones de museos de historia natural de todo el mundo y de fósiles. Conseguir cada una implica un laborioso proceso: pedir permisos, desplazarse hasta el país y el museo, obtener un molde en silicona del ejemplar y, a partir de ese molde negativo, obtener ya en su laboratorio la réplica en resina.

El estudio de las microestrías dentales es relativamente reciente, explican los expertos. Entre los años 60 y 80 empezaron a aparecer los primeros trabajos. Los grupos que trabajan en todo el mundo se concentran en el estudio de las caras oclusales de los dientes. Ellos son los primeros que han empezado a estudiar la cara lateral. Ya han estudiado y comparado las microestrías de primates actuales con las de «Jordi», el fósil de “Dryopithecus laietanus” y ahora seguirán la comparación con fósiles de Australopithecus. La suya es un área en desarrollo para la que faltan todavía, dicen, estudios experimentales con dietas inducidas. El objetivo es entender la adaptación de los humanos a la dieta y cómo han interactuado los factores ecológicos (el clima, la limitación de recursos) con los culturales, “como la industria lítica”, explica Pérez-Pérez, “que permite superar la limitación impuesta por factores ecológicos y si no hay alimentos, se producen, se buscan o se cazan”.

Es evidente que la cultura ha afectado a la alimentación. “Los humanos de hace 500 mil años tienen en los dientes muestras de más abrasividad. Lo que quiere decir que o bien comían cosas más duras o bien el procesamiento de los alimentos no era muy eficaz”. A medida que el hombre evoluciona, hay menor abrasividad, lo que quiere decir que “se procesa más el alimento o se come más carne”. De cualquier forma, si hay cambio de dieta “se ve en las microestrías dentales”.

Sigue a Consumer en Instagram, X, Threads, Facebook, Linkedin o Youtube