Las personas muy cafeteras saben que no es lo mismo tomarse un café tipo infusión preparado por goteo, que uno hecho en una cafetera italiana o un expreso. El sabor, la textura, incluso los efectos de la cafeína en el organismo, varían en función del proceso que se haya utilizado en el momento de prepararlo. También variará, según revela un estudio reciente, el contenido en acrilamida, en particular, porque la formación de furano está unida al desarrollo de algunas propiedades organolépticas de los alimentos. En el caso del café, se forma en el proceso de tostado, cuando el producto desarrolla todo su aroma y sabor característicos.
Resulta de gran importancia obtener en el futuro más información para realizar una evaluación completa del riesgo y determinar las pautas para su reducción, tanto en alimentos comerciales como en los preparados en casa.
A día de hoy, es muy habitual preparar el café mediante cápsulas monodosis, un invento que ha revolucionado el mercado de los expresos. Sus defensores alegan que el café, del que se pueden elegir diferentes variedades, tiene el grado justo de molienda y prensado para obtener un expreso de calidad. Además, el producto ya está dosificado porque se vende en cápsulas monodosis.
Por otro lado, el envasado protege de la luz y la humedad y asegura un café bien conservado, con el aroma y sabor del recién tostado. La cafetera expreso hace el resto, inyecta agua caliente a presión y da como resultado un café corto y concentrado coronado por una delicada espuma. Quizá ahora al café de cápsula le haya salido una pega frente a los cafés preparados por otros sistemas: su mayor cantidad de furano. Eso sí, siempre dentro de los niveles considerados seguros para la salud.