Quizás dentro de unos años el consumidor podrá tener a su alcance diferentes tipos de carne que, hoy por hoy, aún no se encuentran disponibles, como la funcional, a la que se le podría añadir una característica saludable diferenciada para ayudar a disminuir el colesterol, por ejemplo; la transgénica, cuyo origen estaría en un animal al que se ha modificado o introducido un nuevo gen para evitar una enfermedad; o la clonada, procedente de un animal concebido a través de un embrión idéntico al origen, pero creado sin fecundación a partir de células no sexuales. Todavía lejos de los mercados, a estas posibles carnes se les uniría otra, fruto de una investigación pionera que, mediante cultivo in vitro, logra el crecimiento artificial de tejido muscular a partir de una célula progenitora. No obstante, este tipo de producción tiene mucho camino por recorrer y muchas incógnitas por resolver.
Un equipo de científicos holandeses ha creado por primera vez carne de cerdo in vitro, obtenida en una placa de cultivo a partir de células vivas de cerdo. Por el momento, sólo se ha conseguido una textura similar a un tejido muscular pegajoso de 1,5 centímetro de largo y 0,5 centímetros de ancho, muy distinto a un suculento filete de cerdo y que, según los responsables del experimento, serviría sólo para aderezar salsas o pizzas. Pero a pesar de que el proceso necesita mejorar para desarrollar de forma artificial un producto más denso, similar a un filete o a un embutido, los investigadores creen que el nuevo producto estaría en el mercado en tan sólo cinco años. Esta carne de cerdo in vitro tiene su precedente en un filete de pescado artificial obtenido en Nueva York a partir de células musculares de los denominados peces dorados. Uno de los objetivos del estudio, desarrollado por la Universidad de Eindhoven (Holanda) y respaldado por el Gobierno, es repetir la experiencia con carne de pollo, vaca y cordero.
Dudas por resolver
Una de las incógnitas que aún no se han solucionado es la producción de trozos más grandes de carne que conserven la apariencia y el sabor originales. Para resolver el segundo objetivo, el del sabor, será necesario agregar componentes que permitan obtener tejido muscular y adquirir su típica textura para poder convertirlo en un producto viable desde el punto de vista comercial.
El principal desafío es conseguir la densidad y textura de la carne
Para conseguir la consistencia adecuada, se pueden incluir hidrogel de uso alimentario y aditivos, como colorantes y saborizantes. Así se logra una apariencia sonrosada y un sabor similar a la carne natural. Algunos expertos apuntan que el principal desafío ahora es conseguir un desarrollo tridimensional de las células de cultivo que asemeje la textura y la densidad de la carne del animal.
El experimento se ha realizado a partir de células madre, que dan lugar a otras de tipo muscular y que en la naturaleza se conocen como mioblastos. Están programadas para hacer crecer los músculos o sustituir las células musculares dañadas en los animales para regenerar el tejido. Los expertos han extraído los mioblastos del músculo de un cerdo vivo y los han introducido en placas de cultivo con una solución de nutrientes. Las células se han multiplicado y han formado el tejido muscular, la carne artificial. Aunque este caldo alimenticio está formado por elementos provenientes de los animales que estimulan la división celular, en el futuro se pretende lograr el mismo efecto con una solución sintética de nutrientes.
Algunas ventajas
Si la investigación tiene éxito, y siempre y cuando el consumidor acepte este tipo de carne, la producción supondría importantes cambios en la forma en que se obtienen los alimentos y esto tendría implicaciones tanto en el sector como en el medio ambiente. Se reduciría el número de cabezas de ganado y, con ello, las emisiones de metano, uno de los gases más relacionados con el efecto invernadero y el cambio climático. Este tipo de producción podría reducir en miles de millones de toneladas las emisiones de gases con efecto invernadero que origina el ganado cada año y que constituye, según la Organización de las Naciones Unidas, el 18% del total.
También disminuirían los sacrificios de animales de granja ya que, según indican sus investigadores, de un solo cerdo se obtendría tanta cantidad de carne como la que proporcionaría la matanza de un millón de animales. Un dato más que relevante si se tiene en cuenta que las previsiones estiman que el consumo de carne podría duplicarse en 2050. Este producto cultivado in vitro sería, según subraya el equipo holandés, beneficioso para el medio ambiente y respetuoso con los animales porque reduciría su sufrimiento.
Además, este tipo de producción en laboratorio ayudaría a liberar una gran parte de espacio que podría destinarse a otros fines (la ganadería ocupa un 70% de las tierras cultivables en todo el mundo). Al no tener que hacinar animales en granjas de producción intensiva, como se realiza hoy en día por exigencias de rendimiento, se podrían evitar zoonosis como la salmonella, el mal de las vacas locas o la gripe porcina, entre otras.
Para que los consumidores conozcan este tipo de carne, están previstas consultas y degustaciones que determinarán el grado de calidad organoléptica y la percepción que se tiene de ella. Pero hay otra cuestión. Aunque los responsables aseguran que el producto mantendrá sus características nutricionales originales, ¿qué efectos tendrá sobre la salud? Su seguridad alimentaria será el principal impedimento al que tendrá que enfrentarse antes de llegar a los mercados.
El uso de células progenitoras de alta capacidad para multiplicarse, unido a factores inductores de crecimiento celular, puede hacer pensar en la posibilidad de aparición de tumores cancerígenos a largo plazo, como resultado de la multiplicación descontrolada de células en el organismo que los consume. Éste y otros posibles efectos secundarios deberán descartarse a través de las pertinentes e inevitables pruebas de salubridad y seguridad alimentaria a las que tendrá que someterse el producto.
Esta carne artificial se ha recibido bien en ámbitos ecologistas como la organización “Gente para el Tratamiento Ético de los Animales” (PETA, que ofrecía un millón de dólares a quien desarrollara carne de pollo de laboratorio con la máxima calidad y un coste de producción competitivo) y otros grupos pro animales que, desde el punto de vista ético, valoran que no proceda de un animal muerto. Las asociaciones vegetarianas cuestionan si pueden confiar en que sea así.